El valiente periodista Benjamin Saldaña Rocca
Benjamin Saldaña Rocca y sus valientes acciones
Cuando circula en Lima la edición de “La Sotana” del día 28 setiembre de 1900, Benjamín Saldaña Roca, su director, no era un personaje desconocido. Por el contrario, mucha gente conocía de él y no precisamente como periodista. Estaban enterados de su trayectoria en otras actividades. Benjamín Saldaña había participado en batallas durante la Guerra del salitre que enfrentaron al Perú y Bolivia contra Chile y en donde con el grado de capitán de nuestro ejército, tuvo una destacada participación, por lo que fue condecorado.
Pero además de su desempeño durante la guerra, en que se conoce combatió en los episodios de San Juan y Miraflores e incluso en la batalla de San Pablo durante la resistencia contra la ocupación chilena del mariscal Andrés Avelino Cáceres, ocupó luego, el cargo de Inspector en la Aduana de Mollendo.
Su vida, que no duró muchos años, la dedicó integramente luego de lo narrado, al periodismo y vaya, que fue prolífico en dicha actividad como veremos luego.
Llegó a fundar, dirigir, escribir y difundir siete publicaciones. Tres de ellas en Lima y el resto en diferentes partes del Perú. Las primeras se llamaron “El fósforo”, “La Pampa de Tebas” y “La Sotana” tuvieron distinta periodicidad. Luego, de lo producido en Lima, continuó su labor con dos semanarios en Iquitos y otros dos en Cerro de Pasco ciudad en donde muere el 17 de abril del año 1912 a los cincuenta y dos años.
En Iquitos capital de Loreto, aparece “La Sanción” como un semanario comercial, político y literario que luego se convierte en quincenario que editó por más tiempo que otras publicaciones y que junto con “La Felpa” denunciaron las atrocidades cometidas por los caucheros contra las tribus originarias de la Selva.
Pero volvamos a Lima y a la aparición de “La Sotana” el día 28 de setiembre de 1900, sale esa edición, con un titular que remeció el ambiente político y a la vez, generó la indignación del pueblo: “CRIMEN DE LESA PATRIA UN MINISTRO LADRON”. En la carátula, portada y primera página de “La Sotana” se daba cuenta de una denuncia contra el ex ministro de Hacienda, Mariano Belaunde, del gobierno presidido por Eduardo López de Romaña, según la cual, Belaunde, cuando todavía ocupaba el ministerio, había tomado un dinero del presupuesto nacional destinado a la compra de armamento en Francia cambiándolo por letras de cambio de su casa comercial dedicada a la venta de cueros y lanas.
Saldaña no se conformó con denunciar los hechos en su semanario, siguió dando batalla luego de esa publicación por lo que consideraba una traición y convoca él mismo, a una manifestación para el día siguiente 29 de setiembre de 1900 logrando reunir lo que para esos tiempos era una multitud.
Efectivamente asistieron tres mil personas a la Plaza de Armas a protestar y obligaron al presidente López de Romaña, a salir al balcón de Palacio, sin que sus palabras lograran calmar a la multitud que pedía la cabeza de su ex ministro y paisano Mariano Belaunde. Durante todo ese día y hasta horas de la noche, los convocados a protestar dieron vueltas por toda la ciudad, que en esos tiempos no era tan extensa llegando incluso gran parte de los revoltosos, hasta el Cuartel de Santa Catalina en donde ya se encontraba detenido Belaunde.
Pero Saldaña se hace realmente célebre, siete años después. Ya viviendo en la ciudad de Iquitos, denuncia el 9 de agosto del año 1907, el abuso que cometían los caucheros y en particular, Julio César Arana del Aguila en contra de los pueblos aborígenes de la Selva. Saldaña, incluso se presenta ante el juez del crimen de esa ciudad y pone en su conocimiento los abusos cometidos por los explotadores del caucho quienes habían asesinado a treinta mil miembros de la tribu de los Witotos o Huitotos en la zona de los ríos Putumayo y Caquetá en la frontera del Perú con Colombia.
Ya no salía “La Sotana” y el periódico que como los anteriores en realidad no eran de periodicidad previsible, que dirigía en ese momento, se llamaba “La Sanción” y es la edición correspondiente al 9 de agosto de 1907 en donde por primera vez aparece la denuncia contra la Casa Arana, firma que luego se convertiría en ¨The Peruvian Amazon Rubber Co. Ltda.” que luego se llamaría simplemente Peruvian Amazon Co.
Saldaña detalla los abusos y la explotación inmisericorde de los nativos de las tribus de la Amazonía y en particular los Witotos. La denuncia periodística y luego la denuncia ante las autoridades de Iquitos, surtió efecto a tal punto, que un juez dictó doscientos treinta mandatos de detención que nunca se llegaron a ejecutar por la influencia y presión ejercida sobre las autoridades que lograron que un tribunal superior las suspendiera, los empresarios responsables de la matanza tal como ha ocurrido en nuestro país muchas veces, pusieron el oro en uno de los platillos de la balanza que representa a la justicia. Inclinándose ésta a su favor.
Sin embargo, no sería justo dejar de recordar a dos jueces y un fiscal que intentaron por todos los medios hacer justicia. Los jueces Carlos A. Valcárcel y Rómulo Paredes fueron los que ordenaron las detenciones, teniendo el primero que huir al Brasil ante las amenazas de muerte que sufrió, lo mismo que su familia. José Salvador Cavero Ovalle era el fiscal supremo que dispuso la investigación contra Arana demostrando que el brazo que había perdido en la batalla de San Juan el año 1881, era precisamente por ser un hombre corajudo sin miedo a los poderosos.
Pilar García Jordán en un exquisito y detallado trabajo sobre el tema, nos da cuenta que el juez Valcárcel es quien dicta las detenciones basado en un informe que había preparado el juez Rómulo Paredes que lo había remplazado mientras Valcárcel esperaba la autorización para constituirse como en juez del crimen en Loreto.
La Corte de Iquitos revocó las 250 órdenes detención dispuestas y no contenta con ello, incluso abre procesos contra el juez Paredes que además publicaba un diario llamado “El Oriente”, sufriendo ambos jueces hostilización y amenazas por el gran poder de Arana en la zona en donde había sido alcalde y presidente de la Cámara de Comercio.
En Inglaterra los crímenes cometidos por Arana y sus secuaces, tuvieron mayor repercusión de la que había tenido en el Perú, y esa importancia, es gracias a las publicaciones de los periodistas ingleses G.C. Paternoster y Walt Hardenburg quienes a su vez, como lo ha documentado Fernando Nájar, tenían como fuente, las denuncias formuladas por Saldaña Rocca en “La Sanción” y “La Felpa”, Con todo ese material el diplomático británico Roger Casement elaboró un informe que fue utilizado por el parlamento inglés para formular acusación el año 1913 contra Julio Arana y sus empresas por los asesinatos masivos en el Putumayo.
Paradójicamente, peor suerte que Arana corrió el denunciante Saldaña. Fue detenido por las autoridades de Iquitos y tuvo que salir de esa ciudad por las amenazas que recibiera durante el año 1909. Incluso, previas a dichas amenazas y su salida de Iquitos, había sufrido una golpiza por encargo de Pablo Zumaeta empleado y cuñado de Arana, quien envió a un grupo de matones a interceptarlo, quienes luego de causar destrozos en su imprenta lo golpearon.
La madrugada siguiente, se le subió a una embarcación a la fuerza y llevado a Yurimaguas de donde él mismo, se trasladaría a Cerro de Pasco estableciéndose en esa ciudad en donde llega a fundar otros dos semanarios antes de fallecer.
El poderío de Arana, no solo era en la región amazónica sino en el país entero. Dos de sus defensores a quienes financió sus campañas electorales, llegaron a ser elegidos senadores por Loreto el año 1912, incluso uno de ellos, Julio Ego Aguirre Dongo, muy amigo del presidente Augusto B. Leguía llegó a ser su ministro de Fomento y Obras Públicas cuando arreciaban las acusaciones en contra del cauchero Arana y sus crímenes. Años después ocuparía, durante el inicio del segundo gobierno de Leguía la presidencia del Consejo de Ministros.
Cuarenta años después de la muerte de Benjamín Saldaña, el año 1952, moría en Lima Arana sin que hubiera pagado por los crímenes de los que fuera acusado, llegando incluso luego de haber comparecido ante la Cámara de los comunes de la Gran Bretaña en 1913 a ser elegido senador suplente de la República por el departamento de Loreto el año 1920, ocupando el cargo ese mismo año en remplazo del senador titular nombrado ministro del gobierno de Leguía.
Muchos son los que consideran que Arana se salvó por el estallido de la primera guerra mundial que permitió pasar a un segundo plano las acusaciones en su contra y también la defensa que hiciera su abogado el doctor Carlos Rey de Castro.
Mario Vargas Llosa se ocupa de Saldaña en su novela “El sueño del Celta” y menciona que el año 1909 lo ahogaron tirándolo al río Amazonas para que se lo coman las pirañas. Según la novela, el culpable fue Pablo Zumaeta cuñado de Arana. Su publicación se anunciaba como bisemanario comercial, político y literario “La Sanción” y antes de esa publicación, editaba un semanario con el nombre de “La Felpa”, que según Vargas Llosa fue asaltada e incendiada la imprenta en donde se imprimían dichas revistas en la calle Morona de la ciudad de Iquitos.
Pero además de ese asalto, Benjamin Saldaña Roca, antes había sido baleado durante su estadía en Iquitos hasta en dos ocasiones provocándole uno de esos ataques una herida en la pierna por la que cojeó por el resto de su vida.
Es probable que la versión de Vargas Llosa sobre la muerte de Saldaña, no sea la más ajustada a la verdad sobre los días finales del periodista, pero de cualquier manera pone en evidencia, la sufrida vida de quien se atrevió a denunciar a un poderoso empresario cauchero que cometió más crímenes que Sendero Luminoso y no estuvo ni un solo día preso.
Tenemos pues que luego de haber sido sindicado como el principal cabecilla de los graves sucesos que ocurrieron en Lima a partir del 30 de setiembre de 1900 por la publicación que hiciera contra Mariano Belaunde, a una persona que a lo largó de su vida, se caracterizaría por formular graves y bien documentadas denuncias, pero además, sus denuncias de por sí incendiarias en contenido, como la que apareciera en la edición de “La Sotana” contra un ex ministro de hacienda del gobierno de López de Romaña, las presenta con términos impactantes y como si fuera poco, añade la referencia a Carlos Agustín Belaunde Cervantes quien tenía el grado de Coronel del Ejército y traicionó a Francisco Bolognesi en el Morro de Arica, asociándolo con Mariano Belaunde.
Benjamín Saldaña Roca, claro que tuvo acusaciones en su contra y una montada campaña de prensa financiada por Arana y sus serviles. Según Rey de Castro, las personas que habían informado a Saldaña de los abusos, habían pretendido chantajear a la empresa de Arana, lo que nunca fue probado así como tampoco probarían que los gobiernos de Colombia y Gran Bretaña estaban tras las acusaciones y denuncias de la explotación y genocidio de las comunidades nativas de la región del Putumayo en nuestra Selva.
Nadie, le puede quitar a Benjamín Saldaña Rocca, el mérito de haberse enfrentado a los poderosos y de haber defendido a los nativos que estos poderosos explotaban sin compasión alguna.
Merece en consecuencia, un reconocimiento universal y ocupar un lugar privilegiado en la historia.
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El valiente periodista Benjamin Saldaña Rocca
Benjamin Saldaña Rocca y sus valientes acciones
Cuando circula en Lima la edición de “La Sotana” del día 28 setiembre de 1900, Benjamín Saldaña Roca, su director, no era un personaje desconocido. Por el contrario, mucha gente conocía de él y no precisamente como periodista. Estaban enterados de su trayectoria en otras actividades. Benjamín Saldaña había participado en batallas durante la Guerra del salitre que enfrentaron al Perú y Bolivia contra Chile y en donde con el grado de capitán de nuestro ejército, tuvo una destacada participación, por lo que fue condecorado.
Pero además de su desempeño durante la guerra, en que se conoce combatió en los episodios de San Juan y Miraflores e incluso en la batalla de San Pablo durante la resistencia contra la ocupación chilena del mariscal Andrés Avelino Cáceres, ocupó luego, el cargo de Inspector en la Aduana de Mollendo.
Su vida, que no duró muchos años, la dedicó integramente luego de lo narrado, al periodismo y vaya, que fue prolífico en dicha actividad como veremos luego.
Llegó a fundar, dirigir, escribir y difundir siete publicaciones. Tres de ellas en Lima y el resto en diferentes partes del Perú. Las primeras se llamaron “El fósforo”, “La Pampa de Tebas” y “La Sotana” tuvieron distinta periodicidad. Luego, de lo producido en Lima, continuó su labor con dos semanarios en Iquitos y otros dos en Cerro de Pasco ciudad en donde muere el 17 de abril del año 1912 a los cincuenta y dos años.
En Iquitos capital de Loreto, aparece “La Sanción” como un semanario comercial, político y literario que luego se convierte en quincenario que editó por más tiempo que otras publicaciones y que junto con “La Felpa” denunciaron las atrocidades cometidas por los caucheros contra las tribus originarias de la Selva.
Pero volvamos a Lima y a la aparición de “La Sotana” el día 28 de setiembre de 1900, sale esa edición, con un titular que remeció el ambiente político y a la vez, generó la indignación del pueblo: “CRIMEN DE LESA PATRIA UN MINISTRO LADRON”. En la carátula, portada y primera página de “La Sotana” se daba cuenta de una denuncia contra el ex ministro de Hacienda, Mariano Belaunde, del gobierno presidido por Eduardo López de Romaña, según la cual, Belaunde, cuando todavía ocupaba el ministerio, había tomado un dinero del presupuesto nacional destinado a la compra de armamento en Francia cambiándolo por letras de cambio de su casa comercial dedicada a la venta de cueros y lanas.
Saldaña no se conformó con denunciar los hechos en su semanario, siguió dando batalla luego de esa publicación por lo que consideraba una traición y convoca él mismo, a una manifestación para el día siguiente 29 de setiembre de 1900 logrando reunir lo que para esos tiempos era una multitud.
Efectivamente asistieron tres mil personas a la Plaza de Armas a protestar y obligaron al presidente López de Romaña, a salir al balcón de Palacio, sin que sus palabras lograran calmar a la multitud que pedía la cabeza de su ex ministro y paisano Mariano Belaunde. Durante todo ese día y hasta horas de la noche, los convocados a protestar dieron vueltas por toda la ciudad, que en esos tiempos no era tan extensa llegando incluso gran parte de los revoltosos, hasta el Cuartel de Santa Catalina en donde ya se encontraba detenido Belaunde.
Pero Saldaña se hace realmente célebre, siete años después. Ya viviendo en la ciudad de Iquitos, denuncia el 9 de agosto del año 1907, el abuso que cometían los caucheros y en particular, Julio César Arana del Aguila en contra de los pueblos aborígenes de la Selva. Saldaña, incluso se presenta ante el juez del crimen de esa ciudad y pone en su conocimiento los abusos cometidos por los explotadores del caucho quienes habían asesinado a treinta mil miembros de la tribu de los Witotos o Huitotos en la zona de los ríos Putumayo y Caquetá en la frontera del Perú con Colombia.
Ya no salía “La Sotana” y el periódico que como los anteriores en realidad no eran de periodicidad previsible, que dirigía en ese momento, se llamaba “La Sanción” y es la edición correspondiente al 9 de agosto de 1907 en donde por primera vez aparece la denuncia contra la Casa Arana, firma que luego se convertiría en ¨The Peruvian Amazon Rubber Co. Ltda.” que luego se llamaría simplemente Peruvian Amazon Co.
Saldaña detalla los abusos y la explotación inmisericorde de los nativos de las tribus de la Amazonía y en particular los Witotos. La denuncia periodística y luego la denuncia ante las autoridades de Iquitos, surtió efecto a tal punto, que un juez dictó doscientos treinta mandatos de detención que nunca se llegaron a ejecutar por la influencia y presión ejercida sobre las autoridades que lograron que un tribunal superior las suspendiera, los empresarios responsables de la matanza tal como ha ocurrido en nuestro país muchas veces, pusieron el oro en uno de los platillos de la balanza que representa a la justicia. Inclinándose ésta a su favor.
Sin embargo, no sería justo dejar de recordar a dos jueces y un fiscal que intentaron por todos los medios hacer justicia. Los jueces Carlos A. Valcárcel y Rómulo Paredes fueron los que ordenaron las detenciones, teniendo el primero que huir al Brasil ante las amenazas de muerte que sufrió, lo mismo que su familia. José Salvador Cavero Ovalle era el fiscal supremo que dispuso la investigación contra Arana demostrando que el brazo que había perdido en la batalla de San Juan el año 1881, era precisamente por ser un hombre corajudo sin miedo a los poderosos.
Pilar García Jordán en un exquisito y detallado trabajo sobre el tema, nos da cuenta que el juez Valcárcel es quien dicta las detenciones basado en un informe que había preparado el juez Rómulo Paredes que lo había remplazado mientras Valcárcel esperaba la autorización para constituirse como en juez del crimen en Loreto.
La Corte de Iquitos revocó las 250 órdenes detención dispuestas y no contenta con ello, incluso abre procesos contra el juez Paredes que además publicaba un diario llamado “El Oriente”, sufriendo ambos jueces hostilización y amenazas por el gran poder de Arana en la zona en donde había sido alcalde y presidente de la Cámara de Comercio.
En Inglaterra los crímenes cometidos por Arana y sus secuaces, tuvieron mayor repercusión de la que había tenido en el Perú, y esa importancia, es gracias a las publicaciones de los periodistas ingleses G.C. Paternoster y Walt Hardenburg quienes a su vez, como lo ha documentado Fernando Nájar, tenían como fuente, las denuncias formuladas por Saldaña Rocca en “La Sanción” y “La Felpa”, Con todo ese material el diplomático británico Roger Casement elaboró un informe que fue utilizado por el parlamento inglés para formular acusación el año 1913 contra Julio Arana y sus empresas por los asesinatos masivos en el Putumayo.
Paradójicamente, peor suerte que Arana corrió el denunciante Saldaña. Fue detenido por las autoridades de Iquitos y tuvo que salir de esa ciudad por las amenazas que recibiera durante el año 1909. Incluso, previas a dichas amenazas y su salida de Iquitos, había sufrido una golpiza por encargo de Pablo Zumaeta empleado y cuñado de Arana, quien envió a un grupo de matones a interceptarlo, quienes luego de causar destrozos en su imprenta lo golpearon.
La madrugada siguiente, se le subió a una embarcación a la fuerza y llevado a Yurimaguas de donde él mismo, se trasladaría a Cerro de Pasco estableciéndose en esa ciudad en donde llega a fundar otros dos semanarios antes de fallecer.
El poderío de Arana, no solo era en la región amazónica sino en el país entero. Dos de sus defensores a quienes financió sus campañas electorales, llegaron a ser elegidos senadores por Loreto el año 1912, incluso uno de ellos, Julio Ego Aguirre Dongo, muy amigo del presidente Augusto B. Leguía llegó a ser su ministro de Fomento y Obras Públicas cuando arreciaban las acusaciones en contra del cauchero Arana y sus crímenes. Años después ocuparía, durante el inicio del segundo gobierno de Leguía la presidencia del Consejo de Ministros.
Cuarenta años después de la muerte de Benjamín Saldaña, el año 1952, moría en Lima Arana sin que hubiera pagado por los crímenes de los que fuera acusado, llegando incluso luego de haber comparecido ante la Cámara de los comunes de la Gran Bretaña en 1913 a ser elegido senador suplente de la República por el departamento de Loreto el año 1920, ocupando el cargo ese mismo año en remplazo del senador titular nombrado ministro del gobierno de Leguía.
Muchos son los que consideran que Arana se salvó por el estallido de la primera guerra mundial que permitió pasar a un segundo plano las acusaciones en su contra y también la defensa que hiciera su abogado el doctor Carlos Rey de Castro.
Mario Vargas Llosa se ocupa de Saldaña en su novela “El sueño del Celta” y menciona que el año 1909 lo ahogaron tirándolo al río Amazonas para que se lo coman las pirañas. Según la novela, el culpable fue Pablo Zumaeta cuñado de Arana. Su publicación se anunciaba como bisemanario comercial, político y literario “La Sanción” y antes de esa publicación, editaba un semanario con el nombre de “La Felpa”, que según Vargas Llosa fue asaltada e incendiada la imprenta en donde se imprimían dichas revistas en la calle Morona de la ciudad de Iquitos.
Pero además de ese asalto, Benjamin Saldaña Roca, antes había sido baleado durante su estadía en Iquitos hasta en dos ocasiones provocándole uno de esos ataques una herida en la pierna por la que cojeó por el resto de su vida.
Es probable que la versión de Vargas Llosa sobre la muerte de Saldaña, no sea la más ajustada a la verdad sobre los días finales del periodista, pero de cualquier manera pone en evidencia, la sufrida vida de quien se atrevió a denunciar a un poderoso empresario cauchero que cometió más crímenes que Sendero Luminoso y no estuvo ni un solo día preso.
Tenemos pues que luego de haber sido sindicado como el principal cabecilla de los graves sucesos que ocurrieron en Lima a partir del 30 de setiembre de 1900 por la publicación que hiciera contra Mariano Belaunde, a una persona que a lo largó de su vida, se caracterizaría por formular graves y bien documentadas denuncias, pero además, sus denuncias de por sí incendiarias en contenido, como la que apareciera en la edición de “La Sotana” contra un ex ministro de hacienda del gobierno de López de Romaña, las presenta con términos impactantes y como si fuera poco, añade la referencia a Carlos Agustín Belaunde Cervantes quien tenía el grado de Coronel del Ejército y traicionó a Francisco Bolognesi en el Morro de Arica, asociándolo con Mariano Belaunde.
Benjamín Saldaña Roca, claro que tuvo acusaciones en su contra y una montada campaña de prensa financiada por Arana y sus serviles. Según Rey de Castro, las personas que habían informado a Saldaña de los abusos, habían pretendido chantajear a la empresa de Arana, lo que nunca fue probado así como tampoco probarían que los gobiernos de Colombia y Gran Bretaña estaban tras las acusaciones y denuncias de la explotación y genocidio de las comunidades nativas de la región del Putumayo en nuestra Selva.
Nadie, le puede quitar a Benjamín Saldaña Rocca, el mérito de haberse enfrentado a los poderosos y de haber defendido a los nativos que estos poderosos explotaban sin compasión alguna.
Merece en consecuencia, un reconocimiento universal y ocupar un lugar privilegiado en la historia.