Política

¡Un flautista urgente, ratas hay como cancha!

hcmujica@gmail.com
ratascuellocorbata
28 de noviembre del 2025

Informe
Señal de Alerta-Herbert Mujica Rojas
29-11-2025

¡Un flautista urgente, ratas hay como cancha!

El Flautista de Hamelín es una leyenda alemana de la Edad Media sobre un misterioso músico que, en 1284, liberó a la ciudad de Hamelín de una plaga de ratas a cambio de un pago que los ciudadanos se negaron a pagar. Enfurecido, utilizó su flauta mágica para llevarse a 130 niños del pueblo, quienes desaparecieron para siempre en una montaña. La historia se popularizó gracias a los Hermanos Grimm y se ha convertido en una metáfora para alguien que atrae seguidores con carisma o promesas falsas.

Traslademos con gran imaginación el cuento teutón, hacia nuestros confines criollos y pensemos en una avenida populosa, de repente la Abancay que tiene muchos edificios burocráticos, guarida de ratas con saco y corbata.

¿No es acaso cierto que todos los días los miedos de comunicación reportan nuevas sentencias de castigo a funcionarios, de presidente para abajo, normalizando el robo, la estafa, la expoliación de los gobiernos con sus ministerios y dependencias, haciendo TODO lo contrario de lo que el pueblo les confió con su voto en las urnas?

Si la corrupción y sus nefastas consecuencias han capturado el aparato del Estado, es poca la esperanza de limpieza o saneamiento, por tanto, ¿es legítimo pelear contra ella?

De repente el aserto correcto es que la corrupción es el aspecto degenerado, inmoral, repugnante del ejercicio público y que sólo el ocio y la falta de ingenio pueden llevarnos a la inacción y holgazanería.

Como las burocracias son profundamente irresponsables y no ponen freno a la corrupción porque en inmensa mayoría de casos, son agentes ágiles de aquella, un deber indispensable lo constituye ratificar desde edades tempranas, los conceptos de honradez, integridad, soberanía y respeto por la cosa pública, comenzando por casa y las reglas mínimas de convivencia.

Volvamos al cuento y para su dinámica efectiva, requiérese el concurso de varios flautistas.

Si su música atrae a las ratas de saco y corbata, varios miles caminarían embelesados desde el Parque Universitario con dirección al final de Abancay y en la ruta encontrarían compañeros de ruta hacia el naufragio en el Río Rímac, muy cerquita.

No hablamos de niños inocentes, sino de criminales cuyos textos legales consagran no pocas injusticias; o de leyes con nombre y apellido favorecidos; o de zánganos que aspiran a vivir sin mayor trabajo y malgastando el tributo de los peruanos.

Entonces los flautistas, encabezando el cortejo en dirección a la nada y del Rímac a las profundidades del Pacífico, pueden representar una jornada -o varias, cada cierto tiempo- de sanidad cívica.

Es desastroso que los mismos réprobos y delincuentes, vía la reelección aprobada por un grupete deleznable de ignaros, contra la voluntad en referéndum de más de 16 millones de ciudadanos, persistan contaminando con su presencia Perú.

¡Ratas hay como cancha y casi todas usan saco y corbata!

¿Cómo un país aguanta más de dos centurias en que el patrón de comportamiento, lo representa la corrupción?

Si hay corrupción es porque además que existen quienes la alientan fervorosamente porque de ella viven y sobreviven sus tataranietos, es obvio que los silentes y conformistas, también existen dando su amén y monstruosa pasividad.

¿Es posible reconstruir al Perú con estructuras de honradez y limpieza en la cosa pública? ¿Cómo hacemos para que los líderes entren con una declaración jurada y se vayan a su casa con el mismo patrimonio?

¿De dónde salen las afiliaciones a clubes de playa, campo y sociales? ¿Cómo cambian de automóviles todos los años? ¿Con qué dinero viajan y por períodos largos en el exterior? ¿De dónde esas propiedades mobiliarias e inmobiliarias, asientos en directorios de empresas millonarias y famosas por no pagar los tributos que hacen envejecer vía los abogángsteres?

¡Sí se puede! Pero hay que quererlo con fervor militante, con denodadas ganas y sed de victoria! ¡La honradez no puede ser flor de un día o logro episódico: NO! Debe ser norma de conducta desde el amanecer al anochecer y todos los momentos estelares de nuestra vida.

Los flautistas comandando con sus tonadas mágicas la procesión de ratas de cuello y corbata hacia los fondos abisales del Pacífico, deben ser los grandes capitanes de la limpieza nacional en cada distrito, provincia o departamento.

¡Aquí hay ratas como cancha y no debe tenerse piedad para castigar las malas acciones que son crímenes contra la sociedad y su futuro!

¡Es hora de despertar del letargo imbecilizante a que nos ha reducido sociólogos, antropólogos, periodistas, psicólogos y politólogos que en realidad parecemos egregios mariscales de derrotas y fracasos! Somos ferozmente buenos para analizar porqué se produjo la masacre o cómo el Estado no atiende a las poblaciones lejanas. Pero también ostentamos el dudoso privilegio de ser inútiles para emprender reformas genuinas y ser cobardes para señalar con el dedo acusador a los traidores y ladrones que abundan en la burocracia, en el Congreso, en los ministerios y en la cosa pública en general.

No hay partidos, sólo clubes de amigos a quienes seduce no el cambio del país ni de su gente, sino los buenos estipendios y goces que da el Congreso. No hay ideas, sólo armazones que se usan para la ocasión y de acuerdo al facilismo que otorga una globalización desnacionalizante y pulverizadora de cualquier civismo o apego creador a la tierra, a la historia y a nuestras tradiciones constructoras de país central en América Latina.

Mientras que seamos el país del después y nunca del antes, veremos nuestras fronteras, no sólo físicas, invadidas por los países limítrofes y enajenada nuestra noción de historia y Ande indisoluble del peruano desde siempre.

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28 de noviembre del 2025

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Señal de Alerta-Herbert Mujica Rojas
29-11-2025

¡Un flautista urgente, ratas hay como cancha!

El Flautista de Hamelín es una leyenda alemana de la Edad Media sobre un misterioso músico que, en 1284, liberó a la ciudad de Hamelín de una plaga de ratas a cambio de un pago que los ciudadanos se negaron a pagar. Enfurecido, utilizó su flauta mágica para llevarse a 130 niños del pueblo, quienes desaparecieron para siempre en una montaña. La historia se popularizó gracias a los Hermanos Grimm y se ha convertido en una metáfora para alguien que atrae seguidores con carisma o promesas falsas.

Traslademos con gran imaginación el cuento teutón, hacia nuestros confines criollos y pensemos en una avenida populosa, de repente la Abancay que tiene muchos edificios burocráticos, guarida de ratas con saco y corbata.

¿No es acaso cierto que todos los días los miedos de comunicación reportan nuevas sentencias de castigo a funcionarios, de presidente para abajo, normalizando el robo, la estafa, la expoliación de los gobiernos con sus ministerios y dependencias, haciendo TODO lo contrario de lo que el pueblo les confió con su voto en las urnas?

Si la corrupción y sus nefastas consecuencias han capturado el aparato del Estado, es poca la esperanza de limpieza o saneamiento, por tanto, ¿es legítimo pelear contra ella?

De repente el aserto correcto es que la corrupción es el aspecto degenerado, inmoral, repugnante del ejercicio público y que sólo el ocio y la falta de ingenio pueden llevarnos a la inacción y holgazanería.

Como las burocracias son profundamente irresponsables y no ponen freno a la corrupción porque en inmensa mayoría de casos, son agentes ágiles de aquella, un deber indispensable lo constituye ratificar desde edades tempranas, los conceptos de honradez, integridad, soberanía y respeto por la cosa pública, comenzando por casa y las reglas mínimas de convivencia.

Volvamos al cuento y para su dinámica efectiva, requiérese el concurso de varios flautistas.

Si su música atrae a las ratas de saco y corbata, varios miles caminarían embelesados desde el Parque Universitario con dirección al final de Abancay y en la ruta encontrarían compañeros de ruta hacia el naufragio en el Río Rímac, muy cerquita.

No hablamos de niños inocentes, sino de criminales cuyos textos legales consagran no pocas injusticias; o de leyes con nombre y apellido favorecidos; o de zánganos que aspiran a vivir sin mayor trabajo y malgastando el tributo de los peruanos.

Entonces los flautistas, encabezando el cortejo en dirección a la nada y del Rímac a las profundidades del Pacífico, pueden representar una jornada -o varias, cada cierto tiempo- de sanidad cívica.

Es desastroso que los mismos réprobos y delincuentes, vía la reelección aprobada por un grupete deleznable de ignaros, contra la voluntad en referéndum de más de 16 millones de ciudadanos, persistan contaminando con su presencia Perú.

¡Ratas hay como cancha y casi todas usan saco y corbata!

¿Cómo un país aguanta más de dos centurias en que el patrón de comportamiento, lo representa la corrupción?

Si hay corrupción es porque además que existen quienes la alientan fervorosamente porque de ella viven y sobreviven sus tataranietos, es obvio que los silentes y conformistas, también existen dando su amén y monstruosa pasividad.

¿Es posible reconstruir al Perú con estructuras de honradez y limpieza en la cosa pública? ¿Cómo hacemos para que los líderes entren con una declaración jurada y se vayan a su casa con el mismo patrimonio?

¿De dónde salen las afiliaciones a clubes de playa, campo y sociales? ¿Cómo cambian de automóviles todos los años? ¿Con qué dinero viajan y por períodos largos en el exterior? ¿De dónde esas propiedades mobiliarias e inmobiliarias, asientos en directorios de empresas millonarias y famosas por no pagar los tributos que hacen envejecer vía los abogángsteres?

¡Sí se puede! Pero hay que quererlo con fervor militante, con denodadas ganas y sed de victoria! ¡La honradez no puede ser flor de un día o logro episódico: NO! Debe ser norma de conducta desde el amanecer al anochecer y todos los momentos estelares de nuestra vida.

Los flautistas comandando con sus tonadas mágicas la procesión de ratas de cuello y corbata hacia los fondos abisales del Pacífico, deben ser los grandes capitanes de la limpieza nacional en cada distrito, provincia o departamento.

¡Aquí hay ratas como cancha y no debe tenerse piedad para castigar las malas acciones que son crímenes contra la sociedad y su futuro!

¡Es hora de despertar del letargo imbecilizante a que nos ha reducido sociólogos, antropólogos, periodistas, psicólogos y politólogos que en realidad parecemos egregios mariscales de derrotas y fracasos! Somos ferozmente buenos para analizar porqué se produjo la masacre o cómo el Estado no atiende a las poblaciones lejanas. Pero también ostentamos el dudoso privilegio de ser inútiles para emprender reformas genuinas y ser cobardes para señalar con el dedo acusador a los traidores y ladrones que abundan en la burocracia, en el Congreso, en los ministerios y en la cosa pública en general.

No hay partidos, sólo clubes de amigos a quienes seduce no el cambio del país ni de su gente, sino los buenos estipendios y goces que da el Congreso. No hay ideas, sólo armazones que se usan para la ocasión y de acuerdo al facilismo que otorga una globalización desnacionalizante y pulverizadora de cualquier civismo o apego creador a la tierra, a la historia y a nuestras tradiciones constructoras de país central en América Latina.

Mientras que seamos el país del después y nunca del antes, veremos nuestras fronteras, no sólo físicas, invadidas por los países limítrofes y enajenada nuestra noción de historia y Ande indisoluble del peruano desde siempre.

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