Monarquía constitucional peruana
Convencido San Martín, de la anarquía y de que no estaban dadas las condiciones para el tránsito a la República, se había pronunciado a favor de que el Perú fuese una Monarquía Constitucional, presidida por un príncipe europeo.
En el Capítulo I de la Monarquía en el Perú, Jorge Basadre refiere que el 2 de junio de 1821, San Martín se había reunido con el virrey La Serna en la hacienda Punchauca, en Carabayllo, donde se discutió la forma de gobierno que debía tener el Perú.
Propuesta, que según el Libertador, debiera ser independiente bajo el sistema de una Monarquía Constitucional que tendría la cabeza a un príncipe europeo y según las Memorias del general García Gamba, San Martín había planteado que se nombrase una regencia compuesta de tres miembros, cuyo presidente debería ser el general La Serna, hasta el arribo de un príncipe, y el principal ideólogo, del plan monárquico, era Bernardo Monteagudo, ministro del Protectorado de San Martín.
Me remito a las aseveraciones del historiador José Agustín de la Puente Candamo, para quien son elementos esenciales la moral del pueblo, el estado de culturización y la distribución de la riqueza y la relación entre las clases sociales, elementos importantes para una mejor forma de gobierno, para lo que los peruanos no estaban preparados para el uso amplio de sus derechos políticos.
San Martín no quería una ruptura brusca, sino una negociación, ya que advirtió que en Lima predominaba una gran concentración de aristócratas y personas con títulos de nobleza que podían apoyar su propuesta, y fue por eso que colocó a varios en puestos públicos, estableció la Orden del Sol, con carácter hereditario.
Hay quienes sostienen, decía, que los colores rojo y blanco de la Bandera no eran símbolos de la sangre y la paz, sino la Cruz de Bogoña y emblema de los reyes de los reyes de Hadsburgo.
Que la nobleza peruana poseía grandes haciendas, al cuidado de mayordomos. Las amplias casonas solariegas revelaban holgura, vida perezosa y tranquila, unas 5000 calesas circulaban en Lima, y no era ardoroso el entusiasmo emancipador, revelados en los documentos del Libertador, creador de la Sociedad Patriótica, cuyo fin era el de actuar a favor de la Monarquía y alimentada contra la Independencia por todos los sectores.
El presidente de la Sociedad Patriótica y vocero de la monarquía era el general Bernardo Monteagudo, el del levantamiento del 25 de mayo de 1809 en Chuquisaca, quien renuente a la Independencia había notificado no dar ni un peso para secundarla, Pezuela organizó la conferencia de Miraflores, en septiembre de 1820, en la que fue planteada la coronación de un príncipe de España, con las firmas de Hipólito Unanue, Justo Figuerola, el Conde de Vista Florida, Salazar y Baquíjano y otros.
En Lima no fue muy ardoroso el entusiasmo emancipador, sostiene Basadre, basado en los múltiples documentos de la época, publicados en la correspondencia del general San Martín, y en el informe del teniente coronel José Bernaldez Polledo, del 18 de diciembre de 1817 se leía: “no pondero si nuestro ejército estuviera a seis leguas de distancia de esta Capital y el visir hiciera una corrida de toros, los limeños fueran a ella contentos sin pensar en el riesgo que les amenazaba. Ocuparíamos la ciudad y los limeños no interrumpirían el curso de sus placeres”.
Uno de los corresponsales de San Martín, Aristipo Emero, en 1820, le decía: “los de la clase alta no darían ni un peso para lograr la Independencia…..no se afanan por mudar de existencia política, de un régimen en el que viven con desahogo, en una palabra, no hay que esperar ningún movimiento que favorezca al ejército protector de la Capital, porque en ella reina una indolencia, una falta absoluta de heroísmo, de virtudes republicanas”.
Apenas desembarcó San Martín –dice Basadre, en la 7ª parte de “La Monarquía en el Perú”-- fue en Miraflores, en setiembre de 1820, donde las negociaciones estaban dirigidas a la coronación de un príncipe de España…y tomó cuerpo cuando se formó un movimiento institucional representativo de la nobleza peruana, encarnado en la figura de José Baquíjano y Carrillo, conde de Vista Florida, personaje de gran solvencia intelectual y moral, que presidiera la “ Sociedad amantes del país”, y encabezando un movimiento liberal, en el que repercutía el constitucionalismo de las Cortes de Cádiz, aspiraba a la libertad política y comercial, plena libertad para los criollos, con autonomía sin cortar los lazos con España, tendencia que en Europa fuera encarnada por Vicente Morales Duárez, parlamentario limeño ante las Cortes y que terminó como Presidente del Congreso cuando falleció en 1812.
El Protectorado sanmartiniano hizo más a favor del monarquismo, pues, con ese objetivo había sido creada la Sociedad Patriótica, una academia orientada a debatir las cuestiones más trascendentales. La principal fue la defensa de la monarquía, a cargo del doctor José Ignacio Moreno, sobre el tema respecto de la mejor forma de gobierno para el Perú. Dos cuestiones más –sostiene Basadre- fueron el retardo de la Independencia y la imperiosa necesidad de la conservación del orden público a fin de perpetuar la paz, expresiones de la penosa realidad anárquica de la sociedad peruana, de indefinida conducta que ya dura doscientos años.
En el capítulo 10 del historial sobre la Monarquía Constitucional, aparece que uno de los principales defensores del monarquismo era Bernardo Monteagudo, consejero de San Martín, contrario de Riva Agüero, autor del motín de 25 de julio de 1822, en circunstancias en las que San Martín había viajado a Guayaquil para entrevistarse con Bolívar.
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Monarquía constitucional peruana
Convencido San Martín, de la anarquía y de que no estaban dadas las condiciones para el tránsito a la República, se había pronunciado a favor de que el Perú fuese una Monarquía Constitucional, presidida por un príncipe europeo.
En el Capítulo I de la Monarquía en el Perú, Jorge Basadre refiere que el 2 de junio de 1821, San Martín se había reunido con el virrey La Serna en la hacienda Punchauca, en Carabayllo, donde se discutió la forma de gobierno que debía tener el Perú.
Propuesta, que según el Libertador, debiera ser independiente bajo el sistema de una Monarquía Constitucional que tendría la cabeza a un príncipe europeo y según las Memorias del general García Gamba, San Martín había planteado que se nombrase una regencia compuesta de tres miembros, cuyo presidente debería ser el general La Serna, hasta el arribo de un príncipe, y el principal ideólogo, del plan monárquico, era Bernardo Monteagudo, ministro del Protectorado de San Martín.
Me remito a las aseveraciones del historiador José Agustín de la Puente Candamo, para quien son elementos esenciales la moral del pueblo, el estado de culturización y la distribución de la riqueza y la relación entre las clases sociales, elementos importantes para una mejor forma de gobierno, para lo que los peruanos no estaban preparados para el uso amplio de sus derechos políticos.
San Martín no quería una ruptura brusca, sino una negociación, ya que advirtió que en Lima predominaba una gran concentración de aristócratas y personas con títulos de nobleza que podían apoyar su propuesta, y fue por eso que colocó a varios en puestos públicos, estableció la Orden del Sol, con carácter hereditario.
Hay quienes sostienen, decía, que los colores rojo y blanco de la Bandera no eran símbolos de la sangre y la paz, sino la Cruz de Bogoña y emblema de los reyes de los reyes de Hadsburgo.
Que la nobleza peruana poseía grandes haciendas, al cuidado de mayordomos. Las amplias casonas solariegas revelaban holgura, vida perezosa y tranquila, unas 5000 calesas circulaban en Lima, y no era ardoroso el entusiasmo emancipador, revelados en los documentos del Libertador, creador de la Sociedad Patriótica, cuyo fin era el de actuar a favor de la Monarquía y alimentada contra la Independencia por todos los sectores.
El presidente de la Sociedad Patriótica y vocero de la monarquía era el general Bernardo Monteagudo, el del levantamiento del 25 de mayo de 1809 en Chuquisaca, quien renuente a la Independencia había notificado no dar ni un peso para secundarla, Pezuela organizó la conferencia de Miraflores, en septiembre de 1820, en la que fue planteada la coronación de un príncipe de España, con las firmas de Hipólito Unanue, Justo Figuerola, el Conde de Vista Florida, Salazar y Baquíjano y otros.
En Lima no fue muy ardoroso el entusiasmo emancipador, sostiene Basadre, basado en los múltiples documentos de la época, publicados en la correspondencia del general San Martín, y en el informe del teniente coronel José Bernaldez Polledo, del 18 de diciembre de 1817 se leía: “no pondero si nuestro ejército estuviera a seis leguas de distancia de esta Capital y el visir hiciera una corrida de toros, los limeños fueran a ella contentos sin pensar en el riesgo que les amenazaba. Ocuparíamos la ciudad y los limeños no interrumpirían el curso de sus placeres”.
Uno de los corresponsales de San Martín, Aristipo Emero, en 1820, le decía: “los de la clase alta no darían ni un peso para lograr la Independencia…..no se afanan por mudar de existencia política, de un régimen en el que viven con desahogo, en una palabra, no hay que esperar ningún movimiento que favorezca al ejército protector de la Capital, porque en ella reina una indolencia, una falta absoluta de heroísmo, de virtudes republicanas”.
Apenas desembarcó San Martín –dice Basadre, en la 7ª parte de “La Monarquía en el Perú”-- fue en Miraflores, en setiembre de 1820, donde las negociaciones estaban dirigidas a la coronación de un príncipe de España…y tomó cuerpo cuando se formó un movimiento institucional representativo de la nobleza peruana, encarnado en la figura de José Baquíjano y Carrillo, conde de Vista Florida, personaje de gran solvencia intelectual y moral, que presidiera la “ Sociedad amantes del país”, y encabezando un movimiento liberal, en el que repercutía el constitucionalismo de las Cortes de Cádiz, aspiraba a la libertad política y comercial, plena libertad para los criollos, con autonomía sin cortar los lazos con España, tendencia que en Europa fuera encarnada por Vicente Morales Duárez, parlamentario limeño ante las Cortes y que terminó como Presidente del Congreso cuando falleció en 1812.
El Protectorado sanmartiniano hizo más a favor del monarquismo, pues, con ese objetivo había sido creada la Sociedad Patriótica, una academia orientada a debatir las cuestiones más trascendentales. La principal fue la defensa de la monarquía, a cargo del doctor José Ignacio Moreno, sobre el tema respecto de la mejor forma de gobierno para el Perú. Dos cuestiones más –sostiene Basadre- fueron el retardo de la Independencia y la imperiosa necesidad de la conservación del orden público a fin de perpetuar la paz, expresiones de la penosa realidad anárquica de la sociedad peruana, de indefinida conducta que ya dura doscientos años.
En el capítulo 10 del historial sobre la Monarquía Constitucional, aparece que uno de los principales defensores del monarquismo era Bernardo Monteagudo, consejero de San Martín, contrario de Riva Agüero, autor del motín de 25 de julio de 1822, en circunstancias en las que San Martín había viajado a Guayaquil para entrevistarse con Bolívar.