Política

¡Política, mentiras y tontos de capirote

hcmujica@gmail.com
Resizedembusterosmentirosos
6 de noviembre del 2024

Informe
Señal de Alerta-Herbert Mujica Rojas
7-11-2024

¡Política, mentiras y tontos de capirote

En nuestra vida cotidiana, la mentira es divisa, en cualquier ámbito, este “arte” se maneja con habilidad y sin vergüenza alguna.

Quien quiera dedicarse a la política, tal como se la concibe, se la siente y asume en Perú, tiene que, de un modo u otro, por inercia o por conveniencia, aprender a ser un vulgar mentiroso, un palurdo caradura y un miserable todo-terreno.

A la inversa, al íntegro y honesto, se le considera un tonto de capirote.

Desde pequeños se aprende a convivir con la “mentira blanca” o ligera que no inhibe su contenido falsario sino que lo minimiza para hacerlo menos culposo. Pero allí comienza el perfeccionamiento criminal.

Aquí abundan los que dicen que no dijeron, que la prensa tergiversó sus palabras, que les atribuyeron frases fuera de contexto, que todo el mundo está equivocado, dejando –claro está- a salvo el poder corrupto de sus mentiras, el cáncer que ha envilecido hasta las alcantarillas, la política nacional.

No sentir remordimiento ni arrepentimiento modela a las grandes figuras despiadadas que pisan a todos en su camino con tal de obtener lo que ambicionan. El fin justifica los medios.

¿Por causa de qué los embustes de los mentirosos profesionales no generan sorpresa o indignación, al menos de manera aparente?

Don Manuel González Prada ya retrataba la pobreza intelectual, moral, cuasi sempiterna, desde el mismo inicio de la República, de los legiferantes. A ellos se otorga, por historia, un despreciable lugar en el fango pestífero vigente.

Y, como en todos los ámbitos, hay excepciones que siempre son minoría menos que minúscula.

Todos los días hay versiones que desmienten lo que ayer se anunciaba en el gobierno, parlamento, municipalidades, gobiernos regionales. ¡La mentira es su blasón!

La conjura no es gratuita. Obedece a la componenda de embrutecimiento colectivo que discurre por los medios de comunicación que alientan persecuciones políticas y la demonización de quienes, por tener otros puntos de vista, son caracterizados como violentistas y malos, en suma, gente a la que hay que encarcelar o eliminar por las vías que fueran.

Cuando se embrutece colectivamente a un pueblo, por televisión, radios y miedos, los resultados pueden ser aterradores: gente acrítica, conformista, “feliz” de vivir en miseria material y espiritual y resignada a su destino. Seres sin vida porque tienen el alma muerta.

El adocenamiento de la política tiene en los mentirosos profesionales a sus vectores más despreciables. Son ellos los que se encargan de mantener el status quo y las asimetrías sociales.

Menester sería que se haga una estadística para ver quiénes son nuestros “formadores de opinión, politólogos, analistas, expertos” que rotan todas las semanas en los mismos sitios.

Sin embargo de lo antedicho, múltiples grupos juveniles y universitarios, campesinos y de base y con savia popular, están generando sus propuestas y alentando el estudio de nuevos caminos.

Los partidos políticos no existen, son vulgares clubes electorales listos para mamar de la ubre del Estado, pero incapaces de demostrar limpieza u honestidad.

Del Congreso no se puede decir casi nada bueno o constructivo. Hundidos en la mentira institucional que son “representantes”, la gente abomina de ellos y no los quiere porque ellos mismos se lo han buscado.

Es que para ser brutos no se estudia y han determinado que hay que subir la punición contra los que incurran en “difamación agravada”.

En Perú por “quítame estas pajas” se enjuicia penalmente a cualquiera. Con más de una decena de procesos penales resueltos, todos, a mi favor, sé lo que digo. Pero también recuerdo el acoso judicial a cargo de los abogángsteres de la parte contraria.

Y por si no bastara lo antedicho, nuevas leyes ahora sueltan a delincuentes convictos y confesos que se van a sus casas y a sus “trabajos”, es decir a persistir delinquiendo.

La esperanza de barrer y pulverizar a los mentirosos profesionales no sólo es una aspiración. Es un deber ineludible y condición indispensable para sanear la cosa pública.

¡Cuántos mentirosos dijeron en sus discursos de todo y prometieron hasta el cielo y lo único que hicieron fue robar! Por algo hay varios ex presidentes en la cárcel o con restricciones. No olvidemos al charlatán que prefirió el suicidio cobarde.

El agotamiento de la estampa felona será tarea de las nuevas promociones, mientras tanto, agitar las banderas del amor a la patria, la identificación con el Ande y la ambición y realidad de lucha por un Perú libre, justo y culto, siempre será tarea sagrada e irrenunciable.

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¡Política, mentiras y tontos de capirote

En nuestra vida cotidiana, la mentira es divisa, en cualquier ámbito, este “arte” se maneja con habilidad y sin vergüenza alguna.

Quien quiera dedicarse a la política, tal como se la concibe, se la siente y asume en Perú, tiene que, de un modo u otro, por inercia o por conveniencia, aprender a ser un vulgar mentiroso, un palurdo caradura y un miserable todo-terreno.

A la inversa, al íntegro y honesto, se le considera un tonto de capirote.

Desde pequeños se aprende a convivir con la “mentira blanca” o ligera que no inhibe su contenido falsario sino que lo minimiza para hacerlo menos culposo. Pero allí comienza el perfeccionamiento criminal.

Aquí abundan los que dicen que no dijeron, que la prensa tergiversó sus palabras, que les atribuyeron frases fuera de contexto, que todo el mundo está equivocado, dejando –claro está- a salvo el poder corrupto de sus mentiras, el cáncer que ha envilecido hasta las alcantarillas, la política nacional.

No sentir remordimiento ni arrepentimiento modela a las grandes figuras despiadadas que pisan a todos en su camino con tal de obtener lo que ambicionan. El fin justifica los medios.

¿Por causa de qué los embustes de los mentirosos profesionales no generan sorpresa o indignación, al menos de manera aparente?

Don Manuel González Prada ya retrataba la pobreza intelectual, moral, cuasi sempiterna, desde el mismo inicio de la República, de los legiferantes. A ellos se otorga, por historia, un despreciable lugar en el fango pestífero vigente.

Y, como en todos los ámbitos, hay excepciones que siempre son minoría menos que minúscula.

Todos los días hay versiones que desmienten lo que ayer se anunciaba en el gobierno, parlamento, municipalidades, gobiernos regionales. ¡La mentira es su blasón!

La conjura no es gratuita. Obedece a la componenda de embrutecimiento colectivo que discurre por los medios de comunicación que alientan persecuciones políticas y la demonización de quienes, por tener otros puntos de vista, son caracterizados como violentistas y malos, en suma, gente a la que hay que encarcelar o eliminar por las vías que fueran.

Cuando se embrutece colectivamente a un pueblo, por televisión, radios y miedos, los resultados pueden ser aterradores: gente acrítica, conformista, “feliz” de vivir en miseria material y espiritual y resignada a su destino. Seres sin vida porque tienen el alma muerta.

El adocenamiento de la política tiene en los mentirosos profesionales a sus vectores más despreciables. Son ellos los que se encargan de mantener el status quo y las asimetrías sociales.

Menester sería que se haga una estadística para ver quiénes son nuestros “formadores de opinión, politólogos, analistas, expertos” que rotan todas las semanas en los mismos sitios.

Sin embargo de lo antedicho, múltiples grupos juveniles y universitarios, campesinos y de base y con savia popular, están generando sus propuestas y alentando el estudio de nuevos caminos.

Los partidos políticos no existen, son vulgares clubes electorales listos para mamar de la ubre del Estado, pero incapaces de demostrar limpieza u honestidad.

Del Congreso no se puede decir casi nada bueno o constructivo. Hundidos en la mentira institucional que son “representantes”, la gente abomina de ellos y no los quiere porque ellos mismos se lo han buscado.

Es que para ser brutos no se estudia y han determinado que hay que subir la punición contra los que incurran en “difamación agravada”.

En Perú por “quítame estas pajas” se enjuicia penalmente a cualquiera. Con más de una decena de procesos penales resueltos, todos, a mi favor, sé lo que digo. Pero también recuerdo el acoso judicial a cargo de los abogángsteres de la parte contraria.

Y por si no bastara lo antedicho, nuevas leyes ahora sueltan a delincuentes convictos y confesos que se van a sus casas y a sus “trabajos”, es decir a persistir delinquiendo.

La esperanza de barrer y pulverizar a los mentirosos profesionales no sólo es una aspiración. Es un deber ineludible y condición indispensable para sanear la cosa pública.

¡Cuántos mentirosos dijeron en sus discursos de todo y prometieron hasta el cielo y lo único que hicieron fue robar! Por algo hay varios ex presidentes en la cárcel o con restricciones. No olvidemos al charlatán que prefirió el suicidio cobarde.

El agotamiento de la estampa felona será tarea de las nuevas promociones, mientras tanto, agitar las banderas del amor a la patria, la identificación con el Ande y la ambición y realidad de lucha por un Perú libre, justo y culto, siempre será tarea sagrada e irrenunciable.

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