La sociedad tartufa
La sociedad tartufa peruana (hipócrita y falsa) que idolatra la mentira, la construye con acendrada vocación falsaria, no se ha preguntado ni cuestionado ¿hasta cuándo la farsa “construye” al Perú.
Cada vez que se pretendió democratizar la tributación y que los que tengan más posibilidades den cuotas mayores en impuestos, los grandes lobbyes soltaron a sus perros abogadiles a entrampar las leyes, su reglamento y la efectividad de cualquier cobranza coactiva.
Estado: ¡cuántas fortunas ilícitas hay en tu nombre!
Si los hombres y mujeres públicos, los que viven del impuesto que paga el resto y malgasta la burocracia corrupta, tienen por norma hacer trampa y consagrar esas prácticas como las más “eficientes”, es indudable el porvenir fallado que aguarda al país.
Una de las especies más comunes pero más monstruosas es aquella por la cual, todo debe dejarse como está porque “así es la política”. ¡Como si no hubiéramos tenido damas y varones honestos en el cumplimiento del deber!
Las elecciones recientes consagraron en Lima a un alcalde que debe más de 30 millones de soles en impuestos y no los paga ¡porque no le da la gana! Y tiene amigotes en los juzgados, en las comisarías, en todas partes. Prueba de ello es que nadie le exige el abono que sí honra el resto de mortales.
¿No hubo un presidente a quien, a cambio de favores dinerarios, le preguntaron “¿cómo es la mía? ¿No fue el que en acto de cobardía se autoeliminó? Los viejos militantes de su partido, conocieron el encierro, el destierro y, por último, el entierro. ¡Qué lejos esos ejemplos!
A no pocos les parece una picardía perdonable que varios ex mandatarios estén requeridos por la justicia penal por robos y estafas. La vergüenza mundial es onerosa. No es ningún consuelo que en otros países ocurra lo mismo. Mal de muchos, consuelo de tontos.
Los partidos políticos –más bien, clubes electorales- de cuya crisis no hay la más mínima duda; las instituciones de todo pelaje y denominación, la Iglesia Católica tan puntillosa en no pagar impuestos y en pretender que Perú le debe gratitud u obediencia, los miedos de comunicación, todos, ominosamente han ocultado el lado oscuro de esta maniobra artera que pone lo falso sobre lo genuino y se enseñan antivalores.
Si la familia es célula fundamental de la sociedad ¡precisamente! ésta está siendo demolida por unos inmorales a quienes el país no importa, pero sí son de capital importancia sus negociados.
Conviene preguntar de frente y sin ambages tartufos: ¿tan bajo estamos cayendo como Estado que se ha perdido todo referente a una estructura valorativa de auto-estima?
Las sociedades tartufas que premian la hipocresía; elevan a estúpidos a la talla de prohombres o intelectuales sin que lo sean, lastran su existencia, envilecen su presente y su futuro porque acomodan su pasado con memoria selectiva pero, lo que es peor, producen eructos históricos de ínfima calidad.
No parece raro, entonces, que pandillas de necios que viven de dólares foráneos se hayan aupado y creído el papel de formadores de opinión o que políticos ignaros y tímidos, no puedan exigir un comportamiento moral porque simplemente carecen de aquél por gráciles concesiones que otorgan bajo el supuesto muelle que nadie reclama.
Los sectarios, mediocres y corruptos (semecos) encontraron en Perú abrigo y aliento, cuando debieron haber sido expulsados por las buenas o por las malas.
Quienes no medramos de la mermelada que pagan las empresas transnacionales que sufragan a borrachitos sociales o que declinamos los favores compradores de conciencia, tenemos la hermandad espiritual y el compromiso indeclinable con don Manuel González Prada de romper el pacto infame y tácito de hablar a media voz. Aunque eso moleste, urtique o soliviante las faltriqueras de paniaguados por doquier. Arriba o abajo.
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La sociedad tartufa
La sociedad tartufa peruana (hipócrita y falsa) que idolatra la mentira, la construye con acendrada vocación falsaria, no se ha preguntado ni cuestionado ¿hasta cuándo la farsa “construye” al Perú.
Cada vez que se pretendió democratizar la tributación y que los que tengan más posibilidades den cuotas mayores en impuestos, los grandes lobbyes soltaron a sus perros abogadiles a entrampar las leyes, su reglamento y la efectividad de cualquier cobranza coactiva.
Estado: ¡cuántas fortunas ilícitas hay en tu nombre!
Si los hombres y mujeres públicos, los que viven del impuesto que paga el resto y malgasta la burocracia corrupta, tienen por norma hacer trampa y consagrar esas prácticas como las más “eficientes”, es indudable el porvenir fallado que aguarda al país.
Una de las especies más comunes pero más monstruosas es aquella por la cual, todo debe dejarse como está porque “así es la política”. ¡Como si no hubiéramos tenido damas y varones honestos en el cumplimiento del deber!
Las elecciones recientes consagraron en Lima a un alcalde que debe más de 30 millones de soles en impuestos y no los paga ¡porque no le da la gana! Y tiene amigotes en los juzgados, en las comisarías, en todas partes. Prueba de ello es que nadie le exige el abono que sí honra el resto de mortales.
¿No hubo un presidente a quien, a cambio de favores dinerarios, le preguntaron “¿cómo es la mía? ¿No fue el que en acto de cobardía se autoeliminó? Los viejos militantes de su partido, conocieron el encierro, el destierro y, por último, el entierro. ¡Qué lejos esos ejemplos!
A no pocos les parece una picardía perdonable que varios ex mandatarios estén requeridos por la justicia penal por robos y estafas. La vergüenza mundial es onerosa. No es ningún consuelo que en otros países ocurra lo mismo. Mal de muchos, consuelo de tontos.
Los partidos políticos –más bien, clubes electorales- de cuya crisis no hay la más mínima duda; las instituciones de todo pelaje y denominación, la Iglesia Católica tan puntillosa en no pagar impuestos y en pretender que Perú le debe gratitud u obediencia, los miedos de comunicación, todos, ominosamente han ocultado el lado oscuro de esta maniobra artera que pone lo falso sobre lo genuino y se enseñan antivalores.
Si la familia es célula fundamental de la sociedad ¡precisamente! ésta está siendo demolida por unos inmorales a quienes el país no importa, pero sí son de capital importancia sus negociados.
Conviene preguntar de frente y sin ambages tartufos: ¿tan bajo estamos cayendo como Estado que se ha perdido todo referente a una estructura valorativa de auto-estima?
Las sociedades tartufas que premian la hipocresía; elevan a estúpidos a la talla de prohombres o intelectuales sin que lo sean, lastran su existencia, envilecen su presente y su futuro porque acomodan su pasado con memoria selectiva pero, lo que es peor, producen eructos históricos de ínfima calidad.
No parece raro, entonces, que pandillas de necios que viven de dólares foráneos se hayan aupado y creído el papel de formadores de opinión o que políticos ignaros y tímidos, no puedan exigir un comportamiento moral porque simplemente carecen de aquél por gráciles concesiones que otorgan bajo el supuesto muelle que nadie reclama.
Los sectarios, mediocres y corruptos (semecos) encontraron en Perú abrigo y aliento, cuando debieron haber sido expulsados por las buenas o por las malas.
Quienes no medramos de la mermelada que pagan las empresas transnacionales que sufragan a borrachitos sociales o que declinamos los favores compradores de conciencia, tenemos la hermandad espiritual y el compromiso indeclinable con don Manuel González Prada de romper el pacto infame y tácito de hablar a media voz. Aunque eso moleste, urtique o soliviante las faltriqueras de paniaguados por doquier. Arriba o abajo.