Política

¿Inversionistas o asaltantes?

hcmujica@gmail.com
vendepatrias
21 de agosto del 2023

Informe
Señal de Alerta-Herbert Mujica Rojas
22-8-2023

¿Inversionistas o asaltantes?

¿En qué país, a excepción del Perú, las empresas foráneas consiguen exitos rutilantes en tan pocos años y gracias a los contratos de estabilidad jurídica, pilar éste, de la llamada Constitución de 1993?

El cacareado dilema que si no hay estabilidad jurídica se espantan las inversiones y que también se asustan por el ruido político, es una fabricación astuta para impresionar y angustiar a países como Perú que requieren de esos capitales.

¿Vienen los capitales foráneos porque son buena gente, amables y condescendientes y a las que preocupa la pobreza y subdesarrollo de nuestros grandes y desvalidos conglomerados urbanos y rurales? ¡De ninguna manera!

Los capitales financieros, tecnológicos, mixtos, en maquinaria y personal especializado, llegan a Perú, Latinoamérica y al mundo entero, para reproducir su monto inicial y hacer dinero. Ergo ¿hay que recibirlos vengan de dónde vengan y vengan cómo vengan?

¡Ese es el cuentazo que narra que si les cuestionamos clamorosos abusos contra el medio ambiente, las riquezas no renovables y afectación de la biodiversidad local, se van y no vuelven más!

La falacia opaca una realidad pétrea: no en todas partes del mundo hay tanta riqueza y perspectivas de explotación equilibrada de recursos como en Perú. Y las firmas no llegan por casualidad, lo hacen luego de estudios previos técnicos y, sobre todo, exhaustivas exégesis de con qué aliados cuentan.

Entre esos aliados hay muchísimos funcionarios estatales absolutamente corruptos cuya misión consiste no en defender al Perú, sino cómo entregarlo en bandeja. La contraprestación innoble es que con sueldos más bien modestos, esos burócratas viajan con frecuencia, ostentan signos exteriores de riqueza y son las piezas imprescindibles para esta clase de enjuagues.

Y no olvidemos a los grandes estudios de abogángsteres, disfrazados de apellido, prosapia y apego –inexistente- a la ley.

Otra madriguera a la que apuntan las grandes firmas, es al que integran formadores de opinión que ocultan muy bien los sueldos que les pagan para la propaganda y como se hacen llamar especialistas, sus “consejos” son referentes a seguir. Son los escogidos –sólo ellos- para los fórums, los programas de televisión y radio y la prensa escrita les obsequia enorme espacio.

En la mayoría de los casos esos adláteres se guarecen bien bajo el membrete de periodistas de opinión. Opinión que jamás será crítica y objetiva hacia las empresas que compran sus servicios por montos elevados, sin mayores documentos y con depósitos en paraísos fiscales.

En dos de tres arbitrajes, durante 2022-23, ante el CIADI (Centro Internacional de Arreglo de Diferencias Relativas a Inversiones), Perú ha perdido y debe pagar reparaciones por encima de los US$ 100 millones de dólares a las empresas demandantes. Asunto para advertir con delicado sigilo: quien pretenda tumbar la Constitución de Fujimori de 1993, debe notar que no será fácil ni expeditivo el asunto.

¿Cuántos contratos con estabilidad jurídica se firmaron entre el Estado peruano y las empresas multinacionales desde 1993? Decenas o cientos. ¿Cuántos sometió Perú al arbitraje o fue llevado al mismo por las firmas protestantes? ¿Cuántos se perdieron?

La estabilidad jurídica es un disfraz para la imposición de las condiciones de tiempo, objetivo, presencia y garantías de las empresas poderosas que necesitan aprovechar esa fórmula para hacerse ricas en poco tiempo. Lo que en otros países duraría procesos más largos, en Perú es rapidísimo.

El capital foráneo, sus diseños, tecnología y todo el empaque modernizante que traen las inversiones, requieren de una ecuación justa con el Perú y las poblaciones en las cercanías, su horizonte de continuidad y un combate contra la contaminación y envilecimiento de los campos agrícolas o geografías mineras.

Un Estado claudicante como el que tenemos es inútil en la defensa del Perú.

Sin partidos políticos, las taifas que existen son bandas de asaltantes del Estado, que conviertan su prédica en entrenamiento para la defensa del país, el asunto se pone difícil. Por eso se pierden los arbitrajes, el mismo pueblo –sin saberlo ni enterarse- tiene que pagar las reparaciones y los fallos de tribunales notoriamente adversos y dejar de usar dinero que podría ser empleado en escuelas, alimentación y hospitales.

A los venales ¡qué les importa esta dura realidad! Viven felices en la siembra de mentiras y son vendepatrias corteses y amables cuando se trata de obsequiar al Perú a los grandes vivos foráneos que aprovechan de tanta cortesanía despreciable.

La pregunta es dura y directa: ¿Inversionistas o asaltantes?

 

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¿Inversionistas o asaltantes?

¿En qué país, a excepción del Perú, las empresas foráneas consiguen exitos rutilantes en tan pocos años y gracias a los contratos de estabilidad jurídica, pilar éste, de la llamada Constitución de 1993?

El cacareado dilema que si no hay estabilidad jurídica se espantan las inversiones y que también se asustan por el ruido político, es una fabricación astuta para impresionar y angustiar a países como Perú que requieren de esos capitales.

¿Vienen los capitales foráneos porque son buena gente, amables y condescendientes y a las que preocupa la pobreza y subdesarrollo de nuestros grandes y desvalidos conglomerados urbanos y rurales? ¡De ninguna manera!

Los capitales financieros, tecnológicos, mixtos, en maquinaria y personal especializado, llegan a Perú, Latinoamérica y al mundo entero, para reproducir su monto inicial y hacer dinero. Ergo ¿hay que recibirlos vengan de dónde vengan y vengan cómo vengan?

¡Ese es el cuentazo que narra que si les cuestionamos clamorosos abusos contra el medio ambiente, las riquezas no renovables y afectación de la biodiversidad local, se van y no vuelven más!

La falacia opaca una realidad pétrea: no en todas partes del mundo hay tanta riqueza y perspectivas de explotación equilibrada de recursos como en Perú. Y las firmas no llegan por casualidad, lo hacen luego de estudios previos técnicos y, sobre todo, exhaustivas exégesis de con qué aliados cuentan.

Entre esos aliados hay muchísimos funcionarios estatales absolutamente corruptos cuya misión consiste no en defender al Perú, sino cómo entregarlo en bandeja. La contraprestación innoble es que con sueldos más bien modestos, esos burócratas viajan con frecuencia, ostentan signos exteriores de riqueza y son las piezas imprescindibles para esta clase de enjuagues.

Y no olvidemos a los grandes estudios de abogángsteres, disfrazados de apellido, prosapia y apego –inexistente- a la ley.

Otra madriguera a la que apuntan las grandes firmas, es al que integran formadores de opinión que ocultan muy bien los sueldos que les pagan para la propaganda y como se hacen llamar especialistas, sus “consejos” son referentes a seguir. Son los escogidos –sólo ellos- para los fórums, los programas de televisión y radio y la prensa escrita les obsequia enorme espacio.

En la mayoría de los casos esos adláteres se guarecen bien bajo el membrete de periodistas de opinión. Opinión que jamás será crítica y objetiva hacia las empresas que compran sus servicios por montos elevados, sin mayores documentos y con depósitos en paraísos fiscales.

En dos de tres arbitrajes, durante 2022-23, ante el CIADI (Centro Internacional de Arreglo de Diferencias Relativas a Inversiones), Perú ha perdido y debe pagar reparaciones por encima de los US$ 100 millones de dólares a las empresas demandantes. Asunto para advertir con delicado sigilo: quien pretenda tumbar la Constitución de Fujimori de 1993, debe notar que no será fácil ni expeditivo el asunto.

¿Cuántos contratos con estabilidad jurídica se firmaron entre el Estado peruano y las empresas multinacionales desde 1993? Decenas o cientos. ¿Cuántos sometió Perú al arbitraje o fue llevado al mismo por las firmas protestantes? ¿Cuántos se perdieron?

La estabilidad jurídica es un disfraz para la imposición de las condiciones de tiempo, objetivo, presencia y garantías de las empresas poderosas que necesitan aprovechar esa fórmula para hacerse ricas en poco tiempo. Lo que en otros países duraría procesos más largos, en Perú es rapidísimo.

El capital foráneo, sus diseños, tecnología y todo el empaque modernizante que traen las inversiones, requieren de una ecuación justa con el Perú y las poblaciones en las cercanías, su horizonte de continuidad y un combate contra la contaminación y envilecimiento de los campos agrícolas o geografías mineras.

Un Estado claudicante como el que tenemos es inútil en la defensa del Perú.

Sin partidos políticos, las taifas que existen son bandas de asaltantes del Estado, que conviertan su prédica en entrenamiento para la defensa del país, el asunto se pone difícil. Por eso se pierden los arbitrajes, el mismo pueblo –sin saberlo ni enterarse- tiene que pagar las reparaciones y los fallos de tribunales notoriamente adversos y dejar de usar dinero que podría ser empleado en escuelas, alimentación y hospitales.

A los venales ¡qué les importa esta dura realidad! Viven felices en la siembra de mentiras y son vendepatrias corteses y amables cuando se trata de obsequiar al Perú a los grandes vivos foráneos que aprovechan de tanta cortesanía despreciable.

La pregunta es dura y directa: ¿Inversionistas o asaltantes?

 

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