Política

¿Poder?, ¿cuál poder?

hcmujica@gmail.com
¿Poder?, ¿cuál poder?
¿Poder?, ¿cuál poder?
10 de febrero del 2023

¿Poder?, ¿cuál poder?

A menudo, con la fragilidad que surge de una criminal ignorancia, a veces adrede, se confunde poder con gobierno.

El cuento del sistema democrático contribuye en no poco a esta falta de claridad porque se enmascara un comicio como la muestra feliz y sublime de la “expresión ciudadana”.

Cuando el hombre común y corriente debe escoger, lo hace entre ilustres desconocidos, no pocos payasos o conocidos demasiado viles y corruptos.

Por tanto, la democracia no sólo no se renueva sino que vulgariza su contenido, lo empequeñece y torna cualquier cosa menos un ejercicio cívico de profilaxia social.

Cualquiera llega al gobierno y ejemplos recientes y vigentes hay múltiples. El poder mayestático, insolente, fuerte, está allí, mandando por encima y con todas sus correas de transmisión.

Nuestros esquemas productivos no se deciden en Perú. Los planifican y seleccionan poderes foráneos.

El poder y sus genízaros, empujan sibilinamente qué debe continuar en Perú como proveedorr de materia prima, sin mayor industria y sujeto a los precios que las potencias fijan y nosotros no hacemos más que aceptar. Ominosamente.

¿Poder? ¿cuál poder?

Las más de las veces, los que llegan al gobierno tan sólo administran la hacienda para los poderes. Nuestros presidentes han sido fiel caricatura grotesca.

Detrás de un sillón con mando aparente, hay otros que cotizan nuestra moneda, nos definen como riesgo país, nos colocan como despensas gasíferas, energéticas, acuíferas o minerales de sus logísticas unipolares y que están tomando las previsiones contra el inevitable dragón chino que despertó con furia multitudinaria y procurando que América Latina sea un patio trasero funcional y engrilletado a Estados Unidos a través de TLCs, tratos bilaterales, Planes Colombia, etc.

¿Poder? ¿cuál poder?

Los mandarines, cipayos siniestros más papistas que el Papa, serviles orgánicos que no dudan en vender a sus madres y pelear el precio centavo por centavo, son los peores enemigos del pueblo.

Ellos, de todo signo y pelaje, justifican, intelectualizan y judicializan la sumisión moderna de nuestros pueblos.

O fabrican contratos ley para no tributar honestamente.

En nombre de supuestos respetos a los derechos humanos se nutren de fondos que sólo procuran mantener el status quo de pueblos dependientes.

Productores y exportadores primarios, destinados unidireccionalmente a proveer de mano de obra barata y profesionales de muy bajo precio, con un modelo servil e incuestionable porque el poder impone cánones y no admite discusión de ninguna especie.

Para este esclavismo moderno, los medios de comunicación acríticos y matrimoniados con la publicidad a secas, ostentan los más vergonzosos baldones de comportamiento público.

Al no discernir, mantienen la oscuridad.

Al autocensurarse modelan un paradigma aparentemente correcto pero que en la realidad funciona como candado informativo o guillotina para cualquier iniciativa libre e iconoclasta.

Los medios elevan como sepultan, dicen medias verdades y confunden a millones que no tienen cómo saber de verdades que nunca conocerán porque pandillas enteras están pagadas para no emitirlas. Son parte del poder.

El gobierno es la administración y nada se hace sin consulta y aquiescencia de ultramar.

Cuando, peor aún, carece de una fuerte composición nacional y nacionalista, el régimen adolece de un cáncer terminal que acabará irremisiblemente con sus días hasta antes de haber culminado su teórico mandato, porque declinará cualquier protesta para sumarse al coro uniforme que dictan los poderes.

Ganar las elecciones es un hecho que tan sólo constituye un escalón. Sin dejar de ser importante, no equivale a la toma del poder en el sentido clásico e integral pero en cualquier esquema político deviene esencial definir el poder y cómo capturarlo.

En tiempos actuales, la soledad de los partidos y su falta de representación al interior de sus sociedades nacionales sólo produce esperpentos de los que hay muchos ejemplos lamentables. Gobiernos entreguistas, vasallos, eructos sociales en forma de peonaje vil, son facetas de su natural comportamiento institucional antipatriótico.

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¿Poder?, ¿cuál poder?

A menudo, con la fragilidad que surge de una criminal ignorancia, a veces adrede, se confunde poder con gobierno.

El cuento del sistema democrático contribuye en no poco a esta falta de claridad porque se enmascara un comicio como la muestra feliz y sublime de la “expresión ciudadana”.

Cuando el hombre común y corriente debe escoger, lo hace entre ilustres desconocidos, no pocos payasos o conocidos demasiado viles y corruptos.

Por tanto, la democracia no sólo no se renueva sino que vulgariza su contenido, lo empequeñece y torna cualquier cosa menos un ejercicio cívico de profilaxia social.

Cualquiera llega al gobierno y ejemplos recientes y vigentes hay múltiples. El poder mayestático, insolente, fuerte, está allí, mandando por encima y con todas sus correas de transmisión.

Nuestros esquemas productivos no se deciden en Perú. Los planifican y seleccionan poderes foráneos.

El poder y sus genízaros, empujan sibilinamente qué debe continuar en Perú como proveedorr de materia prima, sin mayor industria y sujeto a los precios que las potencias fijan y nosotros no hacemos más que aceptar. Ominosamente.

¿Poder? ¿cuál poder?

Las más de las veces, los que llegan al gobierno tan sólo administran la hacienda para los poderes. Nuestros presidentes han sido fiel caricatura grotesca.

Detrás de un sillón con mando aparente, hay otros que cotizan nuestra moneda, nos definen como riesgo país, nos colocan como despensas gasíferas, energéticas, acuíferas o minerales de sus logísticas unipolares y que están tomando las previsiones contra el inevitable dragón chino que despertó con furia multitudinaria y procurando que América Latina sea un patio trasero funcional y engrilletado a Estados Unidos a través de TLCs, tratos bilaterales, Planes Colombia, etc.

¿Poder? ¿cuál poder?

Los mandarines, cipayos siniestros más papistas que el Papa, serviles orgánicos que no dudan en vender a sus madres y pelear el precio centavo por centavo, son los peores enemigos del pueblo.

Ellos, de todo signo y pelaje, justifican, intelectualizan y judicializan la sumisión moderna de nuestros pueblos.

O fabrican contratos ley para no tributar honestamente.

En nombre de supuestos respetos a los derechos humanos se nutren de fondos que sólo procuran mantener el status quo de pueblos dependientes.

Productores y exportadores primarios, destinados unidireccionalmente a proveer de mano de obra barata y profesionales de muy bajo precio, con un modelo servil e incuestionable porque el poder impone cánones y no admite discusión de ninguna especie.

Para este esclavismo moderno, los medios de comunicación acríticos y matrimoniados con la publicidad a secas, ostentan los más vergonzosos baldones de comportamiento público.

Al no discernir, mantienen la oscuridad.

Al autocensurarse modelan un paradigma aparentemente correcto pero que en la realidad funciona como candado informativo o guillotina para cualquier iniciativa libre e iconoclasta.

Los medios elevan como sepultan, dicen medias verdades y confunden a millones que no tienen cómo saber de verdades que nunca conocerán porque pandillas enteras están pagadas para no emitirlas. Son parte del poder.

El gobierno es la administración y nada se hace sin consulta y aquiescencia de ultramar.

Cuando, peor aún, carece de una fuerte composición nacional y nacionalista, el régimen adolece de un cáncer terminal que acabará irremisiblemente con sus días hasta antes de haber culminado su teórico mandato, porque declinará cualquier protesta para sumarse al coro uniforme que dictan los poderes.

Ganar las elecciones es un hecho que tan sólo constituye un escalón. Sin dejar de ser importante, no equivale a la toma del poder en el sentido clásico e integral pero en cualquier esquema político deviene esencial definir el poder y cómo capturarlo.

En tiempos actuales, la soledad de los partidos y su falta de representación al interior de sus sociedades nacionales sólo produce esperpentos de los que hay muchos ejemplos lamentables. Gobiernos entreguistas, vasallos, eructos sociales en forma de peonaje vil, son facetas de su natural comportamiento institucional antipatriótico.

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