¿Quién insulta más al presidente?
Casi desde que inició su mandato el presidente Pedro Castillo ha sido el pararrayos de multitud de epítetos, calificaciones soeces y hay una especie de placer enfermizo en zaherirlo de la peor manera. En las redes sociales donde abundan iletrados genuinos y escritores en ciernes, puede verse una galería muy rica y diversa.
En la prensa escrita, hablada y televisada no pocas veces personeros de movimientos políticos han regalado comentarios miserables sobre el jefe de Estado. Más allá de las monumentales torpezas de su frágil gobierno y de la clarísima intromisión de gente inadecuada y hasta indeseable, hay que dejar actuar a las instituciones responsables.
“Cualquiera es un señor, lo mismo un burro que un gran profesor”, palabras que pertenecen al inmortal tango Cambalache y que grafica la vulgaridad ostentosa con que se “discute” de política en Perú.
Con frecuencia, en el afán cínico de borrar escándalos de sus gobiernos, patotas de ex legisladores, no ahorran dardos y disparan con ventilador. ¡Cómo si eso ayudara a construir un mensaje razonable, de futuro y estabilidad para edificar la democracia!
Analfabetos funcionales, de arriba y de abajo, con igual estupidez congénita (hay que reconocerles algún mérito) se esmeran en “escribir” las más inverosímiles descripciones del mandatario Castillo.
La política también debe ser, y sobre todo, pedagogía y enseñanza metódica de valores morales, valoraciones ciudadanas, ambiciones constructivas de querer ser y cómo hacerlo. Impulsarlo con ciencia y conciencia, representa una misión de la que no es ajena el periodismo, entendido como el arte de informar con apego a la verdad. Y, si fuera el caso, demostrar la fortaleza de las fuentes.
¿Cumplen los clubes electorales algún papel en este cometido? Luego de las elecciones del domingo pasado, estas sociedades de ganapanes evidenciaron su raquítica presencia en el país. Han sido en la mayoría de casos, presencias regionales y locales, las que dieron las campanadas y se alzaron con las preseas ediles y regionales.
Lo trágico es que no impera el uso de la razón y demos primacía, con bombos y platillos, a los fundamentalistas, acérrimos ortodoxos de sus confesiones y grandes vivos que saben cómo saquear el aparato del Estado.
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¿Quién insulta más al presidente?
Casi desde que inició su mandato el presidente Pedro Castillo ha sido el pararrayos de multitud de epítetos, calificaciones soeces y hay una especie de placer enfermizo en zaherirlo de la peor manera. En las redes sociales donde abundan iletrados genuinos y escritores en ciernes, puede verse una galería muy rica y diversa.
En la prensa escrita, hablada y televisada no pocas veces personeros de movimientos políticos han regalado comentarios miserables sobre el jefe de Estado. Más allá de las monumentales torpezas de su frágil gobierno y de la clarísima intromisión de gente inadecuada y hasta indeseable, hay que dejar actuar a las instituciones responsables.
“Cualquiera es un señor, lo mismo un burro que un gran profesor”, palabras que pertenecen al inmortal tango Cambalache y que grafica la vulgaridad ostentosa con que se “discute” de política en Perú.
Con frecuencia, en el afán cínico de borrar escándalos de sus gobiernos, patotas de ex legisladores, no ahorran dardos y disparan con ventilador. ¡Cómo si eso ayudara a construir un mensaje razonable, de futuro y estabilidad para edificar la democracia!
Analfabetos funcionales, de arriba y de abajo, con igual estupidez congénita (hay que reconocerles algún mérito) se esmeran en “escribir” las más inverosímiles descripciones del mandatario Castillo.
La política también debe ser, y sobre todo, pedagogía y enseñanza metódica de valores morales, valoraciones ciudadanas, ambiciones constructivas de querer ser y cómo hacerlo. Impulsarlo con ciencia y conciencia, representa una misión de la que no es ajena el periodismo, entendido como el arte de informar con apego a la verdad. Y, si fuera el caso, demostrar la fortaleza de las fuentes.
¿Cumplen los clubes electorales algún papel en este cometido? Luego de las elecciones del domingo pasado, estas sociedades de ganapanes evidenciaron su raquítica presencia en el país. Han sido en la mayoría de casos, presencias regionales y locales, las que dieron las campanadas y se alzaron con las preseas ediles y regionales.
Lo trágico es que no impera el uso de la razón y demos primacía, con bombos y platillos, a los fundamentalistas, acérrimos ortodoxos de sus confesiones y grandes vivos que saben cómo saquear el aparato del Estado.