Mis pasos hacia el abecedario del amor
Los días de noviembre pasaban en Madrid, mientras se acercaba mi cumpleaños número treinta y tantos (pasados los treinta y cinco, decides olvidar el detalle de la edad). Me negaba a asistir a una reunión y en ese momento un programa de televisión comunicaba una trágica noticia: un atentado terrorista en Francia, lamentable y terrible, con varios hombres y mujeres heridos y algunos fallecidos, fue tan alarmante que se canceló dicho evento.
Fue que en aquel momento la vida no me permitió asistir, si todo hubiera quedado allí quién sabe qué hubiera deparado el destino para mí, pero el cosmos y la vía láctea hicieron conspiraciones previas y fue así que descubrí que unos meses antes, en el mes de setiembre, curiosamente él y yo estuvimos a punto de conocernos, pero no era el tiempo adecuado, fui obligada a atender a un hombre que llegaba de España y había que recibirle y pasearle o llevarle a cenar o simplemente ser anfitrión de bien sin embargo me negué una vez más, finalmente fue recibido por otras personas, pero hasta aquel día yo no tenía idea que el amor podía estar donde menos lo esperaba y con quien menos te lo imaginas y en las circunstancias más inverosímiles.
Fue un medio día, el sol estaba en su esplendor, finalizando noviembre, el sangriento y criminal atentado en París estaba aún en el ojo público, nuevamente en Madrid, junto al caos , la bulla y algo de desorden en una zona céntrica, entré un poco tarde, en un recinto con un atuendo en rojo y hasta los zapatos de tacón alto eran del mismo tono y un adorno en forma de rosa en el cabello. Era el protocolo: usar el color adecuado me aconsejaron, que era una manera de honrar a la persona a quien íbamos a ver y quién terminó siendo completamente honrado, fue el amor, que viene del viento, en forma insospechada, involuntaria y a veces contra la corriente, trayendo vida a mi rutina moribunda y agonizante de un amor pobre, hambriento, sediento y resquebrajado que intentaba no ahogarse en las olas de indiferencia y abandono.
Cupido hizo su trabajo conmigo puesto que ese hombre se veía tan misterioso y extraño, pero tan dulce y oportuno como el chocolate en una noche helada de invierno, sus ojos me embrujaron e hipnotizaron, congeló sus iris junto con los míos, sus pupilas me encerraron en sus propias retinas y aunque quise huir de su mirada, era tan profunda y penetrante que hasta miedo me dio. Sentí que el aguijón de un escorpión había traspasado un ADN nuevo, una trasfusión de sangre en mis venas y luché porque se desvanecieran todos sus hechizos entre los puños de mis manos, fue como una confrontación espiritual, pero él era como un Dios en su trono, sentado, ordenando y controlando mentalmente todo.
Desde aquel día se desató un tsunami interno que rebalsaba la idea de volver a ver esos ojos que me daban un poco de tranquilidad, un manantial de miel entre tanta hiel y hastío; iba con los ojos cerrados sin temor a caer en algún abismo, un chip instalado en mis manos como un GPS nos hizo encontrarnos muchas veces en el mismo espacio geográfico, volando sin aterrizar, mirando sin mirar, lenguaje ocular, un abecedario instalado en mi corazón, que entendía palabras en silencio, puro lenguaje corporal, complicidad mutua y abismal, alegría y felicidad plasmada en el aire cada vez que sus ojos se cruzaban con los míos, un sublime beso en las mejillas, representaba el nirvana, un toque de las manos la entrega de dos destinos, un abrazo el camino que se fusionaba en el corto tiempo para plasmarlo en lo inmediato.
Y aunque es el más puro y platónico amor que he sentido, sin celos, sin interés ni dolo, alevosía o ventaja alguna, el autor intelectual de este amor, es mi corazón que aunque al conocerlo estaba estrujado hoy está tan ilusionado que hasta podría hacer volar a la mariposa tatuada en mi hombro derecho y es su amor mágico que pinta mis tristezas de azul, espero dejar la timidez y saber qué ocurrirá en esta hermosa y dulce historia de amor y escribo este poema porque deseo que sepa que nuestro secreto estará resguardado por seres con poderes inspirados aquí en la Tierra y hasta la eternidad.
Tags relacionados
Mis pasos hacia el abecedario del amor
Los días de noviembre pasaban en Madrid, mientras se acercaba mi cumpleaños número treinta y tantos (pasados los treinta y cinco, decides olvidar el detalle de la edad). Me negaba a asistir a una reunión y en ese momento un programa de televisión comunicaba una trágica noticia: un atentado terrorista en Francia, lamentable y terrible, con varios hombres y mujeres heridos y algunos fallecidos, fue tan alarmante que se canceló dicho evento.
Fue que en aquel momento la vida no me permitió asistir, si todo hubiera quedado allí quién sabe qué hubiera deparado el destino para mí, pero el cosmos y la vía láctea hicieron conspiraciones previas y fue así que descubrí que unos meses antes, en el mes de setiembre, curiosamente él y yo estuvimos a punto de conocernos, pero no era el tiempo adecuado, fui obligada a atender a un hombre que llegaba de España y había que recibirle y pasearle o llevarle a cenar o simplemente ser anfitrión de bien sin embargo me negué una vez más, finalmente fue recibido por otras personas, pero hasta aquel día yo no tenía idea que el amor podía estar donde menos lo esperaba y con quien menos te lo imaginas y en las circunstancias más inverosímiles.
Fue un medio día, el sol estaba en su esplendor, finalizando noviembre, el sangriento y criminal atentado en París estaba aún en el ojo público, nuevamente en Madrid, junto al caos , la bulla y algo de desorden en una zona céntrica, entré un poco tarde, en un recinto con un atuendo en rojo y hasta los zapatos de tacón alto eran del mismo tono y un adorno en forma de rosa en el cabello. Era el protocolo: usar el color adecuado me aconsejaron, que era una manera de honrar a la persona a quien íbamos a ver y quién terminó siendo completamente honrado, fue el amor, que viene del viento, en forma insospechada, involuntaria y a veces contra la corriente, trayendo vida a mi rutina moribunda y agonizante de un amor pobre, hambriento, sediento y resquebrajado que intentaba no ahogarse en las olas de indiferencia y abandono.
Cupido hizo su trabajo conmigo puesto que ese hombre se veía tan misterioso y extraño, pero tan dulce y oportuno como el chocolate en una noche helada de invierno, sus ojos me embrujaron e hipnotizaron, congeló sus iris junto con los míos, sus pupilas me encerraron en sus propias retinas y aunque quise huir de su mirada, era tan profunda y penetrante que hasta miedo me dio. Sentí que el aguijón de un escorpión había traspasado un ADN nuevo, una trasfusión de sangre en mis venas y luché porque se desvanecieran todos sus hechizos entre los puños de mis manos, fue como una confrontación espiritual, pero él era como un Dios en su trono, sentado, ordenando y controlando mentalmente todo.
Desde aquel día se desató un tsunami interno que rebalsaba la idea de volver a ver esos ojos que me daban un poco de tranquilidad, un manantial de miel entre tanta hiel y hastío; iba con los ojos cerrados sin temor a caer en algún abismo, un chip instalado en mis manos como un GPS nos hizo encontrarnos muchas veces en el mismo espacio geográfico, volando sin aterrizar, mirando sin mirar, lenguaje ocular, un abecedario instalado en mi corazón, que entendía palabras en silencio, puro lenguaje corporal, complicidad mutua y abismal, alegría y felicidad plasmada en el aire cada vez que sus ojos se cruzaban con los míos, un sublime beso en las mejillas, representaba el nirvana, un toque de las manos la entrega de dos destinos, un abrazo el camino que se fusionaba en el corto tiempo para plasmarlo en lo inmediato.
Y aunque es el más puro y platónico amor que he sentido, sin celos, sin interés ni dolo, alevosía o ventaja alguna, el autor intelectual de este amor, es mi corazón que aunque al conocerlo estaba estrujado hoy está tan ilusionado que hasta podría hacer volar a la mariposa tatuada en mi hombro derecho y es su amor mágico que pinta mis tristezas de azul, espero dejar la timidez y saber qué ocurrirá en esta hermosa y dulce historia de amor y escribo este poema porque deseo que sepa que nuestro secreto estará resguardado por seres con poderes inspirados aquí en la Tierra y hasta la eternidad.