Violencia política, deshonor y posverdad en el Perú contemporáneo
Violencia política, deshonor y posverdad en el Perú contemporáneo
I.
El Perú tiene la mala suerte de parecer no contar con honor y, lo peor es que, tampoco, parece querer contar con él.
Tal es así que se dice que todo depende del cristal con que se mire, pero, existen hechos y realidades que no pueden soslayarse ni aún en la interpretación más impresionista. Por ejemplo, respecto de la cruenta pugna entre los movimientos terroristas de izquierda como Sendero Luminoso y el MRTA y las Fuerzas Armadas nadie se pone de acuerdo en torno a la gravedad de las acciones de unos y otros cuando el conflicto contra el terrorismo y eso es un desacierto tremendo de todos los involucrados.
En este sentido, hubo una toma de rehenes por un colectivo terrorista en contra del país entero y Japón (pues su embajada en Perú fue siniestrada con todo y el embajador japonés) y eso el Perú ya sea bajo una democracia o una dictadura no lo podía permitir.
II.
Luego, si accedemos al discurso consecuente desde un entendimiento de las FF.AA. como elemento vertebrador de honor e identidad como sucede en los países más importantes del mundo, el horizonte se hace mucho más claro. Pero, si se halla uno en desacuerdo con esta estructura tradicional y se prefiere a un elemento subversivo terrorista por pura enajenación romántica o por convicción militante no siempre expuesta en público de modos valientes es obvio que la misma interpretación de los hechos estará contaminada de escoria ideológica.
III.
En este sentido, los comandos actuaron en defensa del país contra una amenaza terrorista de izquierda que afectaba no solo los intereses nacionales a nivel interno, sino, incluso a nivel del extranjero. La democracia y otras formas de gobierno no sirven como materia de análisis pues los militares tienen que obedecer y punto (aunque, aquí, muchas veces, hayan obrado de más). En lo personal, habría preferido a unas Fuerzas Armadas legítimamente insurrectas ante el golpe del 5 de abril de 1992 en lugar de la pandilla genuflexa ante Montesinos y la infama (y supuesta) Acta de Sujeción, pero eso es otra historia.
IV.
Por todo ello, la acción de los comandos fue valiosa en tanto puso cerco y fin a una amenaza terrorista izquierdista y deben ser defendidos en tanto se les ha atacado una y mil veces como al resto de las FF.AA. por cuenta de gente de izquierda que considera a los militares como terroristas mucho más dañinos que cualquier elemento senderista o emerretista y dignos de las peores condenas en tanto que a los subversivos terroristas izquierdistas los miman, entienden y hasta justifican pese a que ni siquiera en un orden revolucionario habrían tenido justificación alguna pues no tenían ni gozaban de condiciones objetivas para intentar la revolución en los años ochenta, etc.
V.
Por otro lado, toda crítica a Fujimori es bienvenida. Lo mismo respecto de Montesinos. Sin embargo, dichas críticas deben estar fundamentadas pues no todo lo que se orientó en aquellas épocas fue nefasto. El ordenamiento económico, por ejemplo, es positivo aunque con los consiguientes elementos contrarios al país que, sí creo, demuestran la nula cercanía sentimental de Fujimori con el Perú.
VI.
En este orden de cosas, Fujimori caminó entre los cadáveres de los terroristas sin ningún tipo de piedad. Eso no se le puede olvidar a un comunista y tampoco a un militar cuyos amigos y compañeros, hermanos de armas, hayan sido asesinados por la metralla terrorista de izquierda en aquellos aciagos años de la lucha contra la subversión. Obviamente, el repudio o ensalzamiento dependerá de cada intérprete y debemos preguntarnos, por lo tanto, cuál de estas dos posiciones le sirve más al país y a la nación.
Asimismo, es fundamental entender que no todos los comandos violentaron los derechos humanos de los terroristas emerretistas. Del mismo modo, es necesario admitir que aquellos que lo hicieron pueden ser vituperados, pero, no así, los demás patriotas. Este discernimiento es casi lo mismo que diferenciar a un guerrillero o a un rebelde patriota respecto de un terrorista o un subversivo enajenado por la ideología y el mal, solo es cuestión de abrir los ojos y ver de verdad.
VII.
Al hablar de las FF.AA estamos hablando de una institución que padeció los malos manejos de los gobernantes del país desde antes de la Guerra con Chile y hasta ahora.
Por otro lado, los emerretistas que tomaron la embajada de Japón buscaban la liberación de sus líderes muy justamente presos. Eso es algo que no debe olvidarse. No se les puede denominar “presos políticos”, por ejemplo, pese a las diferencias de todo orden que existen entre SL y MRTA.
VIII.
Es imposible negar las acciones condenables de muchos militares, pero esas sanciones individualizadas no tienen por qué afectar a la institución. En este sentido, es insostenible atacar a las FF.AA., máxime cuando se libraba una guerra contra el terrorismo y una izquierda enajenada que no advertía lo inapropiado de sus planteamientos.
IX.
Finalmente, acaso toda la izquierda de ve responsabilizada por las acciones de la izquierda revolucionaria y, del mismo modo, acaso toda la izquierda revolucionaria se ve contaminada por la responsabilidad en la que ha incidido la izquierda terrorista de SL y MRTA? Si advertimos los matices y discernimos, solo podremos concluir en que se mantienen escindidas las responsabilidades tanto en las izquierdas como en las Fuerzas Armadas.
X.
Por último, no todo se acaba en una simple crítica o repudio del fujimorismo, ni cualquier cosa que se le oponga al fujimorismo deviene en un elemento virtuoso. Castillo es la mejor prueba de este detalle último.
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Violencia política, deshonor y posverdad en el Perú contemporáneo
I.
El Perú tiene la mala suerte de parecer no contar con honor y, lo peor es que, tampoco, parece querer contar con él.
Tal es así que se dice que todo depende del cristal con que se mire, pero, existen hechos y realidades que no pueden soslayarse ni aún en la interpretación más impresionista. Por ejemplo, respecto de la cruenta pugna entre los movimientos terroristas de izquierda como Sendero Luminoso y el MRTA y las Fuerzas Armadas nadie se pone de acuerdo en torno a la gravedad de las acciones de unos y otros cuando el conflicto contra el terrorismo y eso es un desacierto tremendo de todos los involucrados.
En este sentido, hubo una toma de rehenes por un colectivo terrorista en contra del país entero y Japón (pues su embajada en Perú fue siniestrada con todo y el embajador japonés) y eso el Perú ya sea bajo una democracia o una dictadura no lo podía permitir.
II.
Luego, si accedemos al discurso consecuente desde un entendimiento de las FF.AA. como elemento vertebrador de honor e identidad como sucede en los países más importantes del mundo, el horizonte se hace mucho más claro. Pero, si se halla uno en desacuerdo con esta estructura tradicional y se prefiere a un elemento subversivo terrorista por pura enajenación romántica o por convicción militante no siempre expuesta en público de modos valientes es obvio que la misma interpretación de los hechos estará contaminada de escoria ideológica.
III.
En este sentido, los comandos actuaron en defensa del país contra una amenaza terrorista de izquierda que afectaba no solo los intereses nacionales a nivel interno, sino, incluso a nivel del extranjero. La democracia y otras formas de gobierno no sirven como materia de análisis pues los militares tienen que obedecer y punto (aunque, aquí, muchas veces, hayan obrado de más). En lo personal, habría preferido a unas Fuerzas Armadas legítimamente insurrectas ante el golpe del 5 de abril de 1992 en lugar de la pandilla genuflexa ante Montesinos y la infama (y supuesta) Acta de Sujeción, pero eso es otra historia.
IV.
Por todo ello, la acción de los comandos fue valiosa en tanto puso cerco y fin a una amenaza terrorista izquierdista y deben ser defendidos en tanto se les ha atacado una y mil veces como al resto de las FF.AA. por cuenta de gente de izquierda que considera a los militares como terroristas mucho más dañinos que cualquier elemento senderista o emerretista y dignos de las peores condenas en tanto que a los subversivos terroristas izquierdistas los miman, entienden y hasta justifican pese a que ni siquiera en un orden revolucionario habrían tenido justificación alguna pues no tenían ni gozaban de condiciones objetivas para intentar la revolución en los años ochenta, etc.
V.
Por otro lado, toda crítica a Fujimori es bienvenida. Lo mismo respecto de Montesinos. Sin embargo, dichas críticas deben estar fundamentadas pues no todo lo que se orientó en aquellas épocas fue nefasto. El ordenamiento económico, por ejemplo, es positivo aunque con los consiguientes elementos contrarios al país que, sí creo, demuestran la nula cercanía sentimental de Fujimori con el Perú.
VI.
En este orden de cosas, Fujimori caminó entre los cadáveres de los terroristas sin ningún tipo de piedad. Eso no se le puede olvidar a un comunista y tampoco a un militar cuyos amigos y compañeros, hermanos de armas, hayan sido asesinados por la metralla terrorista de izquierda en aquellos aciagos años de la lucha contra la subversión. Obviamente, el repudio o ensalzamiento dependerá de cada intérprete y debemos preguntarnos, por lo tanto, cuál de estas dos posiciones le sirve más al país y a la nación.
Asimismo, es fundamental entender que no todos los comandos violentaron los derechos humanos de los terroristas emerretistas. Del mismo modo, es necesario admitir que aquellos que lo hicieron pueden ser vituperados, pero, no así, los demás patriotas. Este discernimiento es casi lo mismo que diferenciar a un guerrillero o a un rebelde patriota respecto de un terrorista o un subversivo enajenado por la ideología y el mal, solo es cuestión de abrir los ojos y ver de verdad.
VII.
Al hablar de las FF.AA estamos hablando de una institución que padeció los malos manejos de los gobernantes del país desde antes de la Guerra con Chile y hasta ahora.
Por otro lado, los emerretistas que tomaron la embajada de Japón buscaban la liberación de sus líderes muy justamente presos. Eso es algo que no debe olvidarse. No se les puede denominar “presos políticos”, por ejemplo, pese a las diferencias de todo orden que existen entre SL y MRTA.
VIII.
Es imposible negar las acciones condenables de muchos militares, pero esas sanciones individualizadas no tienen por qué afectar a la institución. En este sentido, es insostenible atacar a las FF.AA., máxime cuando se libraba una guerra contra el terrorismo y una izquierda enajenada que no advertía lo inapropiado de sus planteamientos.
IX.
Finalmente, acaso toda la izquierda de ve responsabilizada por las acciones de la izquierda revolucionaria y, del mismo modo, acaso toda la izquierda revolucionaria se ve contaminada por la responsabilidad en la que ha incidido la izquierda terrorista de SL y MRTA? Si advertimos los matices y discernimos, solo podremos concluir en que se mantienen escindidas las responsabilidades tanto en las izquierdas como en las Fuerzas Armadas.
X.
Por último, no todo se acaba en una simple crítica o repudio del fujimorismo, ni cualquier cosa que se le oponga al fujimorismo deviene en un elemento virtuoso. Castillo es la mejor prueba de este detalle último.