Intelectuales “mermeleros”
Para el ingenioso creador del respetuoso título San Dionisio, refiriéndose al banquero de los banqueros, Romero Seminario, y brillante periodista y lingüista, Ricardo Ramos Tremolada, no es apropiado hablar del onanismo de la palabra, sino más bien, en sentido de elan o impulso vigoroso, es mejor aludir a la refundación de la palabra. Veamos. Por decir verdades que él consideraba como tales y en plena convicción de sus asertos, Ramos Tremolada perdió su muy leída columna semanal en un diario limeño. Sus investigaciones y señales de alerta, a la postre, le costaron la aparición regular. Habló como debe hablar cualquiera que se precie de periodista: claro y preciso. Su opinión la defendió aún a costa de la guillotina. Más claro, al refundar la palabra por él expresada de modo escrito, atisbaba parte de lo que será materia de uno de sus próximos libros.
¿Qué tiene que ver la refundación de la palabra con la sociedad silenciosa y desmemoriada y la orfandad de un sistema lógico y de un todo social en marcha cual dicen Ramos y Flecha? Mi modesta impresión es que en la sociedad silenciosa se cumple la premisa de no recordación, es decir de falta de memoria, por tanto, lo que ayer se dijo hoy ya no tiene validez porque se ha “olvidado”, en consecuencia no hay referencia ni pasado, sólo presente volátil y efímero. La palabra no es palabra sino cacareo o rebuzno zoológico. La sociedad silenciosa no le otorga ninguna respetabilidad. Por eso exige la confección de contratos, cláusulas leoninas y engañifas generalizadas. La estafa a la orden del día. La sociedad desmemoriada deja de recordar a sus fautores y los vuelve a encaramar en puestos de responsabilidad. De algún modo las piezas del rompecabezas armonizan, esta vez sí, un todo.
Hay periodistas que se creen intelectuales e intelectuales que se reputan periodistas. Y a ellos, y a sus egos elefantiásicos, basta con aparecer, por ejemplo, en el diario de la antipatria, el sub-decano de la calle La Rifa, para comprender que ya están “consagrados”. Unos y otros pueden incurrir en pecadillos para callar o hablar en demasía. La mermelada como se ve ¡jamás fue patrimonio exclusivo de los hombres de prensa! Pero la sociedad silenciosa no se lo va a cuestionar porque perdería su más precioso bien que es simplemente no decir nada.
¡Atentos a la historia, las tribunas aplauden lo que suena bien!
¡Ataquemos al poder, el gobierno lo tiene cualquiera!
¡Rompamos el pacto infame y tácito de hablar a media voz!
¡Sólo el talento salvará al Perú!
Lea www.voltairenet.org/es
hcmujica.blogspot.com
Skype:hmujica
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Intelectuales “mermeleros”
Para el ingenioso creador del respetuoso título San Dionisio, refiriéndose al banquero de los banqueros, Romero Seminario, y brillante periodista y lingüista, Ricardo Ramos Tremolada, no es apropiado hablar del onanismo de la palabra, sino más bien, en sentido de elan o impulso vigoroso, es mejor aludir a la refundación de la palabra. Veamos. Por decir verdades que él consideraba como tales y en plena convicción de sus asertos, Ramos Tremolada perdió su muy leída columna semanal en un diario limeño. Sus investigaciones y señales de alerta, a la postre, le costaron la aparición regular. Habló como debe hablar cualquiera que se precie de periodista: claro y preciso. Su opinión la defendió aún a costa de la guillotina. Más claro, al refundar la palabra por él expresada de modo escrito, atisbaba parte de lo que será materia de uno de sus próximos libros.
¿Qué tiene que ver la refundación de la palabra con la sociedad silenciosa y desmemoriada y la orfandad de un sistema lógico y de un todo social en marcha cual dicen Ramos y Flecha? Mi modesta impresión es que en la sociedad silenciosa se cumple la premisa de no recordación, es decir de falta de memoria, por tanto, lo que ayer se dijo hoy ya no tiene validez porque se ha “olvidado”, en consecuencia no hay referencia ni pasado, sólo presente volátil y efímero. La palabra no es palabra sino cacareo o rebuzno zoológico. La sociedad silenciosa no le otorga ninguna respetabilidad. Por eso exige la confección de contratos, cláusulas leoninas y engañifas generalizadas. La estafa a la orden del día. La sociedad desmemoriada deja de recordar a sus fautores y los vuelve a encaramar en puestos de responsabilidad. De algún modo las piezas del rompecabezas armonizan, esta vez sí, un todo.
Hay periodistas que se creen intelectuales e intelectuales que se reputan periodistas. Y a ellos, y a sus egos elefantiásicos, basta con aparecer, por ejemplo, en el diario de la antipatria, el sub-decano de la calle La Rifa, para comprender que ya están “consagrados”. Unos y otros pueden incurrir en pecadillos para callar o hablar en demasía. La mermelada como se ve ¡jamás fue patrimonio exclusivo de los hombres de prensa! Pero la sociedad silenciosa no se lo va a cuestionar porque perdería su más precioso bien que es simplemente no decir nada.
¡Atentos a la historia, las tribunas aplauden lo que suena bien!
¡Ataquemos al poder, el gobierno lo tiene cualquiera!
¡Rompamos el pacto infame y tácito de hablar a media voz!
¡Sólo el talento salvará al Perú!
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