¿Sagrada e intocable palabra de Fitch Ratings?
Una de las entidades más importantes de perfil tecnocrático y nunca cuestionado, la constituyen las calificadoras financieras. En un dos por tres pueden traerse abajo negocios, reputaciones económicas u orientar, a su conveniencia y a la de sus clientes más poderosos, negocios gigantes.
Días atrás la calificadora Fitch Ratings cambió de estable a negativa la perspectiva del Perú. De inmediato, esos bobos feligreses que interpretan como sagrados sus análisis, adoptaron la pose servil de tomar lo que dice Fitch como el apocalipsis.
Según informó esa entidad la “Variación de la calificadora en la visión del país se debe al deterioro de la estabilidad política y eficacia del Gobierno. Riesgo de baja en la calificación crediticia aumenta”.
Una definición generalizada de las clasificadoras de riesgo es que son compañías dedicadas a calificar la capacidad de una empresa, una institución o un gobierno para cumplir con sus obligaciones financieras en los términos establecidos. Es decir, se encargan de medir la probabilidad de incumplimiento de pago de una deuda.
¿Cómo se llama esta forma de intervención de los países u organizaciones multinacionales que custodian los intereses de sus empresas privadas, estatales-privadas o mixtas en nuestros países? Cuando el capital migra procurando mercados y como parte de su desarrollo de forma multidiversa, se llama inversión que trae el fenómeno imperialista.
Para los vagos de la derecha, eso ya no existe. Para los marxistas de quiosco, las definiciones se han quedado en los viejos manuales de hace más de 50 años. Pero el fenómeno mutó, acrecentó su influencia y discurre vía toda clase de caminos: agencias de cooperación, calificadoras, ONGs y demás inventos contemporáneos.
En el artículo Las calificadoras de riesgo, el autor, Alejandro Marcó del Pont, anota: “La pregunta que se desprende del relato es cómo pueden estos farsantes determinar qué Estado, provincia, municipio, banco o empresa, se encuentra financieramente solvente, si cuando les conviene el acero se vuelve cristal y lo frágil tiene la solidez de una roca. ¿Qué mecanismo los ampara para que los “mercados” sigan ciegamente sus designios y, por cierto, quiénes están detrás de estos chamanes de la credibilidad?
Abundemos en esto para tratar de entenderlo mejor. En el pasado, los inversores le pagaban a las calificadoras de riesgo para que les brindaran información sobre la solvencia de la empresa en la pretendían invertir. Ahora, los emisores están obligados a pagarle a una calificadora para obtener una calificación favorable. Pero estas mismas calificadoras les cobran a los inversores por saber la salud de quienes ellos han calificado.
Esta estrecha relación, al estar en ambos lados del escritorio, hace que sus consejos sean más que arbitrarios e interesados. El sistema implementado es tan absurdo como si alguien que fuera a comprar un auto usado se dejara guiar por el certificado de garantía dado por un mecánico pagado por la empresa que vende el coche https://rebelion.org/las-calificadoras-de-riesgo/
Para Ricardo Monreal en el artículo Las calificadoras de riesgo: entre la técnica y la política, es interesante subrayar:
“En ese contexto, la Organización de Naciones Unidas (ONU) indicó recientemente, por medio de su experta independiente sobre deuda externa y derechos humanos, Yuefen Li, que las tres grandes agencias de calificación crediticia –Standard & Poors, Moody’s y Fitch Ratings– tienen una influencia excesiva sobre las decisiones de los préstamos, condiciones e intereses de la deuda soberana de los países.
A ello agregó que debe reformarse urgentemente la arquitectura internacional de la deuda, suspender la emisión de calificaciones de crédito durante las crisis, como la de la COVID-19, así como revisar los criterios de operación de las calificadoras de riesgo crediticio. Lo anterior sin obviar que la misma experta de la ONU llamó a las calificadoras a incorporar el enfoque de derechos humanos en su trabajo para que los países cuenten con suficiente capacidad fiscal a fin de invertir en protección social, alimentación, salud y educación o en políticas contra la pobreza y la desigualdad.”
https://ricardomonrealavila.com/las-calificadoras-de-riesgo-entre-la-tecnica-y-la-politica/
¡Ni la expresión de una clasificadora tiene rango de ley y mucho menos es palabra sagrada de absolutamente nada! Los que creen esa tontería son colonos mentales, acríticos ineptos para razonar con mínima dignidad nacional o son agentes nativos al servicio no de su país sino de los que vienen de afuera.
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¿Sagrada e intocable palabra de Fitch Ratings?
Una de las entidades más importantes de perfil tecnocrático y nunca cuestionado, la constituyen las calificadoras financieras. En un dos por tres pueden traerse abajo negocios, reputaciones económicas u orientar, a su conveniencia y a la de sus clientes más poderosos, negocios gigantes.
Días atrás la calificadora Fitch Ratings cambió de estable a negativa la perspectiva del Perú. De inmediato, esos bobos feligreses que interpretan como sagrados sus análisis, adoptaron la pose servil de tomar lo que dice Fitch como el apocalipsis.
Según informó esa entidad la “Variación de la calificadora en la visión del país se debe al deterioro de la estabilidad política y eficacia del Gobierno. Riesgo de baja en la calificación crediticia aumenta”.
Una definición generalizada de las clasificadoras de riesgo es que son compañías dedicadas a calificar la capacidad de una empresa, una institución o un gobierno para cumplir con sus obligaciones financieras en los términos establecidos. Es decir, se encargan de medir la probabilidad de incumplimiento de pago de una deuda.
¿Cómo se llama esta forma de intervención de los países u organizaciones multinacionales que custodian los intereses de sus empresas privadas, estatales-privadas o mixtas en nuestros países? Cuando el capital migra procurando mercados y como parte de su desarrollo de forma multidiversa, se llama inversión que trae el fenómeno imperialista.
Para los vagos de la derecha, eso ya no existe. Para los marxistas de quiosco, las definiciones se han quedado en los viejos manuales de hace más de 50 años. Pero el fenómeno mutó, acrecentó su influencia y discurre vía toda clase de caminos: agencias de cooperación, calificadoras, ONGs y demás inventos contemporáneos.
En el artículo Las calificadoras de riesgo, el autor, Alejandro Marcó del Pont, anota: “La pregunta que se desprende del relato es cómo pueden estos farsantes determinar qué Estado, provincia, municipio, banco o empresa, se encuentra financieramente solvente, si cuando les conviene el acero se vuelve cristal y lo frágil tiene la solidez de una roca. ¿Qué mecanismo los ampara para que los “mercados” sigan ciegamente sus designios y, por cierto, quiénes están detrás de estos chamanes de la credibilidad?
Abundemos en esto para tratar de entenderlo mejor. En el pasado, los inversores le pagaban a las calificadoras de riesgo para que les brindaran información sobre la solvencia de la empresa en la pretendían invertir. Ahora, los emisores están obligados a pagarle a una calificadora para obtener una calificación favorable. Pero estas mismas calificadoras les cobran a los inversores por saber la salud de quienes ellos han calificado.
Esta estrecha relación, al estar en ambos lados del escritorio, hace que sus consejos sean más que arbitrarios e interesados. El sistema implementado es tan absurdo como si alguien que fuera a comprar un auto usado se dejara guiar por el certificado de garantía dado por un mecánico pagado por la empresa que vende el coche https://rebelion.org/las-calificadoras-de-riesgo/
Para Ricardo Monreal en el artículo Las calificadoras de riesgo: entre la técnica y la política, es interesante subrayar:
“En ese contexto, la Organización de Naciones Unidas (ONU) indicó recientemente, por medio de su experta independiente sobre deuda externa y derechos humanos, Yuefen Li, que las tres grandes agencias de calificación crediticia –Standard & Poors, Moody’s y Fitch Ratings– tienen una influencia excesiva sobre las decisiones de los préstamos, condiciones e intereses de la deuda soberana de los países.
A ello agregó que debe reformarse urgentemente la arquitectura internacional de la deuda, suspender la emisión de calificaciones de crédito durante las crisis, como la de la COVID-19, así como revisar los criterios de operación de las calificadoras de riesgo crediticio. Lo anterior sin obviar que la misma experta de la ONU llamó a las calificadoras a incorporar el enfoque de derechos humanos en su trabajo para que los países cuenten con suficiente capacidad fiscal a fin de invertir en protección social, alimentación, salud y educación o en políticas contra la pobreza y la desigualdad.”
https://ricardomonrealavila.com/las-calificadoras-de-riesgo-entre-la-tecnica-y-la-politica/
¡Ni la expresión de una clasificadora tiene rango de ley y mucho menos es palabra sagrada de absolutamente nada! Los que creen esa tontería son colonos mentales, acríticos ineptos para razonar con mínima dignidad nacional o son agentes nativos al servicio no de su país sino de los que vienen de afuera.