Política

¡No se cree en nadie!

hcmujica@gmail.com
creerPerú
15 de octubre del 2025

Informe
Señal de Alerta-Herbert Mujica Rojas
16-10-2025

¡No se cree en nadie!

"Un pueblo que ya no puede creer en nada no puede formar una opinión. Se ven privados no sólo de su capacidad de actuar, sino también de su capacidad de pensar y juzgar. Y con gente así puedes hacer lo que quieras". Hannah Arendt*

¿Es el Perú un país cuya ciudadanía carece de cualquier creencia y está al vaivén de la inercia cotidiana? ¿Carece el colectivo nacional de toda clase de fe en sus destinos y tiene nublada, por completo, su mirada de horizonte?

Confundir Lima con el resto del Perú representa uno de los errores manifiestos en que se ha incurrido sin ningún propósito de enmienda y peor aún se lo concibe como parte del “orden natural” de las cosas. Fantasía aberrante persiste como credo aunque eso nos hunda hasta la ciénaga y las sentinas.

Pero, y el cuestionamiento es legítimo: ¿cómo es que el país funciona a pesar de su burocracia retrógrada e inmoral, sus políticos tarados y mediocres, sus ministros, alcaldes y gobernadores angurrientos de dineros fáciles en trapisondas y, una deplorable dirección a tontas y a locas?

Perú marcha porque son varios países en uno solo. Sus poblaciones y cultura, tradición y pasado creativo persisten por encima de ficciones “modernizantes” pero impostadas.

Nótese que en los últimos procesos electorales las diferencias geográficas determinaron, mucho más aún, un mosaico de preferencias basados en aspiraciones distintas, requerimientos diversos y perfiles de un secesionismo indeseable pero real.

Probablemente uno de las carencias más dramáticas del Perú sea la sempiterna y trágica ausencia de liderazgo. Ociosos y haraganes desde el púlpito público se contentaron con robar la pitanza, explotar al pueblo y mantenerlo en la ignorancia más atroz.

Los secuaces de quienes siempre estuvieron en el poder, preservaron privilegios y se abstuvieron torpemente de compartir las riendas, en la creencia que el status quo duraría para siempre y que la eternidad estaba reservada para clanes por “razón” del color de piel, apellido, fortunas sospechosas de origen sucio y porque la “viveza” criolla se elevó al nivel de piedra filosofal.

Cuando el mandón sintió las amenazas de la rebeldía, usó su poder legal de fuego y no hay una contabilidad real que narre las matanzas contra hombres y mujeres del pueblo so pretexto de “la legitimidad y del principio de autoridad”. Lo que en todo el mundo se llama abuso simplemente.

Numerosas veces he lanzado la pregunta libre: ¿qué une a un peruano del Altiplano de fríos gélidos y alturas atroces con otro connacional cuya vida pasa en medio de los calores ecuatoriales? La teoría enuncia una bandera, un himno, una “historia”, en común. Pero la prevalencia de la capital y sus narrativas es lo que existe, el resto es complemento menor, acaso con reducida importancia.

Millones de peruanos, desde pequeños, fueron educados en la contemplación de los sucesos públicos, latrocinios, matanzas, abusos, y como parte de la normalidad, esa aberrante estación en que nada es cuestionable y en que se dan las cosas “porque así es la política”.

Los niños que en 20-25 años terminarán sus estudios profesionales y buscarán arraigo laboral productivo, podrían, como ha ocurrido con 400 mil ciudadanos, llegar a la conclusión que mejor irse del Perú hacia destinos diferentes, ríspidos, hostiles. Los peruanos en Estados Unidos saben que el asunto no es broma.

Deducir que muchos de esos miles ya no creen en Perú, es una opción. Otra, deseable y obligatoria, es que el Estado vía todos los gobiernos, garantice la creación de puestos de trabajo, industrialice el país y negocie la aperture de grandes conglomerados de trabajo con las empresas mundiales.

El pregón aquel que brama porque el “ruido político ahuyenta a las inversiones” no es más que un engaña muchachos que además siempre es pronunciado por elementos rentados que trabajan para aquellos pero que nunca revelan sus contratos.

Las inversiones vienen porque necesitan explotar recursos y ganar dinero. Pretender que solo Perú demanda de inversiones del modo que lleguen, es parte del clarín claudicante de pandillas que todo lo quieren fácil y para las que hacerse millonarios en 4-5 años, representa un comando de acción.

Falta de liderazgo en la fe de sus destinos por ayuno insólito de directores cuya ambición consista en levantar, con todos, al Perú, es una constante que puede, y debe superarse.

Los clubes electorales que representan a gaznápiros, en su inmensa mayoría, angurrientos de ser diputados, senadores, alcaldes y gobernantes, deberían echar a todos esos vividores y volver a la fuente original del trabajo político: la revolución por más trabajo, salud y educación.

El periodismo, franco, directo, sin artilugios o trucos, debe ser mensajera de docencia y portador de luces para el combate cívico. Todo lo contrario a las tapaderas y complicidades que se compran en la Corte de los Milagros en que está convertido Perú.

*Hannah Arendt (1906-1975) fue una filósofa y teórica política judía de origen alemán, conocida por su análisis del totalitarismo, la libertad y el poder político. Su obra más influyente incluye Los orígenes del totalitarismo y Eichmann en Jerusalén, donde acuñó el controvertido concepto de la "banalidad del mal".

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¡No se cree en nadie!

"Un pueblo que ya no puede creer en nada no puede formar una opinión. Se ven privados no sólo de su capacidad de actuar, sino también de su capacidad de pensar y juzgar. Y con gente así puedes hacer lo que quieras". Hannah Arendt*

¿Es el Perú un país cuya ciudadanía carece de cualquier creencia y está al vaivén de la inercia cotidiana? ¿Carece el colectivo nacional de toda clase de fe en sus destinos y tiene nublada, por completo, su mirada de horizonte?

Confundir Lima con el resto del Perú representa uno de los errores manifiestos en que se ha incurrido sin ningún propósito de enmienda y peor aún se lo concibe como parte del “orden natural” de las cosas. Fantasía aberrante persiste como credo aunque eso nos hunda hasta la ciénaga y las sentinas.

Pero, y el cuestionamiento es legítimo: ¿cómo es que el país funciona a pesar de su burocracia retrógrada e inmoral, sus políticos tarados y mediocres, sus ministros, alcaldes y gobernadores angurrientos de dineros fáciles en trapisondas y, una deplorable dirección a tontas y a locas?

Perú marcha porque son varios países en uno solo. Sus poblaciones y cultura, tradición y pasado creativo persisten por encima de ficciones “modernizantes” pero impostadas.

Nótese que en los últimos procesos electorales las diferencias geográficas determinaron, mucho más aún, un mosaico de preferencias basados en aspiraciones distintas, requerimientos diversos y perfiles de un secesionismo indeseable pero real.

Probablemente uno de las carencias más dramáticas del Perú sea la sempiterna y trágica ausencia de liderazgo. Ociosos y haraganes desde el púlpito público se contentaron con robar la pitanza, explotar al pueblo y mantenerlo en la ignorancia más atroz.

Los secuaces de quienes siempre estuvieron en el poder, preservaron privilegios y se abstuvieron torpemente de compartir las riendas, en la creencia que el status quo duraría para siempre y que la eternidad estaba reservada para clanes por “razón” del color de piel, apellido, fortunas sospechosas de origen sucio y porque la “viveza” criolla se elevó al nivel de piedra filosofal.

Cuando el mandón sintió las amenazas de la rebeldía, usó su poder legal de fuego y no hay una contabilidad real que narre las matanzas contra hombres y mujeres del pueblo so pretexto de “la legitimidad y del principio de autoridad”. Lo que en todo el mundo se llama abuso simplemente.

Numerosas veces he lanzado la pregunta libre: ¿qué une a un peruano del Altiplano de fríos gélidos y alturas atroces con otro connacional cuya vida pasa en medio de los calores ecuatoriales? La teoría enuncia una bandera, un himno, una “historia”, en común. Pero la prevalencia de la capital y sus narrativas es lo que existe, el resto es complemento menor, acaso con reducida importancia.

Millones de peruanos, desde pequeños, fueron educados en la contemplación de los sucesos públicos, latrocinios, matanzas, abusos, y como parte de la normalidad, esa aberrante estación en que nada es cuestionable y en que se dan las cosas “porque así es la política”.

Los niños que en 20-25 años terminarán sus estudios profesionales y buscarán arraigo laboral productivo, podrían, como ha ocurrido con 400 mil ciudadanos, llegar a la conclusión que mejor irse del Perú hacia destinos diferentes, ríspidos, hostiles. Los peruanos en Estados Unidos saben que el asunto no es broma.

Deducir que muchos de esos miles ya no creen en Perú, es una opción. Otra, deseable y obligatoria, es que el Estado vía todos los gobiernos, garantice la creación de puestos de trabajo, industrialice el país y negocie la aperture de grandes conglomerados de trabajo con las empresas mundiales.

El pregón aquel que brama porque el “ruido político ahuyenta a las inversiones” no es más que un engaña muchachos que además siempre es pronunciado por elementos rentados que trabajan para aquellos pero que nunca revelan sus contratos.

Las inversiones vienen porque necesitan explotar recursos y ganar dinero. Pretender que solo Perú demanda de inversiones del modo que lleguen, es parte del clarín claudicante de pandillas que todo lo quieren fácil y para las que hacerse millonarios en 4-5 años, representa un comando de acción.

Falta de liderazgo en la fe de sus destinos por ayuno insólito de directores cuya ambición consista en levantar, con todos, al Perú, es una constante que puede, y debe superarse.

Los clubes electorales que representan a gaznápiros, en su inmensa mayoría, angurrientos de ser diputados, senadores, alcaldes y gobernantes, deberían echar a todos esos vividores y volver a la fuente original del trabajo político: la revolución por más trabajo, salud y educación.

El periodismo, franco, directo, sin artilugios o trucos, debe ser mensajera de docencia y portador de luces para el combate cívico. Todo lo contrario a las tapaderas y complicidades que se compran en la Corte de los Milagros en que está convertido Perú.

*Hannah Arendt (1906-1975) fue una filósofa y teórica política judía de origen alemán, conocida por su análisis del totalitarismo, la libertad y el poder político. Su obra más influyente incluye Los orígenes del totalitarismo y Eichmann en Jerusalén, donde acuñó el controvertido concepto de la "banalidad del mal".

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