¡Absurdo antidemocrático!
Pueden decir los de Fuerza Popular y Keiko cuanto les provoque y suscite la derrota. Sólo habrían reconocido y llamado verdad y legítimo si hubieran ganado. Pero no ha sido así, perdieron.
En Perú el embrollo legaloide, el espectáculo chato de vocingleros y el teatro que se monta basado en reclamos extemporáneos es moneda común que usan quienes no entienden que sus aliados de prensa y medios audiovisuales, como de bancos y potentados, no logró con sus recursos ingentes, vencer a la muy discreta campaña de Pedro Castillo.
La sórdida añagaza pretende, a como dé lugar, el respeto a los votos orientados a su candidata Fujimori. El libreto es viejo y desacreditado: no cuestionan a las autoridades electorales pero sí solicitan pedidos de nulidad. En boca del mentiroso, lo cierto se hace dudoso.
Perú es un acopio de mentiras institucionales. Disfrazadas han estado, desde 1821, las más grandes estafas contra el Perú. El pueblo pagó siempre los estropicios que hicieron los mandamases que se sucedieron de gobierno en gobierno y cuya tarea más efectiva constituyó en el robo sistemático y el empobrecimiento de los recursos naturales, mineros, marinos y aéreos del país.
Hay un robo del que no se habla mucho por la simple razón que el entendimiento popular apenas si pasa lo elemental. Descuidada la educación, engrilletada a presupuestos miserables, se prefirió difundir la ignorancia y la estupidez que invertir en el recurso humano indesdeñable en cualquier empresa social con miras a la construcción de un Perú libre, justo y culto.
La estafa a la fe del pueblo, el robo a sus esperanzas de vivir con horizonte de vida, y la letanía de que “así es la política”, ha sido práctica consuetudinaria y criminal de malos gobernantes apóstatas a cualquier ambición de justicia social, equidad y alegría social para construir un país viable.
Sin partidos políticos, los que hay apenas si son vulgares recolectores de votos para encaramar rufianes y hampones muy conocedores de cómo funciona la cosa pública, los peruanos tienen el irreductible cometido de desterrar a quienes son freno y zancadilla al progreso.
Aquí no hay defensa del voto, existe la presunción que no sólo se pierde la elección, también el blindaje, y proseguirán los juicios que establecerán la pena si hay deméritos para aplicarla. Como no es muy popular decir la verdad, hay que recordar a Artigas, con ella, ni se teme, ni se ofende.
¡Atentos a la historia, las tribunas aplauden lo que suena bien!
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¡Absurdo antidemocrático!
Pueden decir los de Fuerza Popular y Keiko cuanto les provoque y suscite la derrota. Sólo habrían reconocido y llamado verdad y legítimo si hubieran ganado. Pero no ha sido así, perdieron.
En Perú el embrollo legaloide, el espectáculo chato de vocingleros y el teatro que se monta basado en reclamos extemporáneos es moneda común que usan quienes no entienden que sus aliados de prensa y medios audiovisuales, como de bancos y potentados, no logró con sus recursos ingentes, vencer a la muy discreta campaña de Pedro Castillo.
La sórdida añagaza pretende, a como dé lugar, el respeto a los votos orientados a su candidata Fujimori. El libreto es viejo y desacreditado: no cuestionan a las autoridades electorales pero sí solicitan pedidos de nulidad. En boca del mentiroso, lo cierto se hace dudoso.
Perú es un acopio de mentiras institucionales. Disfrazadas han estado, desde 1821, las más grandes estafas contra el Perú. El pueblo pagó siempre los estropicios que hicieron los mandamases que se sucedieron de gobierno en gobierno y cuya tarea más efectiva constituyó en el robo sistemático y el empobrecimiento de los recursos naturales, mineros, marinos y aéreos del país.
Hay un robo del que no se habla mucho por la simple razón que el entendimiento popular apenas si pasa lo elemental. Descuidada la educación, engrilletada a presupuestos miserables, se prefirió difundir la ignorancia y la estupidez que invertir en el recurso humano indesdeñable en cualquier empresa social con miras a la construcción de un Perú libre, justo y culto.
La estafa a la fe del pueblo, el robo a sus esperanzas de vivir con horizonte de vida, y la letanía de que “así es la política”, ha sido práctica consuetudinaria y criminal de malos gobernantes apóstatas a cualquier ambición de justicia social, equidad y alegría social para construir un país viable.
Sin partidos políticos, los que hay apenas si son vulgares recolectores de votos para encaramar rufianes y hampones muy conocedores de cómo funciona la cosa pública, los peruanos tienen el irreductible cometido de desterrar a quienes son freno y zancadilla al progreso.
Aquí no hay defensa del voto, existe la presunción que no sólo se pierde la elección, también el blindaje, y proseguirán los juicios que establecerán la pena si hay deméritos para aplicarla. Como no es muy popular decir la verdad, hay que recordar a Artigas, con ella, ni se teme, ni se ofende.
¡Atentos a la historia, las tribunas aplauden lo que suena bien!