
Informe
Señal de Alerta-Herbert Mujica Rojas
9-12-2025
¡Látigo moral contra ladrones!
Cuando en Perú se logre escarmentar en sitios públicos, a los malos parlamentarios, pésimos diplomáticos, funcionarios ministeriales antipatrióticos, periodistas venales y a sueldo de las gavillas o transnacionales, y botarlos de restaurantes, cines, clubes o de lo que fuera, entonces el país conseguirá una catarsis extraordinaria que mostrará ¡cómo se repudia en Perú a los delincuentes!
Por esas cosas tan típicas del Perú, no pocas mentiras se transformaron en “verdad” que todos repiten, especialmente los muy interesados en que la falsedad sea sentencia y no precaria como inverosímil explicación.
Dura lex, sed lex, dicen los entendidos, jueces, magistrados, generales, todos aquellos que poseen los tarifarios de sus dictámenes, en soles y en soles, aquí en Perú o en cuentas cifradas en paraísos fiscales. Y siempre se pretende que no haya discusión sobre fallos que asombran al ciudadano común y corriente.
Entonces altos funcionarios del Estado, de la industria privada, tienen patente de corso para sus bellaquerías delictivas a sabiendas que los abogángsteres de los grandes estudios les protegerán y les conseguirán certificado de inocencia y virtud indiscutible.
El raro privilegio de tener en Perú a ladrones a dedicación exclusiva, a tiempo completo, no constituye una distinción que nos enorgullezca. Tenemos rufianes, malhechores y rateros habilísimos para saquear al Estado o desde el ámbito privado al público.
¿Qué diferencia a un pícaro de cuello y corbata, de esos que viajan con frecuencia, gastan dinero de los contribuyentes, no pelean nada por el Perú y acumulan millaje en los aviones, con los cacos y monreros criminales que pululan por todas las calles del Perú?
¡Francamente nada! Son idénticos, sólo que unos son más galanos e instruidos que los otros. Frecuentan otros ambientes, se relacionan en niveles distintos, pero a la hora de echar mano a la mercadería ajena, causan los mismos estropicios.
¡Claro que en cuanto a depredar y pervertir la vida diaria, ambos especímenes, son parte cancerosa del cuerpo social del país! Estos malos funcionarios y pillos son ¡ladrones a dedicación exclusiva!
Los analistas superficiales, esos intelectuales de quiosco que leen folletos mal traducidos y cobran por sus adefesios con precios altos, suelen atribuir la corrupción al gobierno corrupto de Alberto Kenya Fujimori. ¡Como si los casi 200 años precedentes no fueran la inmensa colección de asaltos y timos al dinero del pueblo!
El primer signo de corrupción, llamemos de mala fe, engaño y lesión moral, fue el timo que le hicieron a Atahualpa. Las promesas ibéricas se derrumbaron con la pena del garrote a la que fue sometido el inca postrero. Por lo menos hay allí huella indeleble de la falsía.
La historia es recurrente y no tiene, por desgracia, nada de nueva. Se reitera cada vez que un gobierno se va y otro adviene, así siempre hay un pacto tácito de “no agresión” y arreglo para que las cosas “funcionen”.
Lo atroz y casi nunca discutido a viva voz consiste en que los primeros 4 años (de un lapso de 5), gastan tiempo en el viejo vicio y brindan pan y circo a la sociedad.
¿Qué gobierno ha enjuiciado y penalizado los escándalos más estentóreos del anterior? ¿Y en los municipios o gobiernos regionales? El pacto infame de la inocencia se negocia sin vergüenza. Las pitanzas y piltrafas van a la prensa y los lectores que anhelan “justicia”.
¿Cómo escarmentar a los ladrones que hay en la administración pública? Los cargos los tienen de abuelos a nietos y la gran mayoría se protege entre sí. El espíritu de cuerpo válido para las grandes empresas colectivas y sociales, se transforma en hermandad criminal y es una coraza de impunidad en el delito y en el robo.
Si uno cae, arrastra, en larga cadena al subsiguiente, por tanto, para que nadie afronte la desgracia, ¡nadie debe ser culpable! ¿Serán más importantes los carnés partidarios o los compadrazgos taimados a la hora de poner en la picota a los pillos?
¿Cómo se escudriñan las veleidades, a veces muy sospechosas, de todos esos funcionarios ministeriales que negociaron el TLC con Gringolandia; las diversas concesiones plenas en irregularidades y el otorgamiento de contratos de estabilidad tributaria o privatizaciones del gobierno actual y de los anteriores?
Como principio debía establecerse que los crímenes contra el Estado no prescriben y que todo lo mal obtenido debe ser retenido o expropiado. Además ¡ningún hombre o mujer que haya tenido cargos de importancia, podrá trabajar para empresas vinculadas a capítulos, nacionales o extranjeros, que hubieran requerido de su participación burocrática, por lo menos en 15 años!
¿Y cómo castigar a los delincuentes? A veces las cárceles son insuficientes. Sostengo que a los cacos debía enviárselos a limpiar baños, arreglar jardines, barrer pistas y calles, cuidar cruceros peatonales u ordenar las colas de los microbuses, siempre con su credencial del ministerio o dependencia a la que perteneció, al pecho, para que su identidad esté a la vista y hasta que completen el tiempo para su jubilación.
Además, debía descontarse la reparación civil que el Estado imponga al mal servidor. El látigo moral ¡es mucho más efectivo que leyes dadas por pandillas hábiles en buscar cortapisas y amenguar los castigos!
¡Ataquemos al poder, el gobierno lo tiene cualquiera; atentos a la historia, las tribunas aplauden lo que suena bien; rompamos el pacto infame y tácito de hablar a media voz!
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Señal de Alerta-Herbert Mujica Rojas
9-12-2025
¡Látigo moral contra ladrones!
Cuando en Perú se logre escarmentar en sitios públicos, a los malos parlamentarios, pésimos diplomáticos, funcionarios ministeriales antipatrióticos, periodistas venales y a sueldo de las gavillas o transnacionales, y botarlos de restaurantes, cines, clubes o de lo que fuera, entonces el país conseguirá una catarsis extraordinaria que mostrará ¡cómo se repudia en Perú a los delincuentes!
Por esas cosas tan típicas del Perú, no pocas mentiras se transformaron en “verdad” que todos repiten, especialmente los muy interesados en que la falsedad sea sentencia y no precaria como inverosímil explicación.
Dura lex, sed lex, dicen los entendidos, jueces, magistrados, generales, todos aquellos que poseen los tarifarios de sus dictámenes, en soles y en soles, aquí en Perú o en cuentas cifradas en paraísos fiscales. Y siempre se pretende que no haya discusión sobre fallos que asombran al ciudadano común y corriente.
Entonces altos funcionarios del Estado, de la industria privada, tienen patente de corso para sus bellaquerías delictivas a sabiendas que los abogángsteres de los grandes estudios les protegerán y les conseguirán certificado de inocencia y virtud indiscutible.
El raro privilegio de tener en Perú a ladrones a dedicación exclusiva, a tiempo completo, no constituye una distinción que nos enorgullezca. Tenemos rufianes, malhechores y rateros habilísimos para saquear al Estado o desde el ámbito privado al público.
¿Qué diferencia a un pícaro de cuello y corbata, de esos que viajan con frecuencia, gastan dinero de los contribuyentes, no pelean nada por el Perú y acumulan millaje en los aviones, con los cacos y monreros criminales que pululan por todas las calles del Perú?
¡Francamente nada! Son idénticos, sólo que unos son más galanos e instruidos que los otros. Frecuentan otros ambientes, se relacionan en niveles distintos, pero a la hora de echar mano a la mercadería ajena, causan los mismos estropicios.
¡Claro que en cuanto a depredar y pervertir la vida diaria, ambos especímenes, son parte cancerosa del cuerpo social del país! Estos malos funcionarios y pillos son ¡ladrones a dedicación exclusiva!
Los analistas superficiales, esos intelectuales de quiosco que leen folletos mal traducidos y cobran por sus adefesios con precios altos, suelen atribuir la corrupción al gobierno corrupto de Alberto Kenya Fujimori. ¡Como si los casi 200 años precedentes no fueran la inmensa colección de asaltos y timos al dinero del pueblo!
El primer signo de corrupción, llamemos de mala fe, engaño y lesión moral, fue el timo que le hicieron a Atahualpa. Las promesas ibéricas se derrumbaron con la pena del garrote a la que fue sometido el inca postrero. Por lo menos hay allí huella indeleble de la falsía.
La historia es recurrente y no tiene, por desgracia, nada de nueva. Se reitera cada vez que un gobierno se va y otro adviene, así siempre hay un pacto tácito de “no agresión” y arreglo para que las cosas “funcionen”.
Lo atroz y casi nunca discutido a viva voz consiste en que los primeros 4 años (de un lapso de 5), gastan tiempo en el viejo vicio y brindan pan y circo a la sociedad.
¿Qué gobierno ha enjuiciado y penalizado los escándalos más estentóreos del anterior? ¿Y en los municipios o gobiernos regionales? El pacto infame de la inocencia se negocia sin vergüenza. Las pitanzas y piltrafas van a la prensa y los lectores que anhelan “justicia”.
¿Cómo escarmentar a los ladrones que hay en la administración pública? Los cargos los tienen de abuelos a nietos y la gran mayoría se protege entre sí. El espíritu de cuerpo válido para las grandes empresas colectivas y sociales, se transforma en hermandad criminal y es una coraza de impunidad en el delito y en el robo.
Si uno cae, arrastra, en larga cadena al subsiguiente, por tanto, para que nadie afronte la desgracia, ¡nadie debe ser culpable! ¿Serán más importantes los carnés partidarios o los compadrazgos taimados a la hora de poner en la picota a los pillos?
¿Cómo se escudriñan las veleidades, a veces muy sospechosas, de todos esos funcionarios ministeriales que negociaron el TLC con Gringolandia; las diversas concesiones plenas en irregularidades y el otorgamiento de contratos de estabilidad tributaria o privatizaciones del gobierno actual y de los anteriores?
Como principio debía establecerse que los crímenes contra el Estado no prescriben y que todo lo mal obtenido debe ser retenido o expropiado. Además ¡ningún hombre o mujer que haya tenido cargos de importancia, podrá trabajar para empresas vinculadas a capítulos, nacionales o extranjeros, que hubieran requerido de su participación burocrática, por lo menos en 15 años!
¿Y cómo castigar a los delincuentes? A veces las cárceles son insuficientes. Sostengo que a los cacos debía enviárselos a limpiar baños, arreglar jardines, barrer pistas y calles, cuidar cruceros peatonales u ordenar las colas de los microbuses, siempre con su credencial del ministerio o dependencia a la que perteneció, al pecho, para que su identidad esté a la vista y hasta que completen el tiempo para su jubilación.
Además, debía descontarse la reparación civil que el Estado imponga al mal servidor. El látigo moral ¡es mucho más efectivo que leyes dadas por pandillas hábiles en buscar cortapisas y amenguar los castigos!
¡Ataquemos al poder, el gobierno lo tiene cualquiera; atentos a la historia, las tribunas aplauden lo que suena bien; rompamos el pacto infame y tácito de hablar a media voz!


