Política

¿Es Perú un país posible?

hcmujica@gmail.com
PerúFlag
2 de febrero del 2024

Informe
Señal de Alerta-Herbert Mujica Rojas
3-2-2024

¿Es Perú un país posible?

No pocas decenas de miles se hacen esta pregunta desde que amanece hasta que el día termina y las respuestas son siempre desconsoladoras. Los noticieros y sus entregas sangrientas por toneladas puntualizan que somos un país con lobos que atacan a gorilas y chacales a plena luz del día.

Una de las características es que es rarísimo que no se produzcan asesinatos de toda índole y eso da cuenta cabal de la barbarie.

Nuestros políticos, en su inmensa mayoría, son piltrafas ayunas de intelecto y visión geopolítica, pocas veces la Nación tuvo a sus sentinas como representantes y a tarados como gonfaloneros de lo que debía ser un proyecto para cien o doscientos años.

La canícula tiene a mal traer la inteligencia y el habitante común da por hecho que la vida es así y la “acepta” con ademán resignado. “¿Qué se va a hacer?”, balbucea en su aquiescencia.

Periodistas e intelectuales por manadas, emiten señales de baja estofa y según quien pague el envión. Casi nadie cuestiona el status quo, a todos alegra ser considerados "formadores de opinión", aunque aquello sea garrulería de la más palurda que pueda haber registrado la historia patria de los últimos casi 200 años.

¿Alguna vez la corrupción dejó de ser la constante porfiada y tenaz que acompaña a todas las dinámicas aquí emprendidas y a las inercias respetadas? Nunca se recuerda que en el trío expoliador que llegó desde España estaban Francisco Pizarro, Diego de Almagro y el cura Hernando de Luque. La codicia, la crueldad y la mentira de la mano por estas tierras.

Basta con ver el rostro del hombre y mujer común por dónde uno pase y obtendrá la gráfica triste de seres incapaces por ignorantes de cuáles son sus derechos y patrimonios. La desolación camina por calles y plazas de todo el país, de norte a sur, de este a oeste. En épocas contemporáneas hasta el sol de plomo castiga con calores despiadados y temperaturas desaforadas de todo lo conocido.

Si se habla con jóvenes, hay la comprobación que sólo les preocupa tener un buen puesto de trabajo, tarjetas de crédito, ir a Miami o Europa y su divorcio con la historia o el pasado es clamoroso. No parece fácil para ellos establecer trabazón con un país en que abundan ladrones de cuello y corbata, gorilas politicantes que aspiran a ser presidentes cada vez que pueden y que en lugar de ser ejemplo constituyen aberraciones ambulantes.

El haber desguarnecido el cultivo escolar del civismo, de la historia, geografía, economía política, nos pasa la factura en forma de ausencia de respuesta cabal a desequilibrios que remecen al país y lo ubican como a una selva de cemento y en que los más fuertes –y armados- llevan la delantera.

La “presidencialitis” –angurria tenaz por llegar a la primera magistratura- tiene adeptos numerosos que se han creído el cuento que el destino les reserva ese lugar. Baste con decir que los últimos mandatarios peruanos gozan del triste privilegio de ser perseguidos por las sospechas de malos manejos con la excepción del suicida que prefirió un camino de dudosa entereza.

¿Por causa de qué se atribuye a un presidente peruano, que manda poco y administra peor, poderes imperiales de que carece y peor aún si gasta el dinero del pueblo en naderías muchas veces devolución de favores en su camino al alto puesto?

Los partidos políticos son tan solo clubes electorales que cumplen la sagrada misión de entronizar a vividores de la cansada ubre del Estado cada cierto tiempo, y los más pícaros hacen negociados urbi et orbi y despiertan pobres pero anochecen enriquecidos de mala manera.

Nuestra cartera de Relaciones Exteriores resiente el desvarío en su dirección y vivimos algo apartados de los grandes cenáculos que toman decisiones porque dicho portafolio camina dando palos de ciegos sin atacar, dentro de su propia institución, grandes taras que son coto de cazas de núcleos familiares y emparentados.

Repetir con González Prada que el Congreso es un lugar del que hasta el caballo de Calígula se avergonzaría de formar parte, no es más que moneda común que a todos consta menos, ciertamente, a los precarios 130 inquilinos que no se dan por enterados. ¡Por favor, los fines de mes y los cheques son fundamentales en el esquema de estos personajes!

¿Cómo hacemos para concebir en la mente de nuestros hombres y mujeres de Estado, la concepción de un proyecto nacional por los próximos 50-60 años? ¡Disciplinas férreas, organigramas a cumplir al pie de la letra, capacidad de supervivencia, son dinámicas imprescindibles!

Es hora que los jóvenes aquilaten que éste es su país ¡también! Y que la hora de los viejos achicharrados en sus mediocridades, ya pasó y su único rumbo es hacia la tumba. El recambio y toma de posta generacional es imprescindible.

Es pertinente preguntar y hacerlo con firmeza:

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¿Es Perú un país posible?

No pocas decenas de miles se hacen esta pregunta desde que amanece hasta que el día termina y las respuestas son siempre desconsoladoras. Los noticieros y sus entregas sangrientas por toneladas puntualizan que somos un país con lobos que atacan a gorilas y chacales a plena luz del día.

Una de las características es que es rarísimo que no se produzcan asesinatos de toda índole y eso da cuenta cabal de la barbarie.

Nuestros políticos, en su inmensa mayoría, son piltrafas ayunas de intelecto y visión geopolítica, pocas veces la Nación tuvo a sus sentinas como representantes y a tarados como gonfaloneros de lo que debía ser un proyecto para cien o doscientos años.

La canícula tiene a mal traer la inteligencia y el habitante común da por hecho que la vida es así y la “acepta” con ademán resignado. “¿Qué se va a hacer?”, balbucea en su aquiescencia.

Periodistas e intelectuales por manadas, emiten señales de baja estofa y según quien pague el envión. Casi nadie cuestiona el status quo, a todos alegra ser considerados "formadores de opinión", aunque aquello sea garrulería de la más palurda que pueda haber registrado la historia patria de los últimos casi 200 años.

¿Alguna vez la corrupción dejó de ser la constante porfiada y tenaz que acompaña a todas las dinámicas aquí emprendidas y a las inercias respetadas? Nunca se recuerda que en el trío expoliador que llegó desde España estaban Francisco Pizarro, Diego de Almagro y el cura Hernando de Luque. La codicia, la crueldad y la mentira de la mano por estas tierras.

Basta con ver el rostro del hombre y mujer común por dónde uno pase y obtendrá la gráfica triste de seres incapaces por ignorantes de cuáles son sus derechos y patrimonios. La desolación camina por calles y plazas de todo el país, de norte a sur, de este a oeste. En épocas contemporáneas hasta el sol de plomo castiga con calores despiadados y temperaturas desaforadas de todo lo conocido.

Si se habla con jóvenes, hay la comprobación que sólo les preocupa tener un buen puesto de trabajo, tarjetas de crédito, ir a Miami o Europa y su divorcio con la historia o el pasado es clamoroso. No parece fácil para ellos establecer trabazón con un país en que abundan ladrones de cuello y corbata, gorilas politicantes que aspiran a ser presidentes cada vez que pueden y que en lugar de ser ejemplo constituyen aberraciones ambulantes.

El haber desguarnecido el cultivo escolar del civismo, de la historia, geografía, economía política, nos pasa la factura en forma de ausencia de respuesta cabal a desequilibrios que remecen al país y lo ubican como a una selva de cemento y en que los más fuertes –y armados- llevan la delantera.

La “presidencialitis” –angurria tenaz por llegar a la primera magistratura- tiene adeptos numerosos que se han creído el cuento que el destino les reserva ese lugar. Baste con decir que los últimos mandatarios peruanos gozan del triste privilegio de ser perseguidos por las sospechas de malos manejos con la excepción del suicida que prefirió un camino de dudosa entereza.

¿Por causa de qué se atribuye a un presidente peruano, que manda poco y administra peor, poderes imperiales de que carece y peor aún si gasta el dinero del pueblo en naderías muchas veces devolución de favores en su camino al alto puesto?

Los partidos políticos son tan solo clubes electorales que cumplen la sagrada misión de entronizar a vividores de la cansada ubre del Estado cada cierto tiempo, y los más pícaros hacen negociados urbi et orbi y despiertan pobres pero anochecen enriquecidos de mala manera.

Nuestra cartera de Relaciones Exteriores resiente el desvarío en su dirección y vivimos algo apartados de los grandes cenáculos que toman decisiones porque dicho portafolio camina dando palos de ciegos sin atacar, dentro de su propia institución, grandes taras que son coto de cazas de núcleos familiares y emparentados.

Repetir con González Prada que el Congreso es un lugar del que hasta el caballo de Calígula se avergonzaría de formar parte, no es más que moneda común que a todos consta menos, ciertamente, a los precarios 130 inquilinos que no se dan por enterados. ¡Por favor, los fines de mes y los cheques son fundamentales en el esquema de estos personajes!

¿Cómo hacemos para concebir en la mente de nuestros hombres y mujeres de Estado, la concepción de un proyecto nacional por los próximos 50-60 años? ¡Disciplinas férreas, organigramas a cumplir al pie de la letra, capacidad de supervivencia, son dinámicas imprescindibles!

Es hora que los jóvenes aquilaten que éste es su país ¡también! Y que la hora de los viejos achicharrados en sus mediocridades, ya pasó y su único rumbo es hacia la tumba. El recambio y toma de posta generacional es imprescindible.

Es pertinente preguntar y hacerlo con firmeza:

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