Política

¡De profesión mentirosos!

hcmujica@gmail.com
¡De profesión mentirosos!
¡De profesión mentirosos!
22 de marzo del 2023

¡De profesión mentirosos!

Quien quiera dedicarse a la política, tal como se la concibe, se la siente y asume en Perú, tiene que, de un modo u otro, por inercia o por conveniencia, aprender a ser un vulgar mentiroso, un palurdo caradura y un miserable todo-terreno.

A la inversa, al íntegro y honesto, se le considera un tonto de capirote.

Aquí abundan los que dicen que no dijeron, que la prensa tergiversó sus palabras, que les atribuyeron frases fuera de contexto, que todo el mundo está equivocado, dejando –claro está- a salvo el poder corrupto de sus mentiras, el cáncer que ha envilecido hasta las alcantarillas, la política nacional.

¿Por causa de qué los embustes de los mentirosos profesionales no generan sorpresa o indignación, al menos de manera aparente?

Don Manuel González Prada ya retrataba la pobreza intelectual, moral, cuasi sempiterna, desde el mismo inicio de la República, de los legiferantes. A ellos se otorga, por historia, un despreciable lugar en el fango pestífero vigente.

Y, como en todos los ámbitos, hay excepciones que siempre son minoría menos que minúscula.

Todos los días hay versiones que desmienten lo que ayer se anunciaba en el gobierno, parlamento, municipalidades, gobiernos regionales. ¡La mentira es su divisa!

La conjura no es gratuita. Obedece a la componenda de embrutecimiento colectivo que discurre por los medios de comunicación que alientan persecuciones políticas y la demonización de quienes, por tener otros puntos de vista, son caracterizados como violentistas y malos, en suma, gente a la que hay que encarcelar o eliminar por las vías que fueran.

El adocenamiento de la política tiene en los mentirosos profesionales a sus vectores más despreciables. Son ellos los que se encargan de mantener el status quo y las asimetrías sociales.

La gente está harta de ver a los bocatanes pero no hay recambio porque también dominan las marquesinas de gran parte de los medios que sólo “permite” la exhibición de los mismos idiotas que se pasean de canal en canal, de radio en radio, de periódico en periódico.

Menester sería que se haga una estadística para ver quiénes son nuestros “formadores de opinión, politólogos, analistas, expertos” que rotan todas las semanas en los mismos sitios.

Sin embargo de lo antedicho, múltiples grupos juveniles y universitarios, campesinos y de base y con savia popular, están generando sus propuestas y alentando el estudio de nuevos caminos.

Los partidos políticos no existen, son vulgares clubes electorales listos para mamar de la ubre del Estado, pero incapaces de demostrar limpieza u honestidad.

¡Y algunos de esos mal llamados partidos, por una ley benefactora, reciben cientos de miles de soles para que los gasten con justificativos fáciles de fabricar!

Son tantas las mentiras del Ejecutivo de doña Dina Boluarte que hasta Gringolandia les ha dicho que hay motivos para preocuparse por la violencia que ha costado la muerte a balazos de más de 60 ciudadanos.

Del Congreso no se puede decir casi nada bueno o constructivo. Hundidos en la mentira institucional que son “representantes”, la gente abomina de ellos y no los quiere porque ellos mismos se lo han buscado.

Viajes inanes, duchas, muebles, estacionamientos, menúes carísimos, en lugar de leyes inteligentes y sólidas.

Es que para ser brutos no se estudia y han determinado que hay que subir la punición contra los que incurran en “difamación agravada”.

En Perú por “quítame estas pajas” se enjuicia penalmente a cualquiera. Con más de una decena de procesos penales resueltos, todos, a mi favor, sé lo que digo. Pero también recuerdo el acoso judicial a cargo de los abogángsteres de la parte contraria.

La esperanza de barrer y pulverizar a los mentirosos profesionales no sólo es una aspiración. Es un deber ineludible y condición indispensable para sanear la cosa pública.

¡Cuántos mentirosos dijeron en sus discursos de todo y prometieron hasta el cielo y lo único que hicieron fue robar! Por algo hay varios ex presidentes en la cárcel o con restricciones. No olvidemos al charlatán que prefirió el suicidio cobarde.

El agotamiento de la estampa felona será tarea de las nuevas promociones, mientras tanto, agitar las banderas del amor a la patria, la identificación con el Ande y la ambición y realidad de lucha por un Perú libre, justo y culto, siempre será tarea sagrada e irrenunciable.

A pesar de la existencia nefasta y asquerosa de esos embusteros de profesión.

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¡De profesión mentirosos!

Quien quiera dedicarse a la política, tal como se la concibe, se la siente y asume en Perú, tiene que, de un modo u otro, por inercia o por conveniencia, aprender a ser un vulgar mentiroso, un palurdo caradura y un miserable todo-terreno.

A la inversa, al íntegro y honesto, se le considera un tonto de capirote.

Aquí abundan los que dicen que no dijeron, que la prensa tergiversó sus palabras, que les atribuyeron frases fuera de contexto, que todo el mundo está equivocado, dejando –claro está- a salvo el poder corrupto de sus mentiras, el cáncer que ha envilecido hasta las alcantarillas, la política nacional.

¿Por causa de qué los embustes de los mentirosos profesionales no generan sorpresa o indignación, al menos de manera aparente?

Don Manuel González Prada ya retrataba la pobreza intelectual, moral, cuasi sempiterna, desde el mismo inicio de la República, de los legiferantes. A ellos se otorga, por historia, un despreciable lugar en el fango pestífero vigente.

Y, como en todos los ámbitos, hay excepciones que siempre son minoría menos que minúscula.

Todos los días hay versiones que desmienten lo que ayer se anunciaba en el gobierno, parlamento, municipalidades, gobiernos regionales. ¡La mentira es su divisa!

La conjura no es gratuita. Obedece a la componenda de embrutecimiento colectivo que discurre por los medios de comunicación que alientan persecuciones políticas y la demonización de quienes, por tener otros puntos de vista, son caracterizados como violentistas y malos, en suma, gente a la que hay que encarcelar o eliminar por las vías que fueran.

El adocenamiento de la política tiene en los mentirosos profesionales a sus vectores más despreciables. Son ellos los que se encargan de mantener el status quo y las asimetrías sociales.

La gente está harta de ver a los bocatanes pero no hay recambio porque también dominan las marquesinas de gran parte de los medios que sólo “permite” la exhibición de los mismos idiotas que se pasean de canal en canal, de radio en radio, de periódico en periódico.

Menester sería que se haga una estadística para ver quiénes son nuestros “formadores de opinión, politólogos, analistas, expertos” que rotan todas las semanas en los mismos sitios.

Sin embargo de lo antedicho, múltiples grupos juveniles y universitarios, campesinos y de base y con savia popular, están generando sus propuestas y alentando el estudio de nuevos caminos.

Los partidos políticos no existen, son vulgares clubes electorales listos para mamar de la ubre del Estado, pero incapaces de demostrar limpieza u honestidad.

¡Y algunos de esos mal llamados partidos, por una ley benefactora, reciben cientos de miles de soles para que los gasten con justificativos fáciles de fabricar!

Son tantas las mentiras del Ejecutivo de doña Dina Boluarte que hasta Gringolandia les ha dicho que hay motivos para preocuparse por la violencia que ha costado la muerte a balazos de más de 60 ciudadanos.

Del Congreso no se puede decir casi nada bueno o constructivo. Hundidos en la mentira institucional que son “representantes”, la gente abomina de ellos y no los quiere porque ellos mismos se lo han buscado.

Viajes inanes, duchas, muebles, estacionamientos, menúes carísimos, en lugar de leyes inteligentes y sólidas.

Es que para ser brutos no se estudia y han determinado que hay que subir la punición contra los que incurran en “difamación agravada”.

En Perú por “quítame estas pajas” se enjuicia penalmente a cualquiera. Con más de una decena de procesos penales resueltos, todos, a mi favor, sé lo que digo. Pero también recuerdo el acoso judicial a cargo de los abogángsteres de la parte contraria.

La esperanza de barrer y pulverizar a los mentirosos profesionales no sólo es una aspiración. Es un deber ineludible y condición indispensable para sanear la cosa pública.

¡Cuántos mentirosos dijeron en sus discursos de todo y prometieron hasta el cielo y lo único que hicieron fue robar! Por algo hay varios ex presidentes en la cárcel o con restricciones. No olvidemos al charlatán que prefirió el suicidio cobarde.

El agotamiento de la estampa felona será tarea de las nuevas promociones, mientras tanto, agitar las banderas del amor a la patria, la identificación con el Ande y la ambición y realidad de lucha por un Perú libre, justo y culto, siempre será tarea sagrada e irrenunciable.

A pesar de la existencia nefasta y asquerosa de esos embusteros de profesión.

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