Informe
Señal de Alerta-Herbert Mujica Rojas
19-3-2024
¡Hable, difunda, NO sea un mudo más!
La tendencia a volcar contenidos en las redes sociales, en Perú y en el mundo, es una constante vigorosa. Como en un río, el caudal arrastra de todo, troncos, maleza, animales muertos. Es decir, genuinas noticias y fraudes.
Por ejemplo, si un vecino que es funcionario público empieza, de repente, a mostrar varios autos, propiedades y signos exteriores de riqueza que no están, ni por asomo, en el monto de sus sueldos, vale la pena llamar la atención sobre aquél.
Recordemos con Ricardo Palma, cura que no tiene cerería, de dónde peccata mía si no es de la sacristía. En este caso la institución estatal que alberga a este señor o señora de desequilibrios ostentosos bien merece un examen al milímetro.
Recordemos: el funcionario en el Estado es un simple empleado, así sea gerente o embajador, general, coronel o apoderado y quienes pagan su sueldo son los tributantes. Por tanto, tiene que rendir cuentas en cualquier momento.
¿Cómo pueden presidentes, alcaldes, autoridades regionales, poseer margesí abultado? Lo que ganan tiene un límite y no da para más. A menos que recursos non sanctos sirvan para las compras sospechosas.
Si se hiciera un examen riguroso de todas las compras de los gobiernos desde hace 202 años, podríase encontrar asuntos que carecen de toda explicación pero que recibieron en su momento, el visto bueno legal y administrativo. Y el tiempo se encargó de empolvarlos hasta desaparecer.
¿Cuántas fortunas, bienes muebles e inmuebles, honores y diplomas, títulos dinásticos y huachafos, se consiguieron vía ese asalto al bolsillo de los peruanos?
En su Historia económica del Perú, Carlos Contreras, afirma en la p. 252 de su magnífico trabajo:
“El monto de la deuda recocida alcanzó casi 24 millones de pesos, el doble de lo que se había estimado cuando se dictó la ley de consolidación. Los escándalos de corrupción minaron la confianza en el Estado, provocando la guerra civil de 1845-1855, que la historiografía llamaría después nuestra “revolución liberal”. El gobierno de Castilla que reemplazó al de Echenique no repudió, sin embargo, la deuda que era observable de acuerdo con una comisión que su propio gobierno nombró, siendo ésta pagada en su totalidad en los años siguientes.
La corrupción en el uso del dinero público ha sido históricamente, no obstante, una de las fuentes frecuentes de la fortuna de las élites fundadoras de la modernización económica. De ahí que el derrocado presidente José Rufino Echenique escribiese en su “Vindicación”, publicada en su destierro en Nueva York, que el propósito del programa de arreglo de la deuda interna había sido, precisamente, transferir la riqueza acumulada por el Estado a los empresarios privados, a fin de volver a poner en movimiento los engranajes de la economía.”
¿Cuántos patanes adinerados no vienen de esas canteras inmorales que aprovechando el dinero del pueblo, “construyeron” sus imperios, dieron “brillo” a sus apellidos y hoy forman parte de los mandones del Perú?
¿No son los que se casaron entre sí, “preservando” el color de piel y “nobleza” de sangre y apellidos compuestos?
Si el poder judicial, ministerio público, magistratura con lamentables torbellinos de corrupción, son incapaces de meter en vereda a los réprobos que se protegen entre sí ¿por qué no escuchar atender la voz documentada contra los malos elementos?
Otra especie tradicional, impulsada por los mandones es aquella que reputa a la corrupción como natural y que está siempre presente. Lo que no dicen es que eso es corrupto porque al elevar a ésta al nivel de categoría social, degrada a la sociedad, la envilece y la sitúa en el panteón cívico.
Hay programas de audio y video, podcasts y demás nominaciones que son alternativa en las redes sociales. La propaganda que denuncia el acto inmoral de robo al Estado es la contribución de la sociedad civil que debe cautelar, eso sí, la veracidad de las evidencias y pruebas documentales.
Hacer brulotes llenos de falsas noticias es parte del ejercicio que la corrupción normaliza para que parezca serio el mandoble cuando tiene la intención aviesa de anemizar la carga de culpa y la fuerza delictiva de los actos corruptos.
¿Cuántos hampones con y sin corbata, verían sus rostros en las imágenes, contribuyendo con la policía a que haga bien y mejor su trabajo?
Todos los ministerios debían llevar un letrero gigantesco en sus frontis: ¡Aquí NO se roba y denuncie al mal funcionario!
El que le roba al pueblo merece prisión y pena vitalicia para contratar con el Estado.
Volvamos al principio y dígase a sí mismo:
¡Hable, difunda, NO sea un mudo más!
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Señal de Alerta-Herbert Mujica Rojas
19-3-2024
¡Hable, difunda, NO sea un mudo más!
La tendencia a volcar contenidos en las redes sociales, en Perú y en el mundo, es una constante vigorosa. Como en un río, el caudal arrastra de todo, troncos, maleza, animales muertos. Es decir, genuinas noticias y fraudes.
Por ejemplo, si un vecino que es funcionario público empieza, de repente, a mostrar varios autos, propiedades y signos exteriores de riqueza que no están, ni por asomo, en el monto de sus sueldos, vale la pena llamar la atención sobre aquél.
Recordemos con Ricardo Palma, cura que no tiene cerería, de dónde peccata mía si no es de la sacristía. En este caso la institución estatal que alberga a este señor o señora de desequilibrios ostentosos bien merece un examen al milímetro.
Recordemos: el funcionario en el Estado es un simple empleado, así sea gerente o embajador, general, coronel o apoderado y quienes pagan su sueldo son los tributantes. Por tanto, tiene que rendir cuentas en cualquier momento.
¿Cómo pueden presidentes, alcaldes, autoridades regionales, poseer margesí abultado? Lo que ganan tiene un límite y no da para más. A menos que recursos non sanctos sirvan para las compras sospechosas.
Si se hiciera un examen riguroso de todas las compras de los gobiernos desde hace 202 años, podríase encontrar asuntos que carecen de toda explicación pero que recibieron en su momento, el visto bueno legal y administrativo. Y el tiempo se encargó de empolvarlos hasta desaparecer.
¿Cuántas fortunas, bienes muebles e inmuebles, honores y diplomas, títulos dinásticos y huachafos, se consiguieron vía ese asalto al bolsillo de los peruanos?
En su Historia económica del Perú, Carlos Contreras, afirma en la p. 252 de su magnífico trabajo:
“El monto de la deuda recocida alcanzó casi 24 millones de pesos, el doble de lo que se había estimado cuando se dictó la ley de consolidación. Los escándalos de corrupción minaron la confianza en el Estado, provocando la guerra civil de 1845-1855, que la historiografía llamaría después nuestra “revolución liberal”. El gobierno de Castilla que reemplazó al de Echenique no repudió, sin embargo, la deuda que era observable de acuerdo con una comisión que su propio gobierno nombró, siendo ésta pagada en su totalidad en los años siguientes.
La corrupción en el uso del dinero público ha sido históricamente, no obstante, una de las fuentes frecuentes de la fortuna de las élites fundadoras de la modernización económica. De ahí que el derrocado presidente José Rufino Echenique escribiese en su “Vindicación”, publicada en su destierro en Nueva York, que el propósito del programa de arreglo de la deuda interna había sido, precisamente, transferir la riqueza acumulada por el Estado a los empresarios privados, a fin de volver a poner en movimiento los engranajes de la economía.”
¿Cuántos patanes adinerados no vienen de esas canteras inmorales que aprovechando el dinero del pueblo, “construyeron” sus imperios, dieron “brillo” a sus apellidos y hoy forman parte de los mandones del Perú?
¿No son los que se casaron entre sí, “preservando” el color de piel y “nobleza” de sangre y apellidos compuestos?
Si el poder judicial, ministerio público, magistratura con lamentables torbellinos de corrupción, son incapaces de meter en vereda a los réprobos que se protegen entre sí ¿por qué no escuchar atender la voz documentada contra los malos elementos?
Otra especie tradicional, impulsada por los mandones es aquella que reputa a la corrupción como natural y que está siempre presente. Lo que no dicen es que eso es corrupto porque al elevar a ésta al nivel de categoría social, degrada a la sociedad, la envilece y la sitúa en el panteón cívico.
Hay programas de audio y video, podcasts y demás nominaciones que son alternativa en las redes sociales. La propaganda que denuncia el acto inmoral de robo al Estado es la contribución de la sociedad civil que debe cautelar, eso sí, la veracidad de las evidencias y pruebas documentales.
Hacer brulotes llenos de falsas noticias es parte del ejercicio que la corrupción normaliza para que parezca serio el mandoble cuando tiene la intención aviesa de anemizar la carga de culpa y la fuerza delictiva de los actos corruptos.
¿Cuántos hampones con y sin corbata, verían sus rostros en las imágenes, contribuyendo con la policía a que haga bien y mejor su trabajo?
Todos los ministerios debían llevar un letrero gigantesco en sus frontis: ¡Aquí NO se roba y denuncie al mal funcionario!
El que le roba al pueblo merece prisión y pena vitalicia para contratar con el Estado.
Volvamos al principio y dígase a sí mismo:
¡Hable, difunda, NO sea un mudo más!