Política

Casi, casi, las cosas a medias y mal

hcmujica@gmail.com
EdificioMocho
1 de julio del 2024

Informe
Señal de Alerta-Herbert Mujica Rojas
2-7-2024

Casi, casi, las cosas a medias y mal

En Perú somos campeones del casi, casi. No pudimos clasificar a un mundial, pero casi se logró. La meta no es llegar al pico de la montaña, sino “casi la subimos”.

El casi, casi equivale todo a medias, por lo tanto, mal. Celébrase el proceso, no importa conquistar el triunfo (para otra vez será).

¿Cómo es en el Estado y su monstruosa burocracia pública?

Cuando un funcionario o empleado público recibe coimas o aprovecha negociaciones para favorecer su faltriquera, no le roba a su institución solamente: ¡enajena recursos-tributos que son del pueblo!

O sea ¡la mala acción del ratero, se comete contra el total del pueblo pagante!

En Perú, hace 203 años que vivimos la fantasía de una democracia representativa con senadores, diputados, alcaldes, gobernadores de pantalla.

Los reales mandones, son otros los que disponen a través de sus mandarines cómo se lleva la economía, qué y qué no se produce y cuando se firma y con quiénes, los grandes contratos millonarios.

La masa tributante, aún incompleta, de monstruosa asimetría porque los más chicos pagan impuestos mientras que los grandazos tienen la opción de judicializar sus deudas, hacerlas viejas y prescriptibles y la ecuación “salvadora” es descarada pero “normal”.

Ahogada la sociedad peruana en lenguajes burocráticos dificilísimos, que no dicen nada, que jamás responsabilizan a ninguno y que por el contrario, premian a los grandes pericotes, la sociedad duerme indolente y asimila que le roben, estafen, exaccionen ¡y hasta colabora sonriente y sin saberlo, en la mala acción!

Alguna vez Bolívar planteó el fusilamiento del funcionario deshonesto. Aquí sería algo difícil por mil razones, las que existen y otras mil que los abogángsteres inventarían, previo pago de sus infaltables honorarios.

Cuando el ciudadano paga sus impuestos, colabora de forma individual a la masa dineraria con que funciona el Estado.

Lo propio ocurre cuando las empresas (no todas, las tramposas hacen lo que quieren) honran los tributos.

Con base en esos ingresos se hacen los presupuestos que la burocracia pública tiene la obligación sagrada de cautelar para evitar su dispendio o mal uso o trampa o cohecho.

El ciudadano común tiene como “doctrina” desde pequeño que el “Estado es ineficiente”, que “aquí todos roban”, que “así es la política” y “se roba, pero se hace obra”.

Todo eso está en el aire, se normaliza como parte de nuestra vida cotidiana y no se analiza que estas monstruosidades asimiladas como extensiones de nuestro comportamiento, nos retratan como vulgares depredadores, exaccionadores del bien común y miserables.

El que nunca respetó el paso de las personas mayores o las esquinas para cruzar o dio el asiento a los ancianos o no saluda cuando entra a alguna parte, será el actor potencial y efectivo de muchas inconductas.

Quien no supo comprender que el dinero es solo un medio y no una meta que ambicionar para “comprar lo que se le dé la gana”, es un inescrupuloso a quien no importan las formas sino los “resultados”.Y si tiene que matar, lo hará.

El burócrata estatal, empleado o funcionario o gerente, si roba, no sólo tiene que pasar juicio administrativo, sino el penal, aplicarle el rigor máximo del Código pero también quedar fuera, vitaliciamente, del Estado.

Es que en Perú somos especialistas en hacer las cosas a medias, mal y con torva fe.

Miles de contratos con dedicatoria, aconchabados en las altas esferas, innumerables fortunas puestas a nombre de terceros o cuartos, como testaferros y cómplices; fortunas inexplicables, siempre serán indicios que algo huele mal, muy mal.

¿Ha visto, amable lector, que algún grupo político haga un mea culpa público, pida perdón por sus errores y formule propuestas coherentes, realistas, desde abajo hacia arriba y con miras a un país libre, justo y culto como decía la Constitución de 1979?

¡Es hora de arreglar al Perú pero no con poesía o discursitos que suenan bien y que no dicen nada, más que píldoras palurdas para oídos necios!

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Casi, casi, las cosas a medias y mal

En Perú somos campeones del casi, casi. No pudimos clasificar a un mundial, pero casi se logró. La meta no es llegar al pico de la montaña, sino “casi la subimos”.

El casi, casi equivale todo a medias, por lo tanto, mal. Celébrase el proceso, no importa conquistar el triunfo (para otra vez será).

¿Cómo es en el Estado y su monstruosa burocracia pública?

Cuando un funcionario o empleado público recibe coimas o aprovecha negociaciones para favorecer su faltriquera, no le roba a su institución solamente: ¡enajena recursos-tributos que son del pueblo!

O sea ¡la mala acción del ratero, se comete contra el total del pueblo pagante!

En Perú, hace 203 años que vivimos la fantasía de una democracia representativa con senadores, diputados, alcaldes, gobernadores de pantalla.

Los reales mandones, son otros los que disponen a través de sus mandarines cómo se lleva la economía, qué y qué no se produce y cuando se firma y con quiénes, los grandes contratos millonarios.

La masa tributante, aún incompleta, de monstruosa asimetría porque los más chicos pagan impuestos mientras que los grandazos tienen la opción de judicializar sus deudas, hacerlas viejas y prescriptibles y la ecuación “salvadora” es descarada pero “normal”.

Ahogada la sociedad peruana en lenguajes burocráticos dificilísimos, que no dicen nada, que jamás responsabilizan a ninguno y que por el contrario, premian a los grandes pericotes, la sociedad duerme indolente y asimila que le roben, estafen, exaccionen ¡y hasta colabora sonriente y sin saberlo, en la mala acción!

Alguna vez Bolívar planteó el fusilamiento del funcionario deshonesto. Aquí sería algo difícil por mil razones, las que existen y otras mil que los abogángsteres inventarían, previo pago de sus infaltables honorarios.

Cuando el ciudadano paga sus impuestos, colabora de forma individual a la masa dineraria con que funciona el Estado.

Lo propio ocurre cuando las empresas (no todas, las tramposas hacen lo que quieren) honran los tributos.

Con base en esos ingresos se hacen los presupuestos que la burocracia pública tiene la obligación sagrada de cautelar para evitar su dispendio o mal uso o trampa o cohecho.

El ciudadano común tiene como “doctrina” desde pequeño que el “Estado es ineficiente”, que “aquí todos roban”, que “así es la política” y “se roba, pero se hace obra”.

Todo eso está en el aire, se normaliza como parte de nuestra vida cotidiana y no se analiza que estas monstruosidades asimiladas como extensiones de nuestro comportamiento, nos retratan como vulgares depredadores, exaccionadores del bien común y miserables.

El que nunca respetó el paso de las personas mayores o las esquinas para cruzar o dio el asiento a los ancianos o no saluda cuando entra a alguna parte, será el actor potencial y efectivo de muchas inconductas.

Quien no supo comprender que el dinero es solo un medio y no una meta que ambicionar para “comprar lo que se le dé la gana”, es un inescrupuloso a quien no importan las formas sino los “resultados”.Y si tiene que matar, lo hará.

El burócrata estatal, empleado o funcionario o gerente, si roba, no sólo tiene que pasar juicio administrativo, sino el penal, aplicarle el rigor máximo del Código pero también quedar fuera, vitaliciamente, del Estado.

Es que en Perú somos especialistas en hacer las cosas a medias, mal y con torva fe.

Miles de contratos con dedicatoria, aconchabados en las altas esferas, innumerables fortunas puestas a nombre de terceros o cuartos, como testaferros y cómplices; fortunas inexplicables, siempre serán indicios que algo huele mal, muy mal.

¿Ha visto, amable lector, que algún grupo político haga un mea culpa público, pida perdón por sus errores y formule propuestas coherentes, realistas, desde abajo hacia arriba y con miras a un país libre, justo y culto como decía la Constitución de 1979?

¡Es hora de arreglar al Perú pero no con poesía o discursitos que suenan bien y que no dicen nada, más que píldoras palurdas para oídos necios!

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