Política

Apra: crisis terminal y gatos de despenseros

hcmujica@gmail.com
Apra: crisis terminal y gatos de despenseros
Apra: crisis terminal y gatos de despenseros
28 de diciembre del 2020

Apra: crisis terminal y gatos de despenseros

Los únicos que no pueden seguir en ningún cargo, responsabilidad o figuración en la tristísima crisis cuasi terminal que padece el Apra, son sus autores: los alanistas de todo pelaje. Su inmoralidad perpetua y delictiva, su falta de apego a cualquier barrunto ideológico o doctrinario aprista, les sume en un fondo abisal sin retorno.

Es decir los gatos alanistas no pueden estar de despenseros en cualquier Comando de Acción, de Urgencia, o como deseen llamarlo si los apristas emprenden una reorganización radical, moratoria de al menos un lustro alejados de cualquier comicio y la pulverización de todos los hampones y rufianes que convirtieron la política en vil negociado culpable que denunciaba el fundador Haya de la Torre desde San Lorenzo en octubre de 1923.

La señora Nidia Vílchez no es ajena a la cúpula alanista, la integra desde siempre, fue silenciosa y disciplinada seguidora de todas las imposturas que degradaron al Partido Aprista a ser casi una agrupación clandestina en la política peruana. De haber sido clarín y pregón de protesta, lucha por la justicia social y en olor de multitudes por 50 años, a ni siquiera aspirar al mísero 1% para el 11 de abril del 2021.

Caimanes del mismo pozo se agarraron a dentelladas y obtuvieron la NO inscripción de las listas de candidatos al Congreso por necedad y boicot entre ellos mismos. No se puede culpar al JNE por insensateces ajenas. Es un vulgar pretexto decir que existe “voluntad de fraude”. ¿Qué voluntad de fraude puede haber con una agrupación que apenas podría rozar un dígito en las preferencias electorales? Cuando la señora Nidia arguye eso, cae en falacia palurda.

Dos décadas atrás escribí en Liberación:

“Uno de los contrabandos más eximios, de esos que parecen verdad pero son más bien aparentes que reales, ha sido la especie que pretende mimetizar al aprismo con la carrera particular, personal, absolutamente angurrienta de mando del señor Alan García Pérez, ex presidente del Perú, durante el bochornoso, por aventurero, quinquenio de ejercicio gubernativo entre 1985-1990. Así, la noche de 1992, cuando la fuga del Mozallón por los techos, tras una incómoda estancia en un barril sin agua, hacia Colombia, se estudió bien el destino. Entre 1949-1954, Haya de la Torre fue inquilino forzado de la Embajada de Colombia porque la dictadura odriísta lo mantuvo virtualmente preso. Pero Víctor Raúl fue creador de una doctrina con atisbos audaces de propuesta latinoamericana. Al conjuro de su voz y de su formidable presencia moral, las multitudes encaminaban sus protestas, entonaban sus cantos, marchaban a la revuelta, morían frente a los paredones o se pudrían en las ergástulas. Eran los tiempos en que el destino de una buena parte de peruanos era: encierro, destierro, entierro.” (20-1-2001/Liberación* ¡El aprismo es aprismo, no alanismo!
http://senaldealerta.pe/pol%C3%ADtica/%C2%A1el-aprismo-es-aprismo-no-alanismo)

Nada parece augurar mejores resultados al Apra en los días y meses siguientes, la desorganización, orfandad moral y caos interno parecieran explotar en cadena en las bases supérstites. Que no extrañe que acciones indignadas empujen a caminos poco ortodoxos, al menos en lo que va de las últimas tres décadas y media.

Los fautores de esta tragedia sólo merecen el desprecio más categórico y el paredón moral que los fusile y los lleve al genuino lugar al que pertenecen: al olvido.

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Apra: crisis terminal y gatos de despenseros

Los únicos que no pueden seguir en ningún cargo, responsabilidad o figuración en la tristísima crisis cuasi terminal que padece el Apra, son sus autores: los alanistas de todo pelaje. Su inmoralidad perpetua y delictiva, su falta de apego a cualquier barrunto ideológico o doctrinario aprista, les sume en un fondo abisal sin retorno.

Es decir los gatos alanistas no pueden estar de despenseros en cualquier Comando de Acción, de Urgencia, o como deseen llamarlo si los apristas emprenden una reorganización radical, moratoria de al menos un lustro alejados de cualquier comicio y la pulverización de todos los hampones y rufianes que convirtieron la política en vil negociado culpable que denunciaba el fundador Haya de la Torre desde San Lorenzo en octubre de 1923.

La señora Nidia Vílchez no es ajena a la cúpula alanista, la integra desde siempre, fue silenciosa y disciplinada seguidora de todas las imposturas que degradaron al Partido Aprista a ser casi una agrupación clandestina en la política peruana. De haber sido clarín y pregón de protesta, lucha por la justicia social y en olor de multitudes por 50 años, a ni siquiera aspirar al mísero 1% para el 11 de abril del 2021.

Caimanes del mismo pozo se agarraron a dentelladas y obtuvieron la NO inscripción de las listas de candidatos al Congreso por necedad y boicot entre ellos mismos. No se puede culpar al JNE por insensateces ajenas. Es un vulgar pretexto decir que existe “voluntad de fraude”. ¿Qué voluntad de fraude puede haber con una agrupación que apenas podría rozar un dígito en las preferencias electorales? Cuando la señora Nidia arguye eso, cae en falacia palurda.

Dos décadas atrás escribí en Liberación:

“Uno de los contrabandos más eximios, de esos que parecen verdad pero son más bien aparentes que reales, ha sido la especie que pretende mimetizar al aprismo con la carrera particular, personal, absolutamente angurrienta de mando del señor Alan García Pérez, ex presidente del Perú, durante el bochornoso, por aventurero, quinquenio de ejercicio gubernativo entre 1985-1990. Así, la noche de 1992, cuando la fuga del Mozallón por los techos, tras una incómoda estancia en un barril sin agua, hacia Colombia, se estudió bien el destino. Entre 1949-1954, Haya de la Torre fue inquilino forzado de la Embajada de Colombia porque la dictadura odriísta lo mantuvo virtualmente preso. Pero Víctor Raúl fue creador de una doctrina con atisbos audaces de propuesta latinoamericana. Al conjuro de su voz y de su formidable presencia moral, las multitudes encaminaban sus protestas, entonaban sus cantos, marchaban a la revuelta, morían frente a los paredones o se pudrían en las ergástulas. Eran los tiempos en que el destino de una buena parte de peruanos era: encierro, destierro, entierro.” (20-1-2001/Liberación* ¡El aprismo es aprismo, no alanismo!
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Nada parece augurar mejores resultados al Apra en los días y meses siguientes, la desorganización, orfandad moral y caos interno parecieran explotar en cadena en las bases supérstites. Que no extrañe que acciones indignadas empujen a caminos poco ortodoxos, al menos en lo que va de las últimas tres décadas y media.

Los fautores de esta tragedia sólo merecen el desprecio más categórico y el paredón moral que los fusile y los lleve al genuino lugar al que pertenecen: al olvido.

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