
La salud pública, entre el Estado y el mercado
El socialismo murió y la social democracia va en el mismo camino. Basta con leer los diarios, revistas y libros del final de la década de 1980. Esos fueron años marcados por una tensión surgida de la crisis de gobernabilidad y legitimidad en Europa occidental y los EEUU, debido a la caída del Muro de Berlín, la implosión del imperio soviético y el ingreso de los países del Este europeo en la economía de mercado. Fueron años en que los efectos de la crisis del petróleo de la década anterior corroyeron las virtualidades de las políticas keynesianas de la post guerra mundial.
Quien guardó artículos de diarios, revistas y libros publicados aquella época, tiene en sus archivos decenas de ensayos, editoriales y artículos sobre los funerales del Estado planificador e interventor. Son textos en los que se descarta al Estado como agente normativo, regulador y fiscalizador de la economía. Son narrativas que invocando las virtudes del liberalismo y glorificando el juego del mercado, justifican la reducción de la actuación del Estado a funciones meramente subsidiarias y excepcionales.
Entre otros argumentos, esas narrativas enfatizaban que las personas deberían ver en el mercado libre y desregulado la mejor forma de suplir sus necesidades y buscar oportunidades, exaltando así una racionalidad instrumental que llevaría a la consagración a los más expertos, inteligentes, ágiles, eficientes y preparados.
En Brasil esa visión del mundo fue llevada al límite y desembocó en un darwinismo social, impregnando las sucesivas Medidas Provisorias promovidas por el actual gobierno brasileño desde enero del 2019, por orientación de un equipo económico que se dice liberal, pero que descarta el lado político del concepto del liberalismo, limitándose a los aspectos económicos.
El lado político olvidado engloba libertades públicas y derechos de propiedad, garantías fundamentales y respeto a los contratos, debido proceso legal y una trama de conceptos y técnicas para brindar seguridad a las prácticas comerciales y a la defensa de la competencia. Ya el lado económico envuelve la idea de mercado como un entramado casi infinito de transacciones, con un sistema de libertad de precios para los consumidores y una amplia libertad de acción para los emprendedores, quienes arriesgan capital para destinar recursos.
El cogollo de falsos liberales subyacente a las Medidas Provisorias inspiradas por ese equipo, va más allá y clasifica como perniciosa toda intervención estatal, considerando natural la transformación de obligaciones públicas en negocios privados y enfatizando la autosuficiencia de los ciudadanos. Así, cuando el equipo económico desprecia el lado político del liberalismo, lo que sobra son ideas como la de suprimir toda responsabilidad de los ciudadanos sobre el bien común, la de autorregular las cadenas productivas e hiper responsabilizar a las personas por su propio destino, independientemente de su origen social, su nivel de escolaridad, su ocupación profesional o sus condiciones de salud.
Con desprecio del lado político del liberalismo, ese cogollo de falsos libertarios deja de lado, por ejemplo, una idea civilizatoria fundamental, aquella según la cual las personas pertenecen a un orden político y jurídico y merecen disfrutar del reconocimiento de la condición de personas humanas. También es relativizada y casi olvidada la importancia del planeamiento y la noción de estrategia, así como la idea de que las políticas públicas y la gestión privada pueden tener objetivos y valores distintos.
Encima de todo, debido a la confusión del equipo económico entre razones científicas, políticas y hasta ideológicas, son ignorados dos hechos históricos relevantes. El primero, que una economía de mercado para funcionar bien necesita de algo más que el interés individual. Y segundo, que ante el advenimiento de una crisis en el mercado y el Estado, ese equipo se revela incapaz de adoptar medidas anticíclicas. De este modo, la democracia se vuelve intolerante y el populismo recurrente, e incluso brota la deriva autoritaria.
En la línea de un libertarianismo rastrero que confunde gobernar con promover recortes, el cogollo del falso liberalismo ha llevado a grandes yerros. Uno de los mas graves fue que en nombre de la maximización fiscalista se promovió y produjo el desmontaje de la administración directa y advino un proceso de privatizaciones, desconstitucionalización y deslegalización de derechos, sin la preocupación paralela de forjar equivalentes funcionales e institucionales compatibles con los escenarios de interdependencia y policentrismo mundiales. No menos importante, otro yerro fue no entender que las conexiones globales generan problemas globales como las pandemias, pudiendo llevar al colapso social y a crisis económicas de consecuencias inimaginables. Los seguidores de las cartillas libertarias no se concientizaron de que la pluriarquía se volvió un horizonte para la gobernanza global en cuyo ámbito la idea de multilateralidad no solo se refiere a geoestrategia militar y mercados financieros o tensiones entre EEUU y China, sino a todos los modos de relacionamiento entre los actores, regulación de procesos, negociación de desafíos y enfrentamiento de crisis.
Tags relacionados

La salud pública, entre el Estado y el mercado
El socialismo murió y la social democracia va en el mismo camino. Basta con leer los diarios, revistas y libros del final de la década de 1980. Esos fueron años marcados por una tensión surgida de la crisis de gobernabilidad y legitimidad en Europa occidental y los EEUU, debido a la caída del Muro de Berlín, la implosión del imperio soviético y el ingreso de los países del Este europeo en la economía de mercado. Fueron años en que los efectos de la crisis del petróleo de la década anterior corroyeron las virtualidades de las políticas keynesianas de la post guerra mundial.
Quien guardó artículos de diarios, revistas y libros publicados aquella época, tiene en sus archivos decenas de ensayos, editoriales y artículos sobre los funerales del Estado planificador e interventor. Son textos en los que se descarta al Estado como agente normativo, regulador y fiscalizador de la economía. Son narrativas que invocando las virtudes del liberalismo y glorificando el juego del mercado, justifican la reducción de la actuación del Estado a funciones meramente subsidiarias y excepcionales.
Entre otros argumentos, esas narrativas enfatizaban que las personas deberían ver en el mercado libre y desregulado la mejor forma de suplir sus necesidades y buscar oportunidades, exaltando así una racionalidad instrumental que llevaría a la consagración a los más expertos, inteligentes, ágiles, eficientes y preparados.
En Brasil esa visión del mundo fue llevada al límite y desembocó en un darwinismo social, impregnando las sucesivas Medidas Provisorias promovidas por el actual gobierno brasileño desde enero del 2019, por orientación de un equipo económico que se dice liberal, pero que descarta el lado político del concepto del liberalismo, limitándose a los aspectos económicos.
El lado político olvidado engloba libertades públicas y derechos de propiedad, garantías fundamentales y respeto a los contratos, debido proceso legal y una trama de conceptos y técnicas para brindar seguridad a las prácticas comerciales y a la defensa de la competencia. Ya el lado económico envuelve la idea de mercado como un entramado casi infinito de transacciones, con un sistema de libertad de precios para los consumidores y una amplia libertad de acción para los emprendedores, quienes arriesgan capital para destinar recursos.
El cogollo de falsos liberales subyacente a las Medidas Provisorias inspiradas por ese equipo, va más allá y clasifica como perniciosa toda intervención estatal, considerando natural la transformación de obligaciones públicas en negocios privados y enfatizando la autosuficiencia de los ciudadanos. Así, cuando el equipo económico desprecia el lado político del liberalismo, lo que sobra son ideas como la de suprimir toda responsabilidad de los ciudadanos sobre el bien común, la de autorregular las cadenas productivas e hiper responsabilizar a las personas por su propio destino, independientemente de su origen social, su nivel de escolaridad, su ocupación profesional o sus condiciones de salud.
Con desprecio del lado político del liberalismo, ese cogollo de falsos libertarios deja de lado, por ejemplo, una idea civilizatoria fundamental, aquella según la cual las personas pertenecen a un orden político y jurídico y merecen disfrutar del reconocimiento de la condición de personas humanas. También es relativizada y casi olvidada la importancia del planeamiento y la noción de estrategia, así como la idea de que las políticas públicas y la gestión privada pueden tener objetivos y valores distintos.
Encima de todo, debido a la confusión del equipo económico entre razones científicas, políticas y hasta ideológicas, son ignorados dos hechos históricos relevantes. El primero, que una economía de mercado para funcionar bien necesita de algo más que el interés individual. Y segundo, que ante el advenimiento de una crisis en el mercado y el Estado, ese equipo se revela incapaz de adoptar medidas anticíclicas. De este modo, la democracia se vuelve intolerante y el populismo recurrente, e incluso brota la deriva autoritaria.
En la línea de un libertarianismo rastrero que confunde gobernar con promover recortes, el cogollo del falso liberalismo ha llevado a grandes yerros. Uno de los mas graves fue que en nombre de la maximización fiscalista se promovió y produjo el desmontaje de la administración directa y advino un proceso de privatizaciones, desconstitucionalización y deslegalización de derechos, sin la preocupación paralela de forjar equivalentes funcionales e institucionales compatibles con los escenarios de interdependencia y policentrismo mundiales. No menos importante, otro yerro fue no entender que las conexiones globales generan problemas globales como las pandemias, pudiendo llevar al colapso social y a crisis económicas de consecuencias inimaginables. Los seguidores de las cartillas libertarias no se concientizaron de que la pluriarquía se volvió un horizonte para la gobernanza global en cuyo ámbito la idea de multilateralidad no solo se refiere a geoestrategia militar y mercados financieros o tensiones entre EEUU y China, sino a todos los modos de relacionamiento entre los actores, regulación de procesos, negociación de desafíos y enfrentamiento de crisis.