
Informe
Señal de Alerta-Herbert Mujica Rojas
20-10-2025
Mercachifles, títulos, educación
En Perú, no tengo certeza que tenga iguales características en otros países, los diplomas, doctorados, grados universitarios, se extienden con una facilidad pasmosa. De pronto y gracias al lucrativo negocio, poseemos más generales que milicianos en armas, algo así como el dicho gringo: too many chiefs, few indians.
Y no pocos de esos traficantes están en la “política”, obsequiando cartones, vendiendo títulos, ensuciando un ámbito clave en la formación de cualquier país. Lejos de ser manantial creador, esta disciplina, la educación, ha devenido en vulgar ámbito deleznable.
No hay quien pueda decir o afirmar con seriedad que la educación no es un negociazo de esos que vuelven a carretilleros o personajes sin ninguna luz intelectual, en rectores, decanos, coordinadores, poseedores de maestrías baratas, en la esquina y debajo de cada piedra en el país.
No es un tema ideológico partidario. Además, en Perú NO existen los partidos, hay clubes electorales cuyo fin supremo es colocar autoridades en el Congreso y alcaldías. No enseñan civismo porque carecen de esa virtud, básicamente están vinculados a la política no para edificar una nación, sino para tentar las canonjías y vituallas que da, con puntualidad, el Estado.
En Perú somos magos para la armazón de edificios oratorios vacíos pero impactantes. Nos llenamos de incoherencias que parecen “decentes” y “reflexivas”. Entonces una minoría ridícula en el Congreso, pareciera gobernarlo por su capacidad de hacer bulla.
Así de simple.
Que Perú tenga casi 200 “universidades” nos debería dar vergüenza porque hemos permitido que el título o grado universitario se reparta como si fuera anticucho o choncholí de esquina, sabrosos y picantes, pero de muy efímera repercusión en el porvenir de la Patria.
Por eso, llamados a dar opinión, muchos de estos turroneros pronuncian mentecatadas vergonzosas y denigrantes para con un público poco exigente y que fue acostumbrado a recibir “porque eso es lo que hay”.
Y no pasa sólo en estas “universidades”. ¿Se acuerdan de un obeso idiota, muy alto, que se hacía llamar “doctor”, hasta que fue desenmascarado por uno de sus ex profesores?
La falta de actitud, determinación y criterio son parte del ADN social fallido del Perú.
A la par que dogma, el conformismo, también se cerraron las puertas a la crítica, al empeño constructivo de oponer ideas a las vallas que situó la academia para evitar cuestionamientos.
Soluciones radicales son necesarias y entre éstas, la pulverización de garitos que dicen dar educación haciendo ricos y millonarios a sus inmorales promotores que actúan a sabiendas y con dolo cínico.
“El título del notable libro La universidad no es una isla, que escribiera el maestro Luis Alberto Sánchez en 1961, no puede ser más apropiado en los tiempos presentes. La universidad, crisol de forja de elementos especializados para la sociedad, no tiene como misión titular ineptos, mercachifles, peluqueros sociales o frívolos estafadores que se enriquecen con el dinero público.
Como si fuéramos un hito académico y cultural, en Perú hay casi 150 instituciones que se reclaman universidades. Muchas no pasan de ser covachas y guaridas de genuinos delincuentes que entienden la ecuación que combina ansiedad paterna que los hijos estudien y obtengan el cartón que los titula y migren al mercado laboral, dentro o fuera. No pocas veces esos antros carecen absolutamente de calidad en todo orden.
¿Por qué las universidades estatales “exportan” profesionales hacia otros países, sobre todo Estados Unidos y Europa, que ipso facto otorgan facilidades de visas, becas, créditos para especialización, a profesionales que pasaron por la carrera pagada con el dinero público? Los contribuyentes y sus impuestos, sufragaron esos estudios.
La explicación es simple. Allende y aquende les pagarán más por su desempeño. No obstante esa realidad ¿cómo retribuyen al Perú, los flamantes profesionales, el dinero que costó su adiestramiento de alto nivel? ¿Hay alguna obligación de hacerlo, en primer lugar?
Si no existe la obligación de devolver al Perú lo invertido, hay que formular la posibilidad de hacerlo. Años atrás existía el Secigra que hoy tiene otro nombre.
El estudiante universitario, no por serlo, declina ser patriota conciente de esos dineros públicos.
La universidad no puede ser un foco aislado con divorcio grotesco de cuanto ocurra en la sociedad en sus múltiples facetas: culturales, políticas, académicas. Sólo recordar el comportamiento de rectores averguenza y acongoja.
La universidad no es una isla. Sí es un ágora feraz y creadora de talentos con el ineludible propósito de encontrar, planear, los mejores y más eficientes caminos del buen vivir de los peruanos. 14-8-2022, La universidad NO es una isla, 14-8-2022
https://bit.ly/3JVb7FS
Hay que pulverizar a los mercachifles que hacen sus negocios necios con la educación. Los títulos no pueden ser preseas al mejor postor. No hay otra llave fundamental para cualquier sociedad que caminar por los iluminados derroteros y alamedas de una preparación alerta y moderna.
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Informe
Señal de Alerta-Herbert Mujica Rojas
20-10-2025
Mercachifles, títulos, educación
En Perú, no tengo certeza que tenga iguales características en otros países, los diplomas, doctorados, grados universitarios, se extienden con una facilidad pasmosa. De pronto y gracias al lucrativo negocio, poseemos más generales que milicianos en armas, algo así como el dicho gringo: too many chiefs, few indians.
Y no pocos de esos traficantes están en la “política”, obsequiando cartones, vendiendo títulos, ensuciando un ámbito clave en la formación de cualquier país. Lejos de ser manantial creador, esta disciplina, la educación, ha devenido en vulgar ámbito deleznable.
No hay quien pueda decir o afirmar con seriedad que la educación no es un negociazo de esos que vuelven a carretilleros o personajes sin ninguna luz intelectual, en rectores, decanos, coordinadores, poseedores de maestrías baratas, en la esquina y debajo de cada piedra en el país.
No es un tema ideológico partidario. Además, en Perú NO existen los partidos, hay clubes electorales cuyo fin supremo es colocar autoridades en el Congreso y alcaldías. No enseñan civismo porque carecen de esa virtud, básicamente están vinculados a la política no para edificar una nación, sino para tentar las canonjías y vituallas que da, con puntualidad, el Estado.
En Perú somos magos para la armazón de edificios oratorios vacíos pero impactantes. Nos llenamos de incoherencias que parecen “decentes” y “reflexivas”. Entonces una minoría ridícula en el Congreso, pareciera gobernarlo por su capacidad de hacer bulla.
Así de simple.
Que Perú tenga casi 200 “universidades” nos debería dar vergüenza porque hemos permitido que el título o grado universitario se reparta como si fuera anticucho o choncholí de esquina, sabrosos y picantes, pero de muy efímera repercusión en el porvenir de la Patria.
Por eso, llamados a dar opinión, muchos de estos turroneros pronuncian mentecatadas vergonzosas y denigrantes para con un público poco exigente y que fue acostumbrado a recibir “porque eso es lo que hay”.
Y no pasa sólo en estas “universidades”. ¿Se acuerdan de un obeso idiota, muy alto, que se hacía llamar “doctor”, hasta que fue desenmascarado por uno de sus ex profesores?
La falta de actitud, determinación y criterio son parte del ADN social fallido del Perú.
A la par que dogma, el conformismo, también se cerraron las puertas a la crítica, al empeño constructivo de oponer ideas a las vallas que situó la academia para evitar cuestionamientos.
Soluciones radicales son necesarias y entre éstas, la pulverización de garitos que dicen dar educación haciendo ricos y millonarios a sus inmorales promotores que actúan a sabiendas y con dolo cínico.
“El título del notable libro La universidad no es una isla, que escribiera el maestro Luis Alberto Sánchez en 1961, no puede ser más apropiado en los tiempos presentes. La universidad, crisol de forja de elementos especializados para la sociedad, no tiene como misión titular ineptos, mercachifles, peluqueros sociales o frívolos estafadores que se enriquecen con el dinero público.
Como si fuéramos un hito académico y cultural, en Perú hay casi 150 instituciones que se reclaman universidades. Muchas no pasan de ser covachas y guaridas de genuinos delincuentes que entienden la ecuación que combina ansiedad paterna que los hijos estudien y obtengan el cartón que los titula y migren al mercado laboral, dentro o fuera. No pocas veces esos antros carecen absolutamente de calidad en todo orden.
¿Por qué las universidades estatales “exportan” profesionales hacia otros países, sobre todo Estados Unidos y Europa, que ipso facto otorgan facilidades de visas, becas, créditos para especialización, a profesionales que pasaron por la carrera pagada con el dinero público? Los contribuyentes y sus impuestos, sufragaron esos estudios.
La explicación es simple. Allende y aquende les pagarán más por su desempeño. No obstante esa realidad ¿cómo retribuyen al Perú, los flamantes profesionales, el dinero que costó su adiestramiento de alto nivel? ¿Hay alguna obligación de hacerlo, en primer lugar?
Si no existe la obligación de devolver al Perú lo invertido, hay que formular la posibilidad de hacerlo. Años atrás existía el Secigra que hoy tiene otro nombre.
El estudiante universitario, no por serlo, declina ser patriota conciente de esos dineros públicos.
La universidad no puede ser un foco aislado con divorcio grotesco de cuanto ocurra en la sociedad en sus múltiples facetas: culturales, políticas, académicas. Sólo recordar el comportamiento de rectores averguenza y acongoja.
La universidad no es una isla. Sí es un ágora feraz y creadora de talentos con el ineludible propósito de encontrar, planear, los mejores y más eficientes caminos del buen vivir de los peruanos. 14-8-2022, La universidad NO es una isla, 14-8-2022
https://bit.ly/3JVb7FS
Hay que pulverizar a los mercachifles que hacen sus negocios necios con la educación. Los títulos no pueden ser preseas al mejor postor. No hay otra llave fundamental para cualquier sociedad que caminar por los iluminados derroteros y alamedas de una preparación alerta y moderna.