Informe
Señal de Alerta-Herbert Mujica Rojas
10-12-2023
Héctor Vargas Haya: antigüedad y clase
A propósito de una entrega de días pasados, invocando a González Prada -¡Viejos a la tumba!-, don Héctor Vargas Haya, tuvo la generosidad amable de remitir algunas líneas que, por venir de quien vienen, concitan toda mi fraterna gratitud como admiración.
Leamos.
“Lo felicito por su excelente artículo: “Los viejos a la tumba”, entre los que, con mis 95 años, llevo el privilegio de liderar a esa promoción de postulantes mortales, pero no venales. Rico sí en salud, por el momento y satisfecho de escribirle esta nota desde el modesto departamento alquilado que habito”.
Don Héctor es autor de una veintena de libros de denuncia, exposición histórica y memorias personales. Ha sido desde diputado hasta presidente de esa Cámara y afiliado aprista a partir de sus días adolescentes y nunca se apartó de la fe ni de la ética que en esa tienda política aprendió.
Continúa Vargas Haya:
“Aunque me permito sugerirle un ligero inventario de la realidad criolla, que le brindará impresionantes resultados respecto de la conducta de las personas, entre las que, sin prescindir de veteranos podridos, abundan precoces especialistas en la prematura especialización en la rapiña: los actuales integrantes de bandas criminales en casi todas las instancias del aparato estatal: jóvenes varones y damas elegantes, llenos de vida que están demostrando gran capacidad “académica” para el delito en sus diversas modalidades”.
Rotundo y convicto don Héctor subraya:
“Viejos fueron los líderes del partido en el que bregué. Viejos fueron sus tradicionales líderes, que murieron en la pobreza, liderados por Haya de la Torre que no poseía ni un centímetro de tierra”.
Denuncia con enérgica pasión don Héctor:
“No fueron viejos los que durante la agitada y penosa vida republicana le robaron al país, lo asaltaron haciendo mal uso de las armas que la patria les concedió para defenderla y no para mancillarla”.
No todo lo que brilla es oro, informa Vargas Haya:
“Jóvenes y repletos de salud que financiaron campañas mediante organizaciones criminales fueron y son los que increíblemente disfrutan de adeptos, cuyo dramático lema es “Roba pero hace obra”. No fueron viejos los que actualmente purgan condenas ni lo son las empingorotadas damas y varones en los poderes públicos que están demostrando una impresionante capacidad para el delito”.
En su Memoria política, don Héctor anota:
“NO SE TRATA DE UNA AUTOBIOGRAFÍA, como pudiera suponerse, sólo una memoria política, recuento sucinto de mis reminiscencias en la compleja aventura de la función pública, que ha cubierto gran parte de mi existencia en este valle de lágrimas. Debido al inexorable paso del tiempo y a cierta flojera en la revisión de la bibliografía acumulada en los empolvados archivos de las bibliotecas, se ignoran hechos trascendentales y, por tanto, se cae en el extremo de creer que todo fue negativo o sacrosanto, más aún tratándose de los avatares en la azarosa política criolla, rica en episodios de todo cariz en los que se confunden probos e ímprobos y no pocos modernos tartufos”.
El espectro y longitud recorridos por Héctor Vargas Haya es muy amplio. Y testimonios en forma de libro como Contrabando, impulsaron a fuerzas reaccionarias a su persecución, confiscación de esa obra y a posteriori, a las muchas ediciones de ese documento que, con pelos y señales, nombres y apellidos, señala a los corruptos de esos años, con y sin uniforme.
Es pertinente dejar que don Héctor nos refiera algunas opiniones:
“Entonces, perdidos los valores, la mística y la moral, que fueron sustentos institucionales, resultaba insostenible soportar la decadencia cifrada en la doble moral de postizos dirigentes, que a poco del fallecimiento de Víctor Raúl Haya de la Torre, utilizaron al Partido como trampolín de apetencias y conductas opuestas a su tradicional trayectoria de decencia y docencia, soleras de su férrea estructura de pasadas épocas. Ya no prevalecían la disciplina y la honradez, virtudes despreciadas ante el imperio de la oferta de envilecedoras dádivas y canonjías, fatalmente estimuladas por quien en mala hora ejercía la Presidencia de la República, rodeado de oportunistas corifeos y condujo al país al despeñadero y destruyó al Partido. Aparecieron nuevos ricos con carné aprista, bribones malandrines que no dudaron en cometer tropelías haciendo escarnio de la moral”.
Con 95 años a cuestas, peatón de calles que parecen reconocerle todos los días, don Héctor representa una voz invicta, un autor prolífico, un ejemplo de constancia, fe y protesta por sus ideales y antigüedad y clase le signan meritoriamente.
Finalizó su nota, con amable párrafo:
“El tema da para más, y tengo la esperanza de que su sabiduría y reflexión le permitirán algunas reflexiones, propias de su reconocido talento.”
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Señal de Alerta-Herbert Mujica Rojas
10-12-2023
Héctor Vargas Haya: antigüedad y clase
A propósito de una entrega de días pasados, invocando a González Prada -¡Viejos a la tumba!-, don Héctor Vargas Haya, tuvo la generosidad amable de remitir algunas líneas que, por venir de quien vienen, concitan toda mi fraterna gratitud como admiración.
Leamos.
“Lo felicito por su excelente artículo: “Los viejos a la tumba”, entre los que, con mis 95 años, llevo el privilegio de liderar a esa promoción de postulantes mortales, pero no venales. Rico sí en salud, por el momento y satisfecho de escribirle esta nota desde el modesto departamento alquilado que habito”.
Don Héctor es autor de una veintena de libros de denuncia, exposición histórica y memorias personales. Ha sido desde diputado hasta presidente de esa Cámara y afiliado aprista a partir de sus días adolescentes y nunca se apartó de la fe ni de la ética que en esa tienda política aprendió.
Continúa Vargas Haya:
“Aunque me permito sugerirle un ligero inventario de la realidad criolla, que le brindará impresionantes resultados respecto de la conducta de las personas, entre las que, sin prescindir de veteranos podridos, abundan precoces especialistas en la prematura especialización en la rapiña: los actuales integrantes de bandas criminales en casi todas las instancias del aparato estatal: jóvenes varones y damas elegantes, llenos de vida que están demostrando gran capacidad “académica” para el delito en sus diversas modalidades”.
Rotundo y convicto don Héctor subraya:
“Viejos fueron los líderes del partido en el que bregué. Viejos fueron sus tradicionales líderes, que murieron en la pobreza, liderados por Haya de la Torre que no poseía ni un centímetro de tierra”.
Denuncia con enérgica pasión don Héctor:
“No fueron viejos los que durante la agitada y penosa vida republicana le robaron al país, lo asaltaron haciendo mal uso de las armas que la patria les concedió para defenderla y no para mancillarla”.
No todo lo que brilla es oro, informa Vargas Haya:
“Jóvenes y repletos de salud que financiaron campañas mediante organizaciones criminales fueron y son los que increíblemente disfrutan de adeptos, cuyo dramático lema es “Roba pero hace obra”. No fueron viejos los que actualmente purgan condenas ni lo son las empingorotadas damas y varones en los poderes públicos que están demostrando una impresionante capacidad para el delito”.
En su Memoria política, don Héctor anota:
“NO SE TRATA DE UNA AUTOBIOGRAFÍA, como pudiera suponerse, sólo una memoria política, recuento sucinto de mis reminiscencias en la compleja aventura de la función pública, que ha cubierto gran parte de mi existencia en este valle de lágrimas. Debido al inexorable paso del tiempo y a cierta flojera en la revisión de la bibliografía acumulada en los empolvados archivos de las bibliotecas, se ignoran hechos trascendentales y, por tanto, se cae en el extremo de creer que todo fue negativo o sacrosanto, más aún tratándose de los avatares en la azarosa política criolla, rica en episodios de todo cariz en los que se confunden probos e ímprobos y no pocos modernos tartufos”.
El espectro y longitud recorridos por Héctor Vargas Haya es muy amplio. Y testimonios en forma de libro como Contrabando, impulsaron a fuerzas reaccionarias a su persecución, confiscación de esa obra y a posteriori, a las muchas ediciones de ese documento que, con pelos y señales, nombres y apellidos, señala a los corruptos de esos años, con y sin uniforme.
Es pertinente dejar que don Héctor nos refiera algunas opiniones:
“Entonces, perdidos los valores, la mística y la moral, que fueron sustentos institucionales, resultaba insostenible soportar la decadencia cifrada en la doble moral de postizos dirigentes, que a poco del fallecimiento de Víctor Raúl Haya de la Torre, utilizaron al Partido como trampolín de apetencias y conductas opuestas a su tradicional trayectoria de decencia y docencia, soleras de su férrea estructura de pasadas épocas. Ya no prevalecían la disciplina y la honradez, virtudes despreciadas ante el imperio de la oferta de envilecedoras dádivas y canonjías, fatalmente estimuladas por quien en mala hora ejercía la Presidencia de la República, rodeado de oportunistas corifeos y condujo al país al despeñadero y destruyó al Partido. Aparecieron nuevos ricos con carné aprista, bribones malandrines que no dudaron en cometer tropelías haciendo escarnio de la moral”.
Con 95 años a cuestas, peatón de calles que parecen reconocerle todos los días, don Héctor representa una voz invicta, un autor prolífico, un ejemplo de constancia, fe y protesta por sus ideales y antigüedad y clase le signan meritoriamente.
Finalizó su nota, con amable párrafo:
“El tema da para más, y tengo la esperanza de que su sabiduría y reflexión le permitirán algunas reflexiones, propias de su reconocido talento.”