Política

Quien escucha a Don Nadie, es Don Ninguno

hcmujica@gmail.com
Quien escucha a Don Nadie, es Don Ninguno
Quien escucha a Don Nadie, es Don Ninguno
30 de diciembre del 2022

Quien escucha a Don Nadie, es Don Ninguno

Perú produce, cada cierto tiempo, ejemplares de sentina, focos negros de los que nada se aprende, su continente es nulo, la estampa es feraz en naderías, la suma de sus contravirtudes, un cero categórico.

Después del 7 de diciembre y la ocurrencia incomprensible del ex presidente Pedro Castillo, afloraron a la superficie, muestras de ambas tendencias: los Don Nadie y los Don Ninguno.

Cuando la mordacidad atroz de Luis Alberto Sánchez atacaba, algo que era muy frecuente y ¡ay del escogido!, el maestro con voz educada pronunciaba la sentencia, especialmente en el Congreso: ¡no rebuzna porque es tímido!

Y legiferantes con miopía, presbicia y estrabismo oratorio hemos tenido por cientos. Don Manuel González Prada hablaba de logomaquia y sugería a los Congresos la posibilidad de contemplar, por debate y discusión y luego ley, la opción terminante de disolverse para siempre. No nos extrañe, pues, que en los días que corren, aquellos intonsos caminen por calles y plazas.

Anécdota inolvidable. Cuando la insolente mayoría fujimorista en el Parlamento, entre 1995-2000, Perú sufrió por la falta de cultura, nivel académico o decencia de no pocos de esos.

Había escrito en Liberación, en el 2000, bajo la dirección de César Hildebrandt que entonces acogía mis modestos aportes, una crónica citando a González Prada. Me enteré, con los días, que una doña de lengua viperina había ordenado a su asesor “conseguir la dirección y LE de don Manuel”. Cuando el ayudante, como es obvio, pretendió explicarle que eso era imposible, la energúmena lo despidió bajo la especie que “nadie puede ofender al presidente Fujimori”.

La innombrable que hasta ha “escrito” un “libro”, ignoraba que don Manuel González Prada, ya había fallecido en 1918.

Entonces, las conclusiones no pueden ser más divertidas cuanto que dicientes de qué clase de especímenes pueblan el Congreso en eras de oscurantismo feraz y estupidez elevada a nivel de política de Estado. Hoy como ayer.

¿Somos un país de juguete o uno de verdad?

En realidades como la nuestra, donde llueve para arriba, todo está al revés o patas arriba, el idiota es “analista” o “estratega político”. El vendepatria “hombre de negocios”. El bruto genuino o imbécil genético “se las sabe todas”. El regalón del patrimonio nacional “estadista”.

Debajo de cada piedra o en cada rama de árbol en Costa, Sierra o Montaña, se guarecen los genios progresistas capaces de sacar al Perú de su postrada frustración de ser un país incapaz de superar su estructura primario-exportadora y repetidora de modelos foráneos fracasados. He allí un álgido dilema que corresponde enfrentar y vencer a las nuevas juventudes.

Entonces vale la pena preguntarse si la culpa es de los Don Nadie que producen esperpentos naturales en ellos, no viven de otro modo, o de quiénes, al escucharles, tornan en Don Ninguno. El tarado o limitado estará orgulloso de sus confines siempre, desde el nacimiento a la tumba, porque jamás podrá concebir mayores horizontes. ¿Por causa de qué hay que dar bola a quienes no lo merecen?

Si los pícaros, sórdidos y bullangueros, se llevan los “reconocimientos, medallas o premios” que ellos mismos pagan, es porque los inteligentes, creadores y tenaces, viven felices en sus burbujas egoístas y olvidan que la unión hace la fuerza.

Al Perú no lo sacan de sus múltiples embrollos generados por numerosas pandillas de todo jaez, desde comerciales, financieras hasta narcotraficantes, los poemas y delicias de diagnóstico que venden los consultores para seguir viviendo del Estado.

Al Perú hay que comprenderlo como a un país enorme, rico y maltratado. Y prodigarle las mejores cuotas de creación feraz, inteligencia en acción y noticia positiva que sí podemos ser una nación de verdad y no chacra violenta donde todos los días muere gente a balazo limpio.

Pretender que Don Nadie nos convierta en Don Ninguno es coto privado de los brutitos. Que los miedos de comunicación se hagan eco de tanta barbaridad no extraña. Lo horrendo e inadmisible es que los seres perspicaces se enloden en aguas pestilentes.

Así de simple.

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Quien escucha a Don Nadie, es Don Ninguno

Perú produce, cada cierto tiempo, ejemplares de sentina, focos negros de los que nada se aprende, su continente es nulo, la estampa es feraz en naderías, la suma de sus contravirtudes, un cero categórico.

Después del 7 de diciembre y la ocurrencia incomprensible del ex presidente Pedro Castillo, afloraron a la superficie, muestras de ambas tendencias: los Don Nadie y los Don Ninguno.

Cuando la mordacidad atroz de Luis Alberto Sánchez atacaba, algo que era muy frecuente y ¡ay del escogido!, el maestro con voz educada pronunciaba la sentencia, especialmente en el Congreso: ¡no rebuzna porque es tímido!

Y legiferantes con miopía, presbicia y estrabismo oratorio hemos tenido por cientos. Don Manuel González Prada hablaba de logomaquia y sugería a los Congresos la posibilidad de contemplar, por debate y discusión y luego ley, la opción terminante de disolverse para siempre. No nos extrañe, pues, que en los días que corren, aquellos intonsos caminen por calles y plazas.

Anécdota inolvidable. Cuando la insolente mayoría fujimorista en el Parlamento, entre 1995-2000, Perú sufrió por la falta de cultura, nivel académico o decencia de no pocos de esos.

Había escrito en Liberación, en el 2000, bajo la dirección de César Hildebrandt que entonces acogía mis modestos aportes, una crónica citando a González Prada. Me enteré, con los días, que una doña de lengua viperina había ordenado a su asesor “conseguir la dirección y LE de don Manuel”. Cuando el ayudante, como es obvio, pretendió explicarle que eso era imposible, la energúmena lo despidió bajo la especie que “nadie puede ofender al presidente Fujimori”.

La innombrable que hasta ha “escrito” un “libro”, ignoraba que don Manuel González Prada, ya había fallecido en 1918.

Entonces, las conclusiones no pueden ser más divertidas cuanto que dicientes de qué clase de especímenes pueblan el Congreso en eras de oscurantismo feraz y estupidez elevada a nivel de política de Estado. Hoy como ayer.

¿Somos un país de juguete o uno de verdad?

En realidades como la nuestra, donde llueve para arriba, todo está al revés o patas arriba, el idiota es “analista” o “estratega político”. El vendepatria “hombre de negocios”. El bruto genuino o imbécil genético “se las sabe todas”. El regalón del patrimonio nacional “estadista”.

Debajo de cada piedra o en cada rama de árbol en Costa, Sierra o Montaña, se guarecen los genios progresistas capaces de sacar al Perú de su postrada frustración de ser un país incapaz de superar su estructura primario-exportadora y repetidora de modelos foráneos fracasados. He allí un álgido dilema que corresponde enfrentar y vencer a las nuevas juventudes.

Entonces vale la pena preguntarse si la culpa es de los Don Nadie que producen esperpentos naturales en ellos, no viven de otro modo, o de quiénes, al escucharles, tornan en Don Ninguno. El tarado o limitado estará orgulloso de sus confines siempre, desde el nacimiento a la tumba, porque jamás podrá concebir mayores horizontes. ¿Por causa de qué hay que dar bola a quienes no lo merecen?

Si los pícaros, sórdidos y bullangueros, se llevan los “reconocimientos, medallas o premios” que ellos mismos pagan, es porque los inteligentes, creadores y tenaces, viven felices en sus burbujas egoístas y olvidan que la unión hace la fuerza.

Al Perú no lo sacan de sus múltiples embrollos generados por numerosas pandillas de todo jaez, desde comerciales, financieras hasta narcotraficantes, los poemas y delicias de diagnóstico que venden los consultores para seguir viviendo del Estado.

Al Perú hay que comprenderlo como a un país enorme, rico y maltratado. Y prodigarle las mejores cuotas de creación feraz, inteligencia en acción y noticia positiva que sí podemos ser una nación de verdad y no chacra violenta donde todos los días muere gente a balazo limpio.

Pretender que Don Nadie nos convierta en Don Ninguno es coto privado de los brutitos. Que los miedos de comunicación se hagan eco de tanta barbaridad no extraña. Lo horrendo e inadmisible es que los seres perspicaces se enloden en aguas pestilentes.

Así de simple.

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