
Informe
Señal de Alerta-Herbert Mujica Rojas
14-2-2024
Patotas y matones in crescendo
Una de las patotas o gavillas impunes que se pasean por la ciudad y a vista y paciencia de las autoridades, gusta de hacerse llamar “la resistencia”. ¿A qué “resisten” estos desadaptados antisociales?
Por razones que son difíciles de demostrar con documentación pero sí en los hechos, los capituleros resistentes insultan, llevan carteles, zahieren con nombre y apellido a quienes disienten o piensan distinto de ellos.
¡Solo esta intemperancia los descalifica y señala como trogloditas urbanos!
¡Ciertamente que los resistentes no piensan, acometen, sin duda por encargo monetario y financiación delictiva o de fondos prohibidos, y obran por consigna! ¡Por quítame estas pajas, agrederían -como ya han hecho en varias oportunidades- a cualquiera de signo político o literario contrario!
Los resistentes tienen prensa que publicita “objetivamente” sus hazañas delictivas. Esos ecos no analizan la estupidez en que incurren cuando hacen propaganda a estos esbirros del mal, los que resultan con una aureola “justiciera”.
Mil veces hemos repetido que en Perú llueve para arriba. Y los rateros hacen marchas y los cacos son abogados respetables o juristas de alta nota que sólo repiten consignas sin mayor examen o análisis.
El ser común y corriente ya no se extraña por las proezas de los resistentes. Ya ha visto en su distrito o proximidades que las bandas armadas roban, saquean, hieren y matan. La diferencia está en que los malhechores resistentes tienen “prensa”.
La impunidad de que gozan los resistentes no es una casualidad. Sin la menor duda semejante aberración se encuadra en instrucciones que deben cumplirse sin dudas ni murmuraciones. Además que son “reservadas”.
El resultado atrabiliario es que decenas de bandas delictivas actúan en todo el país. Ante la ineficacia de la PNP controlan barrios y sus perímetros de acción están perfectamente definidos. Cuando se invaden entre ellos, las reyertas estallan de modo violento.
Lo dramático del asunto es que los legisladores viven en un mundo irreal. Se aumentan los ingresos, viajan a destinos a hacer acto de presencia mudos porque más allá de un castellano deficiente, apenas chapurrean sus nombres. En suma, hacen poco o casi nada.
¡Ni se atreven a analizar el grave tema de la violencia delictiva!
Entonces la ley está en los códigos, se cita sus acápites en los juicios donde vale más el abogángster de nombre y apellido o estudio grande que la acción transparente que dictan las normas legales.
Resultando los ladrones ganando juicios, libres de polvo y paja y quien carezca de dinero, perderá las causas con patrimonio recortado, mochados sus derechos y malquisto ante la sociedad que a la hora de calificar, sí repetirá el fallo judicial negativo.
¿Se entiende por qué hay tanto odio al actuar de un poder judicial que lo único que hace es rifar al mejor postor, los fallos? Uno no sabe, cuando entra a un juzgado, quién será el primero en susurrar la coima: la secretaria, el asesor o el juez lengualarga.
En decenas de juicios, siempre sentí el clima de zozobra al trasponer la puerta de algún despacho. Sabía cómo entrar, nunca cómo salir: o enmarrocado o libre. Hasta hoy, por la limpieza que a todos consta, sigo caminando por las veredas justicieras y diáfanas.
Pero hay presos por años por el robo de una gallina o un celular. Y no tienen abogado ni recursos de ninguna índole y menos defensa de cualquier naturaleza.
Cuando “la resistencia” difama, insulta, agrede, provoca colisión y no será raro el momento en que se agote la paciencia y la legítima defensa cumpla con su cometido mínimo. En un país como el nuestro, eso garantiza escándalo público, de repente prisión o reparación.
Mantener la nave al garete, al vaivén de olas furiosas, sólo abona en anarquía salvaje y desconcierto total.
¿Qué país estamos “construyendo”?
¿A quién o a quiénes conviene un país de confundidas gentes, ignorante de sus deberes o derechos?
Sobre el fango no florecen rosas ni tulipanes, sólo alimañas venenosas aunque tengan forma humana y proclamen serlo.
No falta mucho para que las banderolas distintivas de las patotas o gavillas, estén en cada esquina o parque. ¡Y ay de quién se atreva a cruzar los frágiles bordes marcados por los malos!
¿Es a ese triste destino al que queremos llegar?
¡Rompamos el pacto infame y tácito de hablar a media voz!

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Señal de Alerta-Herbert Mujica Rojas
14-2-2024
Patotas y matones in crescendo
Una de las patotas o gavillas impunes que se pasean por la ciudad y a vista y paciencia de las autoridades, gusta de hacerse llamar “la resistencia”. ¿A qué “resisten” estos desadaptados antisociales?
Por razones que son difíciles de demostrar con documentación pero sí en los hechos, los capituleros resistentes insultan, llevan carteles, zahieren con nombre y apellido a quienes disienten o piensan distinto de ellos.
¡Solo esta intemperancia los descalifica y señala como trogloditas urbanos!
¡Ciertamente que los resistentes no piensan, acometen, sin duda por encargo monetario y financiación delictiva o de fondos prohibidos, y obran por consigna! ¡Por quítame estas pajas, agrederían -como ya han hecho en varias oportunidades- a cualquiera de signo político o literario contrario!
Los resistentes tienen prensa que publicita “objetivamente” sus hazañas delictivas. Esos ecos no analizan la estupidez en que incurren cuando hacen propaganda a estos esbirros del mal, los que resultan con una aureola “justiciera”.
Mil veces hemos repetido que en Perú llueve para arriba. Y los rateros hacen marchas y los cacos son abogados respetables o juristas de alta nota que sólo repiten consignas sin mayor examen o análisis.
El ser común y corriente ya no se extraña por las proezas de los resistentes. Ya ha visto en su distrito o proximidades que las bandas armadas roban, saquean, hieren y matan. La diferencia está en que los malhechores resistentes tienen “prensa”.
La impunidad de que gozan los resistentes no es una casualidad. Sin la menor duda semejante aberración se encuadra en instrucciones que deben cumplirse sin dudas ni murmuraciones. Además que son “reservadas”.
El resultado atrabiliario es que decenas de bandas delictivas actúan en todo el país. Ante la ineficacia de la PNP controlan barrios y sus perímetros de acción están perfectamente definidos. Cuando se invaden entre ellos, las reyertas estallan de modo violento.
Lo dramático del asunto es que los legisladores viven en un mundo irreal. Se aumentan los ingresos, viajan a destinos a hacer acto de presencia mudos porque más allá de un castellano deficiente, apenas chapurrean sus nombres. En suma, hacen poco o casi nada.
¡Ni se atreven a analizar el grave tema de la violencia delictiva!
Entonces la ley está en los códigos, se cita sus acápites en los juicios donde vale más el abogángster de nombre y apellido o estudio grande que la acción transparente que dictan las normas legales.
Resultando los ladrones ganando juicios, libres de polvo y paja y quien carezca de dinero, perderá las causas con patrimonio recortado, mochados sus derechos y malquisto ante la sociedad que a la hora de calificar, sí repetirá el fallo judicial negativo.
¿Se entiende por qué hay tanto odio al actuar de un poder judicial que lo único que hace es rifar al mejor postor, los fallos? Uno no sabe, cuando entra a un juzgado, quién será el primero en susurrar la coima: la secretaria, el asesor o el juez lengualarga.
En decenas de juicios, siempre sentí el clima de zozobra al trasponer la puerta de algún despacho. Sabía cómo entrar, nunca cómo salir: o enmarrocado o libre. Hasta hoy, por la limpieza que a todos consta, sigo caminando por las veredas justicieras y diáfanas.
Pero hay presos por años por el robo de una gallina o un celular. Y no tienen abogado ni recursos de ninguna índole y menos defensa de cualquier naturaleza.
Cuando “la resistencia” difama, insulta, agrede, provoca colisión y no será raro el momento en que se agote la paciencia y la legítima defensa cumpla con su cometido mínimo. En un país como el nuestro, eso garantiza escándalo público, de repente prisión o reparación.
Mantener la nave al garete, al vaivén de olas furiosas, sólo abona en anarquía salvaje y desconcierto total.
¿Qué país estamos “construyendo”?
¿A quién o a quiénes conviene un país de confundidas gentes, ignorante de sus deberes o derechos?
Sobre el fango no florecen rosas ni tulipanes, sólo alimañas venenosas aunque tengan forma humana y proclamen serlo.
No falta mucho para que las banderolas distintivas de las patotas o gavillas, estén en cada esquina o parque. ¡Y ay de quién se atreva a cruzar los frágiles bordes marcados por los malos!
¿Es a ese triste destino al que queremos llegar?
¡Rompamos el pacto infame y tácito de hablar a media voz!
