Informe
Señal de Alerta-Herbert Mujica Rojas
1-12-2024
Clases de violencia en Perú
En nuestro país se practica toda clase de violencia. Desde la callejera con asaltos, cuchillos, pistolas y apaleamientos, en pistas y veredas, hasta la que ejercen los sucesivos gobiernos en nombre de un Estado ineficiente, inequitativo, desequilibrado, discriminador y profundamente fracturado de capitán a paje.
Otra forma de violencia es el silencio frente a esta clase de violencias que nos sumen en la barbarie y los gobiernos, por toda respuesta afirman que harán cambios, modificaciones, mocos por babas, porque los sucesores en los mandos devienen peores verdugos que sus predecesores.
A veces he leído opiniones de compatricios que viven en el extranjero por largos años y que han perdido la óptica sincera para adentrarse en el mundo de la fantasía y ¡por supuesto! que otros lleven a cabo sus soluciones “combativas” y sí muy aventureras.
Para quienes, desde el limbo foráneo, afirman que la única salida es la “armada” retruqué que eso podría ser válido y entre comillas subrayadas, sólo a condición que dejen el océano de comodidades en que viven, retornen al país, empuñen las Fals o AKMs, declaren la guerra y se pongan al frente de sus soldados (si encuentran disparatados como ellos que les sigan).
La demencial aventura senderista costó la muerte de decenas de miles de hombres y mujeres, y la respuesta del Estado, a sangre y fuego, incrementó las bajas y el país aún no consigue reponerse del todo de esas heridas.
La violencia sólo produce más violencia; no crea, destruye; imbeciliza y salvajiza y hace aflorar los primitivismos más estólidos que el humano pueda exhibir contra sus semejantes. ¿Quién de los generales o mariscales de escritorio que tira la piedra y esconde la mano, se atreve a desmentir la verdad pétrea de hechos de los que se solazan los que pretenden un Perú inviable y presa apetecible de alguno de sus vecinos?
En las últimas cuatro semanas de noviembre, el país despertó con la noticia trágica del asesinato de policías, caídos en combate contra el delito pero también por mano de otro policía. En cualquiera de los casos se pierden vidas, inversión en entrenamiento, dinero público que no sirvió para sus fines de Estado.
En Perú, debajo de 100 mil piedras encontraremos otros cien mil analistas, expertos, internacionalistas, estrategas, peluqueros sociales para todo tipo de taras y conflictos, duchos y sabihondos solucionadores de cuanto problema exista o se lo invente, a pesar de lo cual, nadie podría quitarnos el muy dudoso título de campeones del análisis, portentos de la exégesis.
Un mal ejemplo. El Congreso y sus inquilinos precarios incrementan sus presupuestos anuales y nada justifica aquello. La calidad de leyes caminan más bien por el favoritismo a grupos de interés y que tienen asiento en las curules. Por algo debe ser que la aprobación al Parlamento es mínima, en tanto, el repudio es estentóreo.
Nótese que ningún dirigente político del gobierno o del Congreso se apercibe de la peligrosa situación geopolítica que impera aquí. Las situaciones de indefensión nacional, fracturas múltiples al interior del cuerpo total del país, dibujan sus chacalescas sombras de sur a norte, de este a oeste.
A alguien o a algunos se les ha ocurrido que la compra de una veintena de aviones es indispensable para garantizar la “defensa”. Polémico asunto cuando hay mil problemas mucho más graves de solución que enlodan la paz social y la sana convivencia.
Y en nombre de una “paz” que sólo se practica contra los que salen a marchar a las calles, se sataniza a los opositores al gobierno. Aunque las estadísticas den un muy magro respaldo al Ejecutivo que preside doña Dina Boluarte.
¡Y ni en Cancillería, gobierno, Establo, “oposición”, partidos, periodismo, parecen darse cuenta! La castración cerebral es ominosa, doblemente irrespetuosa si ya antes, historia madre y maestra, hemos pasado por situaciones que debieran estar superadas por los “hombres de Estado”. ¿Qué hombres de Estado?
Son muchas las violencias ambientes en el Perú. Ninguna construye o edifica, sí envilece y arruina cualquier proyecto nacional y retrata a sus autores como simples y muy vulgares criminales.
El maximalismo cuando torna menú cotidiano sólo provee de “soluciones” extremas, riesgosas y dolorosas. La violencia oficial tiene precedentes nefastos así como condenas internacionales contundentes.
¿Hasta cuándo tanta incapacidad de todos para unir al Perú y convertirlo en una dinámica cuanto que imbatible máquina revolucionaria de arriba abajo y de abajo a arriba, defensora de los derechos humanos y de su soberanía y riquezas con sentido de horizonte, futuro moderno y con miras a una nación justa, noble y culta?
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Señal de Alerta-Herbert Mujica Rojas
1-12-2024
Clases de violencia en Perú
En nuestro país se practica toda clase de violencia. Desde la callejera con asaltos, cuchillos, pistolas y apaleamientos, en pistas y veredas, hasta la que ejercen los sucesivos gobiernos en nombre de un Estado ineficiente, inequitativo, desequilibrado, discriminador y profundamente fracturado de capitán a paje.
Otra forma de violencia es el silencio frente a esta clase de violencias que nos sumen en la barbarie y los gobiernos, por toda respuesta afirman que harán cambios, modificaciones, mocos por babas, porque los sucesores en los mandos devienen peores verdugos que sus predecesores.
A veces he leído opiniones de compatricios que viven en el extranjero por largos años y que han perdido la óptica sincera para adentrarse en el mundo de la fantasía y ¡por supuesto! que otros lleven a cabo sus soluciones “combativas” y sí muy aventureras.
Para quienes, desde el limbo foráneo, afirman que la única salida es la “armada” retruqué que eso podría ser válido y entre comillas subrayadas, sólo a condición que dejen el océano de comodidades en que viven, retornen al país, empuñen las Fals o AKMs, declaren la guerra y se pongan al frente de sus soldados (si encuentran disparatados como ellos que les sigan).
La demencial aventura senderista costó la muerte de decenas de miles de hombres y mujeres, y la respuesta del Estado, a sangre y fuego, incrementó las bajas y el país aún no consigue reponerse del todo de esas heridas.
La violencia sólo produce más violencia; no crea, destruye; imbeciliza y salvajiza y hace aflorar los primitivismos más estólidos que el humano pueda exhibir contra sus semejantes. ¿Quién de los generales o mariscales de escritorio que tira la piedra y esconde la mano, se atreve a desmentir la verdad pétrea de hechos de los que se solazan los que pretenden un Perú inviable y presa apetecible de alguno de sus vecinos?
En las últimas cuatro semanas de noviembre, el país despertó con la noticia trágica del asesinato de policías, caídos en combate contra el delito pero también por mano de otro policía. En cualquiera de los casos se pierden vidas, inversión en entrenamiento, dinero público que no sirvió para sus fines de Estado.
En Perú, debajo de 100 mil piedras encontraremos otros cien mil analistas, expertos, internacionalistas, estrategas, peluqueros sociales para todo tipo de taras y conflictos, duchos y sabihondos solucionadores de cuanto problema exista o se lo invente, a pesar de lo cual, nadie podría quitarnos el muy dudoso título de campeones del análisis, portentos de la exégesis.
Un mal ejemplo. El Congreso y sus inquilinos precarios incrementan sus presupuestos anuales y nada justifica aquello. La calidad de leyes caminan más bien por el favoritismo a grupos de interés y que tienen asiento en las curules. Por algo debe ser que la aprobación al Parlamento es mínima, en tanto, el repudio es estentóreo.
Nótese que ningún dirigente político del gobierno o del Congreso se apercibe de la peligrosa situación geopolítica que impera aquí. Las situaciones de indefensión nacional, fracturas múltiples al interior del cuerpo total del país, dibujan sus chacalescas sombras de sur a norte, de este a oeste.
A alguien o a algunos se les ha ocurrido que la compra de una veintena de aviones es indispensable para garantizar la “defensa”. Polémico asunto cuando hay mil problemas mucho más graves de solución que enlodan la paz social y la sana convivencia.
Y en nombre de una “paz” que sólo se practica contra los que salen a marchar a las calles, se sataniza a los opositores al gobierno. Aunque las estadísticas den un muy magro respaldo al Ejecutivo que preside doña Dina Boluarte.
¡Y ni en Cancillería, gobierno, Establo, “oposición”, partidos, periodismo, parecen darse cuenta! La castración cerebral es ominosa, doblemente irrespetuosa si ya antes, historia madre y maestra, hemos pasado por situaciones que debieran estar superadas por los “hombres de Estado”. ¿Qué hombres de Estado?
Son muchas las violencias ambientes en el Perú. Ninguna construye o edifica, sí envilece y arruina cualquier proyecto nacional y retrata a sus autores como simples y muy vulgares criminales.
El maximalismo cuando torna menú cotidiano sólo provee de “soluciones” extremas, riesgosas y dolorosas. La violencia oficial tiene precedentes nefastos así como condenas internacionales contundentes.
¿Hasta cuándo tanta incapacidad de todos para unir al Perú y convertirlo en una dinámica cuanto que imbatible máquina revolucionaria de arriba abajo y de abajo a arriba, defensora de los derechos humanos y de su soberanía y riquezas con sentido de horizonte, futuro moderno y con miras a una nación justa, noble y culta?