Informe
Señal de Alerta-Herbert Mujica Rojas
10-5-2023
Derecho constitucional a la risa
Recordemos con el poeta colombiano Antonio Muñoz Feijoo:
“ No son los muertos los que en dulce calma
la paz disfrutan de la tumba fría;
muertos son los que tienen muerta el alma
…… y viven todavía.”
No cae nada mal a los peruanos pensar sobre las líneas precedentes.
Debo confesar que un nuevo Perú, desde la atalaya de la broma hasta la pícara cundería de socarrones impenitentes pero sanos, está naciendo para alegría y amanecer de esperanza que tanto requiere la purificación del país.
¿Está la risa contemplada en el manojo de las leyes del Perú? Confieso mi ignorancia, pero aquí hay no pocos que viven del sufrimiento del resto y tienen como divisa el pesimismo y la maledicencia.
Un pueblo alegre, con risa rápida y optimismo de ganadores, es el mejor remedio contra los cuentistas de mal agüero y pesimistas de profesión.
Criticar riéndose, con voz desenfadada, prescindiendo del engolamiento de la voz y pronunciarse constituye nueva luz que ilumina el derrotero que los chicos de menos de 30 años empiezan a diseñar con gran creatividad.
Y, como mejor práctica, ensayar la risa que alegra y pone el alma en ristre y en disposición de lo imposible.
Los jóvenes dicen: ¡queremos comernos el mundo!
Cuando una sociedad carece de medios de expresión porque la gran mayoría –por no decir todos- sigue un patrón en que la verdad no vale nada sino el modelo que se quiere hacer creer, la risa deviene en un arma que da salud, censura al mal funcionario y demuestra la garra y vitalidad del pueblo.
Por ejemplo. Si un juez sentencia injustamente y le invoca la frase latina dura lex, sed lex (dura es la ley, pero es la ley) y no hay mas que pagar con cárcel o reparación civil, la bestialidad del magistrado, la risa puede –sin palabras- mostrar el enorme desprecio hacia el magistrado innoble protagonista de este mal momento.
Si trasladamos el caso a una autoridad civil, policial, política, municipal o regional, la trama puede ser idéntica. El más débil, siempre sale herido porque el poderoso maneja todos los mecanismos.
El legiferante miedoso que quiere combatir la denuncia frontal del periodista; la gobernante que no sabe cómo tapar los más de 70 muertos a balazo limpio, merecen la risa piadosa que se otorga al réprobo.
Entonces, la risa llega fresca, ruidosa, bronca, plena en protesta con buen humor, sarcasmo y salud contra toda clase de pesimismos.
Que los jóvenes y los que dejaron de serlo, estén adentrando estos conceptos, llena de júbilo sin límites.
En Perú la gente sólo sabe quejarse y ha hecho del mal agüero menú diario y estupidez desde que nace hasta que muere.
Cuando se pregunta: ¿cómo te va?, la contestación invariable es: ¡allí vamos!, dejando entrever un infierno tras las palabrejas. Jamás un ¡muy bien, siempre combativos y listos!
He conocido esfuerzos pos universitarios de jóvenes que hacen sátira, crítica política, burla de altura y risa monda y lironda.
El arte quisquilloso de reírse de mil y un situaciones, pasa por un examen jocoso, pleno en consideraciones-dardo para estúpidos o idiotas, de esos que se han creído el cuento generoso que son “formadores de opinión” o “líderes políticos”.
La realidad es más dura que los sueños banales de no pocos de estos bobos y por eso ocupan lugar de preferencia a la hora de ser fusilados con sarcasmo, chascarrillo, risa y más risa.
Entonces, ¿cómo se hace para instalar la risa como derecho constitucional?
En buen romance ¿cómo metemos un precepto en la Carta Magna que haga oficial el derecho a reírse que tienen todos los peruanos?
Hay que reírse de las malas autoridades, torpes e infames; hay que reírse del político enano mental; hay que reírse del gnomo metido a autoridad y que no entiende ni siquiera de por qué vive o para qué.
Y, sobre todo, hay que reírse para que todos los peruanos comprendan que sin risa no hay edificación de grandes proyectos espirituales que mueven tierra y piedra para labrar porvenires en la búsqueda de un Perú libre, justo y culto.
Habrá que reírse mientras tanto, de los legisladores que muestren risa boba cuando se les presente el proyecto de ley. Acaso sea llegada la hora que con sonrisa y risa en rostros juveniles, las nuevas promociones, sepulten a los viejos que deben irse a la tumba para nunca más volver.
No olvidemos que muertos son los que tienen muerta el alma …… y viven todavía.”
Tags relacionados
Informe
Señal de Alerta-Herbert Mujica Rojas
10-5-2023
Derecho constitucional a la risa
Recordemos con el poeta colombiano Antonio Muñoz Feijoo:
“ No son los muertos los que en dulce calma
la paz disfrutan de la tumba fría;
muertos son los que tienen muerta el alma
…… y viven todavía.”
No cae nada mal a los peruanos pensar sobre las líneas precedentes.
Debo confesar que un nuevo Perú, desde la atalaya de la broma hasta la pícara cundería de socarrones impenitentes pero sanos, está naciendo para alegría y amanecer de esperanza que tanto requiere la purificación del país.
¿Está la risa contemplada en el manojo de las leyes del Perú? Confieso mi ignorancia, pero aquí hay no pocos que viven del sufrimiento del resto y tienen como divisa el pesimismo y la maledicencia.
Un pueblo alegre, con risa rápida y optimismo de ganadores, es el mejor remedio contra los cuentistas de mal agüero y pesimistas de profesión.
Criticar riéndose, con voz desenfadada, prescindiendo del engolamiento de la voz y pronunciarse constituye nueva luz que ilumina el derrotero que los chicos de menos de 30 años empiezan a diseñar con gran creatividad.
Y, como mejor práctica, ensayar la risa que alegra y pone el alma en ristre y en disposición de lo imposible.
Los jóvenes dicen: ¡queremos comernos el mundo!
Cuando una sociedad carece de medios de expresión porque la gran mayoría –por no decir todos- sigue un patrón en que la verdad no vale nada sino el modelo que se quiere hacer creer, la risa deviene en un arma que da salud, censura al mal funcionario y demuestra la garra y vitalidad del pueblo.
Por ejemplo. Si un juez sentencia injustamente y le invoca la frase latina dura lex, sed lex (dura es la ley, pero es la ley) y no hay mas que pagar con cárcel o reparación civil, la bestialidad del magistrado, la risa puede –sin palabras- mostrar el enorme desprecio hacia el magistrado innoble protagonista de este mal momento.
Si trasladamos el caso a una autoridad civil, policial, política, municipal o regional, la trama puede ser idéntica. El más débil, siempre sale herido porque el poderoso maneja todos los mecanismos.
El legiferante miedoso que quiere combatir la denuncia frontal del periodista; la gobernante que no sabe cómo tapar los más de 70 muertos a balazo limpio, merecen la risa piadosa que se otorga al réprobo.
Entonces, la risa llega fresca, ruidosa, bronca, plena en protesta con buen humor, sarcasmo y salud contra toda clase de pesimismos.
Que los jóvenes y los que dejaron de serlo, estén adentrando estos conceptos, llena de júbilo sin límites.
En Perú la gente sólo sabe quejarse y ha hecho del mal agüero menú diario y estupidez desde que nace hasta que muere.
Cuando se pregunta: ¿cómo te va?, la contestación invariable es: ¡allí vamos!, dejando entrever un infierno tras las palabrejas. Jamás un ¡muy bien, siempre combativos y listos!
He conocido esfuerzos pos universitarios de jóvenes que hacen sátira, crítica política, burla de altura y risa monda y lironda.
El arte quisquilloso de reírse de mil y un situaciones, pasa por un examen jocoso, pleno en consideraciones-dardo para estúpidos o idiotas, de esos que se han creído el cuento generoso que son “formadores de opinión” o “líderes políticos”.
La realidad es más dura que los sueños banales de no pocos de estos bobos y por eso ocupan lugar de preferencia a la hora de ser fusilados con sarcasmo, chascarrillo, risa y más risa.
Entonces, ¿cómo se hace para instalar la risa como derecho constitucional?
En buen romance ¿cómo metemos un precepto en la Carta Magna que haga oficial el derecho a reírse que tienen todos los peruanos?
Hay que reírse de las malas autoridades, torpes e infames; hay que reírse del político enano mental; hay que reírse del gnomo metido a autoridad y que no entiende ni siquiera de por qué vive o para qué.
Y, sobre todo, hay que reírse para que todos los peruanos comprendan que sin risa no hay edificación de grandes proyectos espirituales que mueven tierra y piedra para labrar porvenires en la búsqueda de un Perú libre, justo y culto.
Habrá que reírse mientras tanto, de los legisladores que muestren risa boba cuando se les presente el proyecto de ley. Acaso sea llegada la hora que con sonrisa y risa en rostros juveniles, las nuevas promociones, sepulten a los viejos que deben irse a la tumba para nunca más volver.
No olvidemos que muertos son los que tienen muerta el alma …… y viven todavía.”