
Hace 24 años que Ilda inició el viaje sin retorno, convertida en “polvo en viaje a las estrellas”
como lo señalara Manuel Seoane en su magistral y señero discurso de 1946, llamado por la sabiduría ciudadana como:
“Recado del corazón del pueblo”.
Es el destino de los auténticos luchadores sociales, decretado así esa noche, para quienes adoptaron un ideal y lo llevaron con limpieza, lealtad y valor hasta el último hálito de vida, tal como lo reclamara el maestro Séneca de aquellos que aquellos cuya biografía se resumiera en una vida ejemplar.
Hoy, las frases de Goethe:
“No muere aquél que vive en el corazón de los que quedan”
resuenan más que nunca como campanas que repican llamando al recuerdo fraterno, jalonado por las tertulias interminables, sueños, frustraciones, decepciones y promesas de pelear por los más necesitados, por la justicia social; anhelos de juventud prístina barnizados de esperanza en un mañana mejor.
Este exordio necesario me permite dejar fluir los recuerdos más intensos del paso de Ilda Urízar por esta tierra. Un día como hoy (21 de agosto), los amigos y compañeros, de aquel entonces nos aprestábamos para acudir a saludarla por su onomástico en un ritual sempiterno y fraterno; sé que eran muchos, pero yo sólo he retenido en mi memoria a Fernando Arias, Juan Carlos Cristóbal y Augusto Luna Chávez, de los demás confieso que los he borrado de mi mente, con toda intención, por razones de asepsia moral y conveniencia ética.
Cuando a los catorce años me inscribí en el comité aprista de Jesús María, en los padrones de la Juventud Aprista, comencé un aprendizaje de la historia del partido; fue así que me ilustraron sobre la destacada presencia femenina en el movimiento. Supe de Mery de Soldi (cuyo nombre era el emblema del sector), Wila Abad de Castillo y de Judith Prieto de Zegarra a quien tuve el honor de conocer. Mas tarde descubrí, porque la ocultaron, la insigne presencia en los albores partidarios de Magda Portal a quien sin haberla tratado aprendí a reconocer y admirar; lo que quiero afirmar es que Ilda era de la misma talla y del mismo prestigio. Todas cultivaron una militancia sin regateos, una honestidad puesta a prueba innumerables veces y un coraje reconocido en sus trayectorias sin mácula. Mujeres de carácter y gran temple.
Frisaba los veinte años, cuando una noche de verano la conocí con un traje de color amarillo de falda de tres tiempos y con enagua can can que a todos nos llamó la atención por ser bonita, rubia, de ojos claros y muy risueña. Aún la recuerdo así y explico la razón por la cual solían llamarla “la gringa”, de la misma manera como conocían, en su tiempo, a su madre muy recordada como una heroína del partido. A partir de ese momento nunca dejé de tratarla y me enorgulleció siempre su amistad, sólo interrumpida por su fallecimiento acaecido el 19 de marzo de 1996, a muy temprana edad y en el pináculo de su andar político.
Sus estudios primarios los hizo en un colegio fiscal cerca de su hogar, su secundaria la culminó en el prestigioso colegio “Rosa de América” en la cuadra catorce de la Av. Brasil, su formación superior y profesional la hizo en la facultad de medicina de la Universidad Nacional “Federico Villarreal”; siendo de sus mejores alumnos de la que fue la primera promoción de dicha casa de estudios, como dan fe sus colegas y profesores. Integró varias veces el Comité Ejecutivo Nacional del PAP, fue dos veces diputada por Lima y ministra de Salud. Brillante desempeño y de gran transparencia de principio a fin en la escuela, en la universidad y en la política del Perú.
Durante los primeros años de la dictadura de Velasco, sufrió prisión por su activa militancia; la resistió con estoicismo y valentía sin que este hecho injusto mellara su personalidad alegre y sin rencores. Inobjetable lideresa conocida por su oratoria combativa y culta, totalmente alejada de la componenda y el arreglo. Soportó con firmeza la deslealtad de García y Alva Castro en connivencia con un periodista de apellido Olaya (fue a parar a la cárcel más tarde por esbirro de Montesinos) que en el periódico llamado “El Nacional” dirigido por este último y financiado por los dos primeros, trataron de enlodar su reputación y servir a los intereses de los laboratorios; al interior del PAP, a fines de la década del ochenta García y Villanueva sabotearon la labor de limpieza de personajes que ellos encubrían, realizada por Ilda como secretaria general colegiada sometiéndolos a disciplina entre ellos a un antiguo velasquista de apellido Salcedo. Su lealtad se orientó fundamentalmente a la doctrina y filosofía de Haya de la Torre, quien le tuvo un gran afecto, y a los más necesitados por quienes tuvo un gran amor y dedicación en la línea de la justicia social.
Puedo decir en voz alta y sin temor a equivocarme, que desde que Ilda nos dejó en el partido aprista no ha existido una figura femenina de su calibre, limpieza y capacidad porque las que aparecen en vitrina tienen la misma escuela que el antihaya y por ende la misma catadura moral. Hace pues, más de cuatro décadas que su figura es incomparable. Vale el epifonema.
Al hacer este recuerdo y con el mismo afecto de siempre, extiendo mi abrazo al infinito como testimonio de los que te conocimos, te quisimos y te extrañamos y al unísono te damos las gracias por el ejemplo de vida que nos supiste dar.
¡Hasta siempre, compañera y amiga Ilda María Urizar Peroni!
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Hace 24 años que Ilda inició el viaje sin retorno, convertida en “polvo en viaje a las estrellas”
como lo señalara Manuel Seoane en su magistral y señero discurso de 1946, llamado por la sabiduría ciudadana como:
“Recado del corazón del pueblo”.
Es el destino de los auténticos luchadores sociales, decretado así esa noche, para quienes adoptaron un ideal y lo llevaron con limpieza, lealtad y valor hasta el último hálito de vida, tal como lo reclamara el maestro Séneca de aquellos que aquellos cuya biografía se resumiera en una vida ejemplar.
Hoy, las frases de Goethe:
“No muere aquél que vive en el corazón de los que quedan”
resuenan más que nunca como campanas que repican llamando al recuerdo fraterno, jalonado por las tertulias interminables, sueños, frustraciones, decepciones y promesas de pelear por los más necesitados, por la justicia social; anhelos de juventud prístina barnizados de esperanza en un mañana mejor.
Este exordio necesario me permite dejar fluir los recuerdos más intensos del paso de Ilda Urízar por esta tierra. Un día como hoy (21 de agosto), los amigos y compañeros, de aquel entonces nos aprestábamos para acudir a saludarla por su onomástico en un ritual sempiterno y fraterno; sé que eran muchos, pero yo sólo he retenido en mi memoria a Fernando Arias, Juan Carlos Cristóbal y Augusto Luna Chávez, de los demás confieso que los he borrado de mi mente, con toda intención, por razones de asepsia moral y conveniencia ética.
Cuando a los catorce años me inscribí en el comité aprista de Jesús María, en los padrones de la Juventud Aprista, comencé un aprendizaje de la historia del partido; fue así que me ilustraron sobre la destacada presencia femenina en el movimiento. Supe de Mery de Soldi (cuyo nombre era el emblema del sector), Wila Abad de Castillo y de Judith Prieto de Zegarra a quien tuve el honor de conocer. Mas tarde descubrí, porque la ocultaron, la insigne presencia en los albores partidarios de Magda Portal a quien sin haberla tratado aprendí a reconocer y admirar; lo que quiero afirmar es que Ilda era de la misma talla y del mismo prestigio. Todas cultivaron una militancia sin regateos, una honestidad puesta a prueba innumerables veces y un coraje reconocido en sus trayectorias sin mácula. Mujeres de carácter y gran temple.
Frisaba los veinte años, cuando una noche de verano la conocí con un traje de color amarillo de falda de tres tiempos y con enagua can can que a todos nos llamó la atención por ser bonita, rubia, de ojos claros y muy risueña. Aún la recuerdo así y explico la razón por la cual solían llamarla “la gringa”, de la misma manera como conocían, en su tiempo, a su madre muy recordada como una heroína del partido. A partir de ese momento nunca dejé de tratarla y me enorgulleció siempre su amistad, sólo interrumpida por su fallecimiento acaecido el 19 de marzo de 1996, a muy temprana edad y en el pináculo de su andar político.
Sus estudios primarios los hizo en un colegio fiscal cerca de su hogar, su secundaria la culminó en el prestigioso colegio “Rosa de América” en la cuadra catorce de la Av. Brasil, su formación superior y profesional la hizo en la facultad de medicina de la Universidad Nacional “Federico Villarreal”; siendo de sus mejores alumnos de la que fue la primera promoción de dicha casa de estudios, como dan fe sus colegas y profesores. Integró varias veces el Comité Ejecutivo Nacional del PAP, fue dos veces diputada por Lima y ministra de Salud. Brillante desempeño y de gran transparencia de principio a fin en la escuela, en la universidad y en la política del Perú.
Durante los primeros años de la dictadura de Velasco, sufrió prisión por su activa militancia; la resistió con estoicismo y valentía sin que este hecho injusto mellara su personalidad alegre y sin rencores. Inobjetable lideresa conocida por su oratoria combativa y culta, totalmente alejada de la componenda y el arreglo. Soportó con firmeza la deslealtad de García y Alva Castro en connivencia con un periodista de apellido Olaya (fue a parar a la cárcel más tarde por esbirro de Montesinos) que en el periódico llamado “El Nacional” dirigido por este último y financiado por los dos primeros, trataron de enlodar su reputación y servir a los intereses de los laboratorios; al interior del PAP, a fines de la década del ochenta García y Villanueva sabotearon la labor de limpieza de personajes que ellos encubrían, realizada por Ilda como secretaria general colegiada sometiéndolos a disciplina entre ellos a un antiguo velasquista de apellido Salcedo. Su lealtad se orientó fundamentalmente a la doctrina y filosofía de Haya de la Torre, quien le tuvo un gran afecto, y a los más necesitados por quienes tuvo un gran amor y dedicación en la línea de la justicia social.
Puedo decir en voz alta y sin temor a equivocarme, que desde que Ilda nos dejó en el partido aprista no ha existido una figura femenina de su calibre, limpieza y capacidad porque las que aparecen en vitrina tienen la misma escuela que el antihaya y por ende la misma catadura moral. Hace pues, más de cuatro décadas que su figura es incomparable. Vale el epifonema.
Al hacer este recuerdo y con el mismo afecto de siempre, extiendo mi abrazo al infinito como testimonio de los que te conocimos, te quisimos y te extrañamos y al unísono te damos las gracias por el ejemplo de vida que nos supiste dar.
¡Hasta siempre, compañera y amiga Ilda María Urizar Peroni!