Perú ¡con las patas para arriba!
Se ha contabilizado la muerte de 25 ciudadanos en diversas partes del país. Acribillados a balazos o perdigonazos, la investigación en torno a sus fallecimientos debiera ser rápida, transparente y puntual, caso por caso, para conocer de qué armas letales salieron los proyectiles y quién disparó.
Lo anunciado en tres programas políticos, la noche del domingo, por la presidente Dina Boluarte en torno a que será el fuero militar el que investigue suena hueco, sin alma y con una dosis inverosímil de cinismo. ¿Qué, esos 25 compatriotas, por ser provincianos y vivir lejos de la capital, vestirse de otro modo, pronunciar el castellano de manera distinta, son “diferentes” que el resto de los peruanos que quedamos vivos?
Doña Dina, al margen que su renuncia inmediata para posibilitar el llamado a elecciones generales, es una obligación ineludible, debió anunciar un proceso que estableciera la identidad de los que dispararon. Cubrirse en la situación de emergencia es la vieja herramienta para el aniquilamiento indiscriminado con visos de legalidad. La vetusta y anacrónica legalidad culposa.
El sectarismo abyecto, la insolencia limeña de interpretar al resto del país y el menosprecio por la vida humana, han hecho que aquí no pocos idiotas de luces exangues y nulo discernimiento, sean llamados analistas, politólogos y demás “istas”. Y esos muy bien estimulados y subvencionados cómplices profesionales son capaces de justificar cualquier matanza, explicar entuertos al por mayor y, aún así, sentirse bien con sus servicios mercenarios.
No siempre hay dinero de por medio pero sobran entrevistas, minutos en la televisión, espacio en la prensa concentrada, foros abiertos para sus tesis y proyectos y ¡por supuesto! fondos para sus payasadas con lenguaje confuso y escritos en sánscrito que nadie entiende.
¿Acaso no es verdad que la narrativa pasó de año y medio de golpismo a cargo de los legiferantes ineptos a que el único interruptor de la democracia es Pedro Castillo?
¿No es cierto que uno que otro ministro tiene subrayados intereses en materias que son hoy compromiso de su portafolio en el Ejecutivo? ¿Van a decir NO a las empresas comprometidas con sus diseños, sus leyes y sus funcionarios?
La monstruosidad de estos pocos días, desnudó la zafiedad de muchos peruanos con el resto de compatriotas y como los muertos no pueden responder, es menester –dicen estos miserables- despreciarles, denostarles, llamarles terroristas, senderistas y celebrar sus fallecimientos a balazos. ¡Claro, el día que tengan un pariente caído, llorarán, irán a la Corte de Derechos Humanos y colocarán videos y crónicas biográficas!
En tiempos del segundo gobierno de Fernando Belaunde, 1980-1985, se produjo un grave incidente en Cusco y murió un estudiante. Por vergüenza y decencia, el ministro del Interior de entonces, De la Jara y Ureta, renunció irrevocablemente. La limpieza cívica en esos años se practicaba con más frecuencia y era otra gente.
¿Cómo puede conciliarse la ordenanza de doña Dina de no usar armas letales con la tenebrosa realidad de 25 muertes en forma violenta? ¿Los uniformados no le hacen caso o tienen directivas distintas? ¿Y por qué?
Gente exitosa, poseedora de bienes inmuebles, vida cómoda, sin sobresaltos, se compra el cuento que ve en los medios y la satanización de los compatriotas que han estado y están en las protestas es menú diario. A mí me llegó un mensaje macabro de júbilo por los “bien muertos”. ¿Hasta dónde puede llegar la imbecilidad empacada en títulos universitarios, doctorados, libros, folletos y tesis numerosas cuando no pasan ni el examen mínimo de respeto por la vida del prójimo?
Las mafias conservadoras en Latinoamérica, y lo demuestran en Perú desde que comenzó el gobierno de Pedro Castillo, juegan al golpe bajo, a la mentira hecha verdad al caballazo. No importa que se digan cosas absurdas, lo que vale es que la gente se coma el cuento. ¡Y sanseacabó!
No hay dirección política en las protestas. Se permite el accionar de los violentistas cuya agenda destructiva es cualquier cosa, menos lucha por el bien de la Patria. He allí el reto, organizarse y hacerlo bien porque la marea de las momias conservadoras no conoce de límites de ninguna especie.
Alea jacta est.
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Perú ¡con las patas para arriba!
Se ha contabilizado la muerte de 25 ciudadanos en diversas partes del país. Acribillados a balazos o perdigonazos, la investigación en torno a sus fallecimientos debiera ser rápida, transparente y puntual, caso por caso, para conocer de qué armas letales salieron los proyectiles y quién disparó.
Lo anunciado en tres programas políticos, la noche del domingo, por la presidente Dina Boluarte en torno a que será el fuero militar el que investigue suena hueco, sin alma y con una dosis inverosímil de cinismo. ¿Qué, esos 25 compatriotas, por ser provincianos y vivir lejos de la capital, vestirse de otro modo, pronunciar el castellano de manera distinta, son “diferentes” que el resto de los peruanos que quedamos vivos?
Doña Dina, al margen que su renuncia inmediata para posibilitar el llamado a elecciones generales, es una obligación ineludible, debió anunciar un proceso que estableciera la identidad de los que dispararon. Cubrirse en la situación de emergencia es la vieja herramienta para el aniquilamiento indiscriminado con visos de legalidad. La vetusta y anacrónica legalidad culposa.
El sectarismo abyecto, la insolencia limeña de interpretar al resto del país y el menosprecio por la vida humana, han hecho que aquí no pocos idiotas de luces exangues y nulo discernimiento, sean llamados analistas, politólogos y demás “istas”. Y esos muy bien estimulados y subvencionados cómplices profesionales son capaces de justificar cualquier matanza, explicar entuertos al por mayor y, aún así, sentirse bien con sus servicios mercenarios.
No siempre hay dinero de por medio pero sobran entrevistas, minutos en la televisión, espacio en la prensa concentrada, foros abiertos para sus tesis y proyectos y ¡por supuesto! fondos para sus payasadas con lenguaje confuso y escritos en sánscrito que nadie entiende.
¿Acaso no es verdad que la narrativa pasó de año y medio de golpismo a cargo de los legiferantes ineptos a que el único interruptor de la democracia es Pedro Castillo?
¿No es cierto que uno que otro ministro tiene subrayados intereses en materias que son hoy compromiso de su portafolio en el Ejecutivo? ¿Van a decir NO a las empresas comprometidas con sus diseños, sus leyes y sus funcionarios?
La monstruosidad de estos pocos días, desnudó la zafiedad de muchos peruanos con el resto de compatriotas y como los muertos no pueden responder, es menester –dicen estos miserables- despreciarles, denostarles, llamarles terroristas, senderistas y celebrar sus fallecimientos a balazos. ¡Claro, el día que tengan un pariente caído, llorarán, irán a la Corte de Derechos Humanos y colocarán videos y crónicas biográficas!
En tiempos del segundo gobierno de Fernando Belaunde, 1980-1985, se produjo un grave incidente en Cusco y murió un estudiante. Por vergüenza y decencia, el ministro del Interior de entonces, De la Jara y Ureta, renunció irrevocablemente. La limpieza cívica en esos años se practicaba con más frecuencia y era otra gente.
¿Cómo puede conciliarse la ordenanza de doña Dina de no usar armas letales con la tenebrosa realidad de 25 muertes en forma violenta? ¿Los uniformados no le hacen caso o tienen directivas distintas? ¿Y por qué?
Gente exitosa, poseedora de bienes inmuebles, vida cómoda, sin sobresaltos, se compra el cuento que ve en los medios y la satanización de los compatriotas que han estado y están en las protestas es menú diario. A mí me llegó un mensaje macabro de júbilo por los “bien muertos”. ¿Hasta dónde puede llegar la imbecilidad empacada en títulos universitarios, doctorados, libros, folletos y tesis numerosas cuando no pasan ni el examen mínimo de respeto por la vida del prójimo?
Las mafias conservadoras en Latinoamérica, y lo demuestran en Perú desde que comenzó el gobierno de Pedro Castillo, juegan al golpe bajo, a la mentira hecha verdad al caballazo. No importa que se digan cosas absurdas, lo que vale es que la gente se coma el cuento. ¡Y sanseacabó!
No hay dirección política en las protestas. Se permite el accionar de los violentistas cuya agenda destructiva es cualquier cosa, menos lucha por el bien de la Patria. He allí el reto, organizarse y hacerlo bien porque la marea de las momias conservadoras no conoce de límites de ninguna especie.
Alea jacta est.