Niños con cáncer en tiempos de coronavirus
Los delicados cabellos de Andrea, una niña de solo 5 años, resaltan con el rosado encendido de la pañoleta que lleva en su pequeña cabeza. “Es de París, me lo regaló una señora muy guapa y elegante que a veces me viene a visitar”, me cuenta mientras toco sus manos y las beso.
Empiezan los días de febrero y el sol en sus mejillas la hace lucir angelical. Te ves muy hermosa, le resalto y ella me señala los hematomas de su rostro y unas costras en los bordes de sus labios, aun así te ves linda y ella llora y yo lloro con ella, intento siempre ser fuerte pero ¿cómo?
Es una tarea muy dura, cuando estás frente a una niña huérfana que además tiene cáncer. Te desplomas. No sabes qué decir ni qué hacer para ayudar y sacarla de ese oscuro y triste mundo.
En tiempos tan inciertos como los que estamos viviendo del coronavirus, donde el enfoque es cómo, cuándo, dónde y por qué nos está pasando todo esto, preguntándonos si es una teoría conspirativa, un castigo de Dios o una confabulación de los ricos y poderosos que dominan al planeta Tierra. Muchos hemos dejado de apoyar a sectores que la están pasando muy mal, como en el caso de todos los niños que viven y son atendidos en albergues que cuidan de los menores afectados con cáncer terminal y de sus familias.
Los seguros oncológicos son importantes pero hay cierto desconocimiento de un gran sector de la población que no recibe la información pertinente para poder estar preparados ante la enfermedad. Nadie está libre y reza el dicho, es mejor prevenir que lamentar.
Aún como país nos falta mucho por avanzar, por lograr presupuestos generales del Estado que ayuden a los niños y adultos de escasos recursos socioeconómicos que no tienen escape ante un laberinto sin salida que muchas veces termina en una injusta muerte. Ya que si existiera un sistema sanitario que cubriera todas las necesidades reales, donde no se excluya a nadie y se pueda dar bonos a quiénes no pueden pagar un extenso tratamiento para derrotar al cáncer, otra sería la historia.
Las damas de la Cruz Roja, todos los voluntarios anónimos, los colaboradores del albergue Frieda Heller a quienes conozco personalmente y soy testigo del gran y valioso trabajo que hacen, se verán, entre comillas, perjudicados este año, porque ya que no se no podrá realizar la muy conocida colecta anual: Ponle Corazón, donde he tenido el privilegio de participar y sé que no hay nada más gratificante que el amor solidario.
Muchos critican y dicen que son actos para el selfie, para figurar, solo por estar, pero es peor si te escondes detrás de comentarios improductivos y estériles, no estás y no haces nada por nadie. Con tal de lograr objetivos para alcanzar las sonrisas de quiénes como en la caja de Pandora, han perdido todo menos la esperanza, pues hay que seguir luchando sin temor a la vergüenza, ni a la burla.
Mientras hablamos por teléfono, Andrea me interrumpe ¿en qué piensas?, en nada bebé, entonces sigue contándome ¿qué pasó con Hércules y Atlas? Le sigo narrando más historias de la mitología griega, mientras no pierdo la fe y sé que criaturas como Andrea no serán olvidadas por la sociedad ni por el gobierno peruano.
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Niños con cáncer en tiempos de coronavirus
Los delicados cabellos de Andrea, una niña de solo 5 años, resaltan con el rosado encendido de la pañoleta que lleva en su pequeña cabeza. “Es de París, me lo regaló una señora muy guapa y elegante que a veces me viene a visitar”, me cuenta mientras toco sus manos y las beso.
Empiezan los días de febrero y el sol en sus mejillas la hace lucir angelical. Te ves muy hermosa, le resalto y ella me señala los hematomas de su rostro y unas costras en los bordes de sus labios, aun así te ves linda y ella llora y yo lloro con ella, intento siempre ser fuerte pero ¿cómo?
Es una tarea muy dura, cuando estás frente a una niña huérfana que además tiene cáncer. Te desplomas. No sabes qué decir ni qué hacer para ayudar y sacarla de ese oscuro y triste mundo.
En tiempos tan inciertos como los que estamos viviendo del coronavirus, donde el enfoque es cómo, cuándo, dónde y por qué nos está pasando todo esto, preguntándonos si es una teoría conspirativa, un castigo de Dios o una confabulación de los ricos y poderosos que dominan al planeta Tierra. Muchos hemos dejado de apoyar a sectores que la están pasando muy mal, como en el caso de todos los niños que viven y son atendidos en albergues que cuidan de los menores afectados con cáncer terminal y de sus familias.
Los seguros oncológicos son importantes pero hay cierto desconocimiento de un gran sector de la población que no recibe la información pertinente para poder estar preparados ante la enfermedad. Nadie está libre y reza el dicho, es mejor prevenir que lamentar.
Aún como país nos falta mucho por avanzar, por lograr presupuestos generales del Estado que ayuden a los niños y adultos de escasos recursos socioeconómicos que no tienen escape ante un laberinto sin salida que muchas veces termina en una injusta muerte. Ya que si existiera un sistema sanitario que cubriera todas las necesidades reales, donde no se excluya a nadie y se pueda dar bonos a quiénes no pueden pagar un extenso tratamiento para derrotar al cáncer, otra sería la historia.
Las damas de la Cruz Roja, todos los voluntarios anónimos, los colaboradores del albergue Frieda Heller a quienes conozco personalmente y soy testigo del gran y valioso trabajo que hacen, se verán, entre comillas, perjudicados este año, porque ya que no se no podrá realizar la muy conocida colecta anual: Ponle Corazón, donde he tenido el privilegio de participar y sé que no hay nada más gratificante que el amor solidario.
Muchos critican y dicen que son actos para el selfie, para figurar, solo por estar, pero es peor si te escondes detrás de comentarios improductivos y estériles, no estás y no haces nada por nadie. Con tal de lograr objetivos para alcanzar las sonrisas de quiénes como en la caja de Pandora, han perdido todo menos la esperanza, pues hay que seguir luchando sin temor a la vergüenza, ni a la burla.
Mientras hablamos por teléfono, Andrea me interrumpe ¿en qué piensas?, en nada bebé, entonces sigue contándome ¿qué pasó con Hércules y Atlas? Le sigo narrando más historias de la mitología griega, mientras no pierdo la fe y sé que criaturas como Andrea no serán olvidadas por la sociedad ni por el gobierno peruano.